Estados Unidos y la seguridad europea
El v¨ªnculo de la OTAN entre Estados Unidos y sus aliados europeos se basa en el principio enunciado en el art¨ªculo 5? del Tratado del Atl¨¢ntico Norte: "Un ataque contra cualquiera de ellos ser¨¢ considerado un ataque contra todos". La estrategia de la OTAN no tiene una finalidad m¨¢s importante que la. de hacer cre¨ªble este principio. Si nuestra mutua conexi¨®n es cre¨ªble, podremos garantizar la existencia de la disuasi¨®n, podremos asegurar nuestra libertad y podremos asegurar la paz.Pero el inusitado crecimiento del arsenal de la Uni¨®n Sovi¨¦tica durante los ¨²ltimos quince a?os ha amenazado con erosionar el efecto disuasorio de la Alianza. Y la URSS ha hecho intentos de quebrai el v¨ªnculo existente entre la seguridad europea y la norteamericana, esencial para la materializaci¨®n del art¨ªculo 5?. El fortalecimiento de la URSS ha sido incesante y generalizado, tanto en los medios convencionales como en los nucleares. Nadie niega la realidad de este hecho. Y entre los nuevos elementos, uno de los m¨¢s peligrosos ha sido su monopolio de los proyectiles nucleares de alcance intermedio (INF), con los que se puede atacar a Europa. Unas armas que tardar¨ªan minutos en alcanzar un objetivo en el continente europeo.
Si la Uni¨®n Sovi¨¦tica consiguiera en un momento dado romper ese v¨ªnculo -si pudiera separar a Estados Unidos y a nuestras fuerzas armadas de la defensa de nuestros aliados europeos-, nuestra capacidad de disuasi¨®n se ver¨ªa mermada, y con ello, la paz que todos hemos contribuido a mantener durante casi cuatro d¨¦cadas.
Y ¨¦ste es precisamente el motivo por el cual en diciembre de 1979 las naciones miembros de la OTAN -todas- adoptaron una resoluci¨®n de dos partes: La primera dice que la OTAN desplegar¨ªa en Europa armas capaces de disuadir un ataque por proyectiles SS-20 sovi¨¦ticos y otras armas nucleares de alcance medio. La segunda parte de la decisi¨®n era la de entablar negociaciones con la Uni¨®n Sovi¨¦tica para reducir los niveles de esas armas por ambas partes.
Enga?os a la opini¨®n p¨²blica
Conviene recordar a prop¨®sito de. diciembre de 1979 que aqu¨¦l fue precisamente el mes en que la Uni¨®n Sovi¨¦tica envi¨® de.penas de miles de soldados a Afganist¨¢n, pa¨ªs en el que todav¨ªa mantiene m¨¢s de 100.000 hombres.
La decisi¨®n de la OTAN fue consecuencia de amplias consultas y, por tanto, una decisi¨®n correcta. Y lo es ahora tanto como entonces.
Por otra parte, tambi¨¦n se ha convertido en una decisi¨®n pol¨¦mica. Esto l¨ªa ocurrido, en cierta medida, por culpa de algunas falsedades que han ganado terreno en la opini¨®n p¨²blica, pero que se desvanecen en cuanto se someten a la prueba de la raz¨®n.
La primera de ellas es que el despliegue de las fuerzas INF cambiar¨ªa la estrategia de la OTAN. Lo cierto es precisamente lo contrario: la decisi¨®n sobre las INF es esencial para el mant en? miento de la estrategia que siem pre ha constituido la base de la OTAN, esto es, el mantenimiento de la vinculaci¨®n entre Estados Unidos y sus aliados, que asegura la existencia de un poder de di juasi¨®n.
La segunda mentira es que la referida decisi¨®n fue de alguna manera impuestapor Estados Unidos a una Europa reticente? Cualquiera que se moleste siquiera en leer la Prensa sabe que esto es absurdo. La decisi¨®n de la OTAN fue una respuesta a una inquietud generalizada, sobre todo en Europa, por la alarmante multiplicaci¨®n de las fuerzas INF sovi¨¦ticas.
En tercer lugar, se nos pide que creamos que el despliegue de armas INF aumentar¨ªa la dependencia de la Alianza de las armas nucleares. Pero, de hecho, al mismo tiempo decidimos la retirada de mil cabezas nucleares de Europa. Ya la hemos llevado a cabo. Y as¨ª, aun despu¨¦s del despliegue en Europa de las fuerzas INF, el n¨²mero de cabezas nucleares de los aliados ser¨¢ inferior al de las que hab¨ªa en 1979.
La cuarta falsedad es que esos despliegues de armas INF constituir¨ªan un paso hacia un conflicto nuclear q ue se ce?ir¨ªa al territorio europeo. Pero la pol¨ªtica de la OTAN siempre ha sido una pol¨ªtica de paz y disuasi¨®n, la cual ha de estribar en el equilibrio, y no en el desequilibrio. En cuanto a la idea de que Estados Unidos desea confinar el conflicto al territorio europeo, me parece de un sarcasmo desagradable. Creo que a este respecto viene muy al caso citar el art¨ªobulo de la revista europea The Economist, de Londres, titulado, "?Pueden tantos j¨®venes estar equivocados con el arma nuclear? S¨ª, pueden". En ¨¦l se dice: "Nada provoca m¨¢s justificadamente el enfado de los norteamericanos que la acusaci¨®n de que pretenden instalar en Europa proyectiles de Crucero y Pershing 2 a fin de conseguir que una guerra nuclear se desarrolle exclusivamente en territorio europeo. La propuesta de instalaci¨®n de esos proyectiles fue originalmente formulada por europeos, precisamente p9r razones diametralmente opuestas a ¨¦sa". The Economist est¨¢ en lo cierto. Nada nos molesta m¨¢s al presidente y a m¨ª que la insinuaci¨®n de que estamos preparando una guerra nuclear, ?por que no nos estamos preparando para librar una guerra nuclear, estamos poniendo los medios para evitarla!
Es precisamente la presencia de las fuerzas norteamericanas lo que constituye una garant¨ªa de que Es tados Unidos quedar¨ªa envuelto en cualquier ataque contra Europa occidental. Y eso supone mucho a la hora de garantizar que la URSS no va a verse animada a desencadenar un ataque. Hay en Europa unas fuerzas norteamericanas cifradas en aproximadamente 350.000 hombres, que, como parte de las tropas de la OTAN, constituyen, en palabras del presidente Reagan, la garant¨ªa viva de nuestro compromiso con la paz y la seguridad de Europa. Nuestra seguridad es inseparable de la de Europa. Un ataque contra Europa es un ataque contra nosotros.
Un estent¨®reo 'n?et'
No hemos dejado de buscar -y particularmente ahora- nuevos medios de mantener lo logrado en los ¨²ltimos cuarenta a?os. Esa es la raz¨®n por la cual ambos elementos de la decisi¨®n de la OTAN sobre las INF son inseparables y se refuerzan entre s¨ª. Y lo que justamente pretendo decir es que.si hemos de ser cre¨ªdos en, las negociaciones de Ginebra, la Alianza debe encontrarse unida en su determinaci¨®n de desplegar los sistemas INF en cuanto sea necesario. ?Por qu¨¦? Porque de otro modo, la Uni¨®n Sovi¨¦tica carecer¨ªa sencillamente de razones que la obligasen a negociar seriamente. No habr¨ªa ninguna en absoluto.
Cuando asumi¨® el cargo, el presidente Reagan examin¨® la decisi¨®n INF y le dio su aprobaci¨®n. Luego, en noviembre de 1981, anunci¨® una propuesta. Estados Unidos anunci¨® que se planteaba la eliminaci¨®n completa de esas armas sumamente desestabilizadoras: los proyectiles nucleares con base terrestre.
La Uni¨®n Sovi¨¦tica, entre tanto, respondi¨® con un estent¨®reo niet, al que sigui¨® una tremenda ofensiva p¨²blica dirigida a introducir una cu?a entre Estados Unidos sus aliados europeos.
Los sovi¨¦ticos han formulado sus propias propuestas. Dijeron que la propuesta de opci¨®n cero era inaceptable, y luego que incluso un acuerdo provisional tambi¨¦n ser¨ªa inaceptable. Hay que concluir que lo que los sovi¨¦ticos encuentran aceptable es su propio monopolio de las armas nucleares destinadas a batir blancos europeos.
Por su parte, el presidente Reagan ha manifestado que Estados Unidos estudiar¨¢ en la mesa de negociaciones de Ginebra cualquier oferta sovi¨¦tica que sea razonable. El embajador Paut Nitze mantiene en estos momentos encuentros con su interlocutor sovi¨¦tico a fin de negociar un tratado que mantenga la seguridad de la OTAN, y salvaguarde la paz.
Estados Unidos ha practicado una pol¨ªtica de contenci¨®n unilateral durante m¨¢s de diez a?os. Como dec¨ªa antes, tan s¨®lo en el a?o 1981 Estados Unidos mil cabezas nucleares de Europa occidental. No conozco que la URSS haya realizado una reducci¨®n comparable, sin compensaciones, en todo el per¨ªodo que va desde la ¨²ltima guerra mundial hasta hoy. De hecho, desde mediados del decenio de los sesenta, Estados Unidos ha reducido su arsenal nuclear en todo el mundo en unas 8.000 cabezas.
Conocemos la ansiedad existente en Europa y en Estados Unidos por el r¨¢pido logro de un acuerdo, por que haya un avance.en nuestras negociaciones sobre armainento en Ginebra. Pero, ?podr¨ªamos, en nuestra impaciencia por un r¨¢pido acuerdo -del tipo que sea-, perder de vista nuestros objetivos b¨¢sicos, considerando que ¨¦stos son nada,menos que la seguridad y la paz?
La pregunta se contesta por si sola. No, no hemos" de dejar que nuestro af¨¢n por lograr un progreso r¨¢pido en las negociaciones nos haga perder de vista o comprometer nuestros objetivos b¨¢sicos, que son vitales para la consecuci¨®n de un acuerdo que provea a la seguridad en Europa.
En primer lugar, hemos de reducir la amenaza nuclear que se cierne sobre Europa tanto como sea posible. Constituir¨ªa un penoso incumplimiento de nuestras responsabilidades hacia nosotros mismos y hacia nuestros hijos el que nos limit¨¢semos a legitimar los ya terror¨ªficos niveles de potencia nuclear que los sovi¨¦ticos destinan a cubrir blancos europeos. Fracasar¨ªamos tambi¨¦n si acept¨¢semos un monopolio sovi¨¦tico algo menor, pero a¨²n incre¨ªblemente, destructivo. Por este motivo es por el que proponemos la abolici¨®n completa de los proyectiles nucleares de alcance intermedio. Porque ¨¦sa es la manera de reducir la amenaza nuclear a su m¨ªnimo nivel posible.
En segundo lugar, hemos de conseguir un acuerdo equilibrado. Es imposible admitir para Occidente que la URSS mantenga un permanente monopolio de proyectiles nucleares sin que la OTAN puedi desplegar medios comparables para contrarrestar la arnenaza que representan.
En tercer lugar, un acuerdo s¨®lido debe excluir cualquier tipo de rodeos insidiosos. No basta con permitir a la URSS qu¨¦ retire los proyectiles de base m¨®vil detr¨¢s de alguna l¨ªnea artificial, de manera que no se necesite m¨¢s que volver a cruzarla con corto preaviso.
Necesitamos un acuerdo que pueda ser verificado. Esta cuesti¨®n es decisiva, y tanto m¨¢s cuando no se puede confiar en que el interlocutor en la negociaci¨®n se muestre absolutamente abierto a los intentos de verificaci¨®n del volumen de su arsenal.
Es dif¨ªcil eludir los detalles, pero si son los n¨²meros los que deben informar nuestra conciencia y nuestro razonamiento, ?no habr¨ªamos de pensar en primer lugar en el n¨²mero 38? Todos gabemos qu¨¦ son 38: son los a?os que hemos vivido en paz y la seguridad que juntos hemos hecho posibles vincul¨¢ndonos mutuamente. Treinta y ocho a?os: la paz m¨¢s larga e ininterrumpida que ha conocido este continente durante nuestro siglo. Entonces, nuestro verdadero planteamiento. matem¨¢tico y.nuestra tarea m¨¢s urgente ser¨¢n los de c¨®mo disminuir las cifras. del horror procurando a la vez que aumente esa otra cifra de 38 a?os.
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