El feto
Estoy en el palacio de una marquesa. La marquesa abre sucesivamente las puertas de cuarterones y me ense?a salones dorados, l¨¢mparas de la Real F¨¢brica, alfombras, tapices gobelinos, ¨®leos de firma rom¨¢ntica, plata antigua, porcelanas de Alcora y muebles del siglo XVIII. En el palacio hay zafarrancho general. A la se?ora se le nota en los ademanes un orgullo de estirpe, pero todo lo que contiene la mansi¨®n est¨¢ en venta. En la penumbra de los corredores cruza a veces la sombra de un f¨¢mulo cargando un bargue?o, la silueta de un mozo de comedor q e transporta un reloj isabelino. Tomo el t¨¦ con la marquesa junto a una chimenea francesa en llamas; la estancia aparece macerada por la luz de un vitral emplomado y la se?ora habla de antepasados, de millones hipot¨¦ticos, de c¨®dices miniados, de las fiestas aristocr¨¢ticas de su lejana juventud en estos salones. Aqu¨ª mismo estuvo sentada la reina do?a Victoria Eugenia durante un sarao familiar en tiempos de Dato. La marquesa eleva la taza a los labios con mano anillada y por un momento interrumpe la conversaci¨®n llena de antig¨¹edades y de caballeros galantes, de cacer¨ªas y veraneos en la Concha, de jarrones chinos y temporadas de primavera en el cortijo. De pronto ella ha recordado algo urgente y llama al criado.-Cirilo, que no se te olvide echarme la quiniela. Hoy es viernes.
La habitaci¨®n est¨¢ tan abarrotada de cacharros como una tienda de anticuario, y la propietaria se ha visto obligada a ponerlos en almoneda para tratar de detener a ¨²ltima hora la ejecuci¨®n de una hipoteca. Entre los cachivaches destaca un botell¨®n sobre la repisa de la chimenea que contiene un feto masculino de cinco meses. Hace cuarenta a?os, la se?ora marquesa tuvo un aborto; su primog¨¦nito naci¨® muerto, pero ella lo bautiz¨® y, en lugar de llevarlo al pante¨®n, lo ha conservado desde entonces en un frasco de formol. Parece un conejito negro flotando en el caldo. En este instante, los criados siguen arramblando objetos para llevarlos a la antesala, donde hay m¨¢s compradores. El f¨¢mulo trata de coger tambi¨¦n el botell¨®n con el feto. Y con ¨¦l en brazos pregunta con gran humildad:
-Se?ora marquesa, ?qu¨¦ hago con el se?orito?
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