La 'Carmen' de M¨¦rim¨¦e en la visi¨®n de Brook
"La cultura espa?ola, la cl¨¢sica y la contempor¨¢nea, a excepci¨®n de dos o tres pintores y un cineasta, es todav¨ªa hoy sorprendentemente ignorada en Francia", escribe Jean-Claude Carri¨¦re, el guionista de Bu?uel y uno de los habituales colaboradores de Brook, en la presentaci¨®n del libreto de La trag¨¦die de Carmen (editado por el Centro International de Cr¨¦ations Th¨¦?trales). En Francia, la cultura espa?ola sigue siendo esencialmente folkl¨®rica: es la cultura del gazpacho, las corridas de toros ama?adas y. las vacaciones en ciment d'Andalousie, de que habla Carri¨¦re. Y lo curioso es que quien inaugura esa cultura folkl¨®rica, en el peor sentido de la palabra, es Carmen, no la de M¨¦rim¨¦e, publicada en 1845 en la Revue des Deux Mondes, sino la ¨®pera c¨®mica de Bizet, con libreto de Meilhac y Hal¨¦vy, estrenada en la sala Favart en marzo de 1875. Parafraseando la popular cancioncilla, podr¨ªa decirse que en el Par¨ªs de 1875 la Carmen de Espa?a, de una parte de la Espa?a aut¨¦ntica, no era la de Bizet-Meilhac-Hal¨¦vy, sino la de M¨¦rim¨¦e. La Carmen de la espa?olada, la bisabuela de posteriores e innumerables espa?oladas surgidas en Francia, esa s¨ª era la Carmen de Bizet-Meilhac-Hal¨¦vy.
La tragedia de, Carmen
de Georges Bizet, Prosper M¨¦rim¨¦e, Henri Meilhac y Ludovic Hal¨¦vy. Adaptaci¨®n de Mbrius Constant, Jean Claude- Carri¨¦re y Peter Brook. Int¨¦rpretes: H¨¦kne Delavault (Carmen), Howard Hensel (Don Jos¨¦), John Rath (Escamillo), Agn¨¨s Host (Micaela), Tapa Sudana (Lillas Pastia, Garc¨ªa), Jean-Paul Denizon (Z¨²?iga, una vieja gitana). Elementos esc¨¦nicos y vestuario: Chlo¨¦ Obolensky. Orquesta: Diabolus in Musica, bajo la direcci¨®n de Philippe Nahon. Piano: Andrea Cohen. Direcci¨®n musical: Marius Constant. Realizaci¨®n: Peter Brook. Talleres municipales de Barcelona, 28 de febrero de 1983.
Celos, amor y sangre
M¨¦rim¨¦e sit¨²a la acci¨®n de su nouvelle Carmen en 1832. El autor, el polisson que asoma en su correspondencia, el rom¨¢ntico prefabricado y barato de ciertos manuales, se nos presenta como un investigador, como un etn¨®logo que se acerca a la Andaluc¨ªa peligrosa los bandoleros de Sierra Morena son todav¨ªa una realidad; Zugasti est¨¢ por llegar-, oscura y hermosa, gitana y africana. El relato de M¨¦rim¨¦e es un fait divers, una historiaprecisa, sacada de la realidad, una historia de amor, de celos y de sangre, contada en el personaje de una gitana, una gitana verdadera, Carmen, una mujer que adem¨¢s de puta -vamos, que se acuesta por dinero-, es ladrona, bruja y asesina, o cuando menos una incitadora al asesinato. Vamos, que no pod¨ªa encontrarse mejor personaje para el mis¨®gino M¨¦rim¨¦e, el autor de Una Jernme est un diable (Una mujer es un diablo) (narraci¨®n incluida en el Th¨¦?tre de Clara Gazul), para el cual, como se?alan Maillon y Salomon, comentadores de la ¨²ltima y excelente edici¨®n de su Romane et Nouvelle, una mujeres un ser por el que se mata, por el que se muere y eso cuando no es ella la propia asesina.El talante investigador de M¨¦rim¨¦e llega al colmo de endilgarnos, una vez terminada la historia de Carmen, todo un curso magistral sobre las costumbres de los gitanos, como si el admirable relato que le ha precedido no contase para nada. Cu¨¢n lejos est¨¢ ese fr¨ªo, minucioso escritor, extraordinario escritor, del denostado franchute de la popular cancioncilla: ?Y no la de M¨¦rim¨¦e!
La 'espa?olada'
He escrito que la espa?olada se inicia en Francia con Carmen y ello no es exacto: se inicia con la subida al trono de Francia de Luis Napole¨®n Bonaparte, casado con Eugen¨ªa de Mont¨ªjo, la hija de la condesa de Montijo, gran amiga de M¨¦rim¨¦e. Es entonces cuando lo espa?ol se pone de moda, cuando la Andaluc¨ªa irrumpe en los escenarios; pero claro, se trata de una Andaluc¨ªa descafeinada, endulzada; porque, vamos a ver, ?qui¨¦n es el guapo que se atreve a presentar una gitana puta, bruja, ladrona y encima asesina en un teatro oficial del peque?o Napole¨®n? Con todo, hay que decir en honor a Bizet que el m¨²sico estaba mucho m¨¢s pr¨®ximo a la Espa?a de M¨¦r¨ªrn¨¦e -en su partitura no hay un solo acorde de guitarra- que no lo estaban sus libretistas. Pero los tiempos mandan y hubo que apechugar con la espa?olada, envuelta, eso s¨ª, en una m¨²sica sublime. Y a¨²n hay m¨¢s a favor de Bizet.El compositor tuvo el acierto de potenciar el personaje de Escamillo -un picador en el relato de M¨¦rim¨¦e, un hombre entre tantos- y convertirlo en el famoso torero, en el macho, el s¨ªmbolo de todos los hombres que hayan podido amar a Carmen, y sobre todo, tuvo el acierto de convertir a Carmen en una gran hero¨ªna tr¨¢gica, jugando la contradicci¨®n entre fatalismo y libertad, entre la mujer que se sabe sometida a un destino implacable -el aria c¨¦lebre de las cartas- y la mujer que afirma su libertad y est¨¢ dispuesta a defenderla con su propia vida.
La tragedia de Carmen parte del relato de M¨¦rim¨¦e -potencia a Don Jos¨¦, le devuelve la fiereza, la brutalidad que tiene en M¨¦rim¨¦e; recupera el personaje de Garc¨ªa, el marido, el hombre de Carmen, y, sobre todo, nos devuelve la gitana sensual, provocadora, puta, bruja, ladrona y asesina, una mujer fuerte, sin escr¨²pulos de ninguna clase- y, a su vez, aprovecha los dos aciertos de Bizet, el desarrollo de Escamillo de picador a, torero famoso, la entidad de gran hero¨ªna tr¨¢gica de Carmen y el personaje de Micaela, punto de uni¨®n de Don Jos¨¦ con su pasado, su pueblo, su anciana madre.
Muchos a?os de cultura
Brook ha colocado esa tragedia a un par de metros de las narices del espectador. El foso de la orquesta ya no divide, como se?ala Manuel Valls en su libro La m¨²sica en el abrazo de Eva, el universo er¨®tico musical en dos campos infranqueables. Siguiendo la m¨¢xima de M¨¦rim¨¦e, "odio los detalles in¨²tiles", Brook ha reducido el espacio esico a un anillo de arena en el que una vieja gitana traza con tierra roja y fuegos arom¨¢ticos un microuniverso de brujer¨ªa inici¨¢tico, en el que va a desarrollarse la tragedia. La Carmen de Brook, como la de M¨¦rim¨¦e, es sensual, penetra por los sentidos y logra -en la primera aparici¨®n de Carmen en la escena de la seducci¨®n, en la escena de Carmen y Escamillo y, sobre todo, en la escena ¨²ltima, impresionante, de la muerte de Carmen a manos de Don Jos¨¦- una fuerza y una verdad, un frescor y una elegancia que es pr¨¢cticamente imposible conseguir en un montaje convencional de la ¨®pera de Bizet en un gran centro l¨ªrico.Transcurrida esa hora y veinte minutos escasos que dura la representaci¨®n, uno llega a la conclusi¨®n de que el espect¨¢culo de Brook no s¨®lo clarifica la historia de Carmen, sino que le ofrece a Bizet toda aquella monstruosa serenidad, toda aquella ritualidad contenida, so?ada por ¨¦l y que sus fibretistas y los hombres que pon¨ªan en pie las ¨®peras en su tiempo, y a¨²n en nuestro tiempo, no supieron, no quisieron o no pudieron darle, y que en cambio s¨ª est¨¢n en su m¨²sica y en el relato de Merirn¨¦e. Como dec¨ªa Llu¨ªs Pasqual, comentando el trabajo de Brook: "Son muchos a?os de cultura y honradez".
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