La violaci¨®n del maestro de ceremonias
La Audiencia condena a doce a?os al violador de una joven estudiante norteamericana en Barcelona
Se conocieron un mediod¨ªa en el mostrador de la Transport World Airlines (TWA). Primero le ofreci¨® la m¨¢s simp¨¢tica de sus sonrisas, despu¨¦s una conversaci¨®n fluida y amena, con su mejor acento americano. Continuaron la charla en un bar cercano, mientras ¨¦l le alargaba una cajetilla de tabaco rubio de importaci¨®n y una tarjeta en la que se pod¨ªa leer: Wicent F. Ginest, y m¨¢s abajo, con letra chiquita, "Master of ceremonies and entertaiment"."Este soy yo", le debi¨® decir ¨¦l, mientras continuaba paseando la tarjeta ante su cara y le hac¨ªa hincapi¨¦ en esa doble direcci¨®n y en ese doble n¨²mero de tel¨¦fono, como dando a entender una vida agitada, saltando de continente en continente, tan pronto en Barcelona como en los Estados Unidos.
Ella asinti¨®, frunci¨® una mueca, se apuntal¨® las gafas con el dedo ¨ªndice, abri¨® el bolso y busc¨® entre una marabunda de objetos. La b¨²squeda continu¨® durante unos segundos, hasta localizar un bol¨ªgrafo y un trozo de papel blanco. Apoyada en la barra del bar, escribi¨®: Arden Renee Magoori. Debajo puso un n¨²mero de tel¨¦fono. Despu¨¦s ¨¦l se ofreci¨® a acompa?arla en coche hasta su domicilio.
El verdadero acoso se inici¨® a las nueve de la noche, cuando ella recibi¨® su llamada telef¨®nica y le propuso tomar unas copas en cualquier lugar cercano. Ser¨ªa un minuto. Incluso menos. Ser¨ªa como una despedida entre dos viejos amigos, dec¨ªa ¨¦l. Abajo, una vez ya en el coche, insisti¨® en una cena r¨¢pida en un restaurante silencioso y tranquilo.
Ella no tom¨® nada. Asegur¨® que ya hab¨ªa cenado, pero ley¨® con detenimiento la carta y acab¨® encargando una copa de nata con fresas del tiempo. Empezaba a sentirse inc¨®moda y molesta. Le record¨® por en¨¦sima ocasi¨®n que ten¨ªa pendiente un trabajo que deb¨ªa entregar al d¨ªa siguiente en la Universidad. El escuch¨® en silencio sus quejas, mientras engull¨ªa el pen¨²ltimo bocado y le propon¨ªa a rengl¨®n seguido acabar la noche en una discoteca.
Mientras el veh¨ªculo avanzaba por la carretera, oscura y sin asfaltar, ella preguntaba c¨®mo era posible que un local p¨²blico estuviera en un lugar tan lejano. Despu¨¦s, cuando ¨¦l le mostr¨® su casa de Torroelles de Llobregat y la llev¨® hasta el comedor, ella continu¨® afirmando que se trataba de un local muy particular y que prefer¨ªa volver a Barcelona.
El acoso era ya insoportable. El le propuso, ya sin ambig¨¹edades, hacer el amor. Ella se neg¨®. La situaci¨®n era embarazosa e inaguantable. Fue entonces cuando tuvo su ¨²ltima oportunidad. Tom¨® las llaves del coche e inici¨® en el pasillo una loca carrera que le llev¨® hasta el interior del autom¨®vil. La tentativa finaliz¨® segundos m¨¢s tarde, mientras colisionaba contra un muro y ¨¦l se introduc¨ªa en el coche y la desplazaba del volante.
Las primeras diligencias policiales relatan el incidente con cuatro l¨ªneas, al asegurar textualmente que "Francisco oblig¨® a la dicente a realizar el acto sexual, con fuerza, lleg¨¢ndo a golpearla sin causarle lesiones y rompiendo algunas prendas que llevaba la dicente". Ella, el d¨ªa del juicio oral, entre sollozos, lo relat¨® todo con mucha m¨¢s minuciosidad. Record¨® que ¨¦l, una y otra vez, repet¨ªa: "Me las pagar¨¢s". Y que le amenaz¨® de muerte, que le arranc¨® la blusa,que le sac¨® los pantalones y las botas, que movi¨® el asiento hacia atr¨¢s, despu¨¦s de manipular la palanca, y que all¨ª, en un descampado oscuro, la posey¨®. No pudo hacer nada por evitarlo. Habl¨®.incluso con verguenza de ese orgasmo que sinti¨® ¨¦l, mientras ella permanec¨ªa en silencio.
Todas estas cosas fueron relatadas, m¨¢s o menos, el pasado 21 de febrero ante la secci¨®n segunda de lo penal de la Audiencia Provincial de Barcelona, ante la que compareci¨® Francisco Cuello Ginesta, para ser juzgado de un delito de violaci¨®n.
Todas estas cosas hab¨ªan sido descritas previamente en el sumario 88/82 instruido por el magistrado Humberto Guadalupe, del Juzgado n¨²mero 11. Lo que no se explic¨® en el juicio oral, ni se describi¨® en el sumario, es la permanente violaci¨®n a la que ha sido sometida esa estudiante norteamericana.
La segunda violaci¨®n
La segunda violaci¨®n de Arden Renee Magoori se inici¨® la ma?ana siguiente al incidente, cuando empez¨® a recibir en su dornicilio numerosas llamadas telef¨®nicas, conmin¨¢ndola a que retirara las acusaciones contra el muchacho. Las amenazas telef¨®nicas continuaron todav¨ªa durante unos d¨ªas y desembocaron en esas ambiguas palabras pronunciadas por el abogado defensor del violador, asegurando que "hay un mill¨®n de pesetas para la persona que pueda resolver positivamente el tema".Con iron¨ªa, el abogado de Arden Renee pens¨® que era un contrasentido ofrecer esa cantidad. Sobre todo en un caso en el que estaba implicada la hija de un prestigioso arquitecto americano, afincado en una lujosa mansi¨®n de la ciudad de Miami, muy cerca de donde tiene su residencia habitual el cantante Julio Iglesias.
La segunda violaci¨®n de esa estudiante norteamericana, que hab¨ªa reci¨¦n cumplido los diecinueve a?os, prosigui¨® en la instrucci¨®n de la causa judicial, mientras los abogados defensores aseguraban que se trataba de una falsa denuncia, realizada por despecho, y con ¨¢nimo de encubrir enigm¨¢ticas razones. En una pirueta final, mientras el acusado permanec¨ªa en el banquillo de los acusados, el abogado defensor asegur¨® que todo hab¨ªa sido una pura invenci¨®n de esa muchacha, que intentaba con su falsa denuncia poder entregar, fuera de plazo, un trabajo en la Universidad.
La segunda violaci¨®n de Arden Renee Magoon finaliz¨® hace pocos d¨ªas gracias a esa sentencia de la secci¨®n segunda de lo penal de la Audiencia Provincial de Barcelona, en la que se condena al agresor a doce a?os de prisi¨®n y a pagar una indemnizaci¨®n de 70.000 pesetas. La resoluci¨®n judicial acaba reclamando al Gobierno un indulto de seis a?os.
Para los abogados acusadores, Josep Mar¨ªa Loperena y Jes¨²s Viladrich, la resoluci¨®n de los magistrados tiene impl¨ªcita una: cr¨ªtica al art¨ªculo 429-1 del C¨®digo Penal, que de una manera indiscriminada impone la pena m¨ªnima de doce a?os de prisi¨®n a los responsables de violaci¨®n, es decir a quienes yazcan con una mujer por la fuerza, que sea menor de doce a?os, o que haya perdido el sentido, sin hacer ning¨²n tipo de matizaci¨®n.
Para los abogados querellantes, al igual que para los magistrados, el C¨®digo Penal debiera matizar y hacer diferencias en el momento de aplicar las penas, ya que "no se causa el mismo perjuicio cuando se viola a una muchacha de veinticinco a?os, que a una menor". S¨®lo a tenor de esas cr¨ªticas puede comprenderse la petici¨®n final de los magistrados, reclamando un indulto de seis a?os para el violador.
Pero las cr¨ªticas de los abogados penalistas Loperena y Viladrich van m¨¢s all¨¢, puesto que aseguran que "el delito de violaci¨®n debiera hacerse extensivo tambi¨¦n a aquellos casos en que la agresi¨®n parte del marido y va dirigida a la esposa, o cuando se trata de una agresi¨®n homosexual".
M¨¢s all¨¢ de esas cr¨ªticas al art¨ªculo 429 del C¨®digo Penal, los abogados aseguran que son muy pocos los casos de violaci¨®n que se plantean ante las audiencias de Espa?a, por culpa de las presiones a las que se ve sometida la agredida, por parte del violador y de la misma sociedad. Las amenazas, el dinero, el honor o simplemente la verg¨¹enza son la moneda habitual con la que se pagan estos silencios. Para el abogado Josep Maria Loperena, el silencio m¨¢s ostensible es el de las violadas urbanas, mientras que los ¨²nicos casos de violaciones que llegan a la Administraci¨®n de Justicia son las cometidas en las zonas rurales, donde este delito va aparejado a conceptos tales como el honor y el buen nombre.
Claudia 'non ha paura'
La historia de la violaci¨®n de Arden Renee Magoon es un episodio m¨¢s de una larga historia, que en m¨¢s de una ocasi¨®n ha llevado a los ciudadanos a la calle. Nadie puede olvidar ese eslogan coreado en el verano de 1977 en Italia, Claudia non ha paura (Claudia no tiene miedo), con el que se alud¨ªa la situaci¨®n de una muchacha que trabajaba como sirvienta en Roma y que fue violada diecinueve veces, en menos de una hora. Claudia Caputi denunci¨® su caso en comisar¨ªa, donde fue recibida con mofas. Su padre la abofete¨® y la oblig¨® a volver a su casa. A pesar de ello, gracias a lacon ayuda de varias compa?eras, Claudia Caputi prosigui¨® tenaz con su denuncia, que acab¨® convirti¨¦ndose en un juicio abierto contra la violaci¨®n.Aquel mismo verano, mientras el movimiento feminista ocupaba las calles de Italia, Antonia Espa?a mor¨ªa asesinada en Sabadell, por unos disparos realizados por un amante despechado que acosaba a la muchacha desde hac¨ªa meses.
Atr¨¢s, muy atr¨¢s, hab¨ªa quedado la cumbre feminista celebrada un a?o antes en Par¨ªs donde, por primera vez en la historia, se redact¨® un Manifiesto contra la Violaci¨®n y en el que se asegur¨® que "la violaci¨®n es realidad cotidiana de las mujeres en las calles, en su casa, en el trabajo, de vacaciones, de d¨ªa y de noche", y que "es la expresi¨®n de la violencia permanente ejercida contra las mujeres en una sociedad patriarcal".
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