Centenario del descubrimiento de Am¨¦rica
El 12 de octubre de 1992 se cumplir¨¢ el V centenario del descubrimiento de Am¨¦rica por Crist¨®bal Col¨®n.Medio milenio habr¨¢ as¨ª transcurrido desde el momento en que, por la feliz conjunci¨®n de factores pol¨ªticos -resultado del cumplimiento final de la empresa de la Reconquista espa?ola y de la uni¨®n personal de la monarqu¨ªa hisp¨¢nica, fruto del casamiento de Isabel de Castilla y de Fernando de Arag¨®n-, de causas econ¨®micas y sociales, del impulso misionero y de la genial inspiraci¨®n personal de Col¨®n, lo que despu¨¦s ser¨ªa la Am¨¦rica se incorporaba a la civilizaci¨®n atl¨¢ntica y universal y se integraba a un mundo que iniciaba el proceso hacia su universalizaci¨®n, a partir de la proyecci¨®n, sobre todo el globo terr¨¢queo, de la expansi¨®n europea.
No interesa ahora discutir si antes de Col¨®n, en ¨¦pocas m¨¢s o menos cercanas a 1492, otros navegantes salidos de Europa hab¨ªan llegado a tierras americanas, ni recordar que en los primeros viajes colombinos se pensaba que las costas descubiertas eran la avanzada del continente asi¨¢tico.
Lo ¨²nico que interesa para la historia, concebida en funci¨®n de las consecuencias de los hechos acaecidos, es que fue reci¨¦n a partir de 1492, que comenz¨® la integraci¨®n de la futura Am¨¦rica, de sus tierras y de sus hombres, a la historia universal.
Fue, en efecto, s¨®lo luego del descubrimiento, que Am¨¦rica entr¨® en la historia. Esta afirmaci¨®n evidente no implica desconocer el valor de las culturas precolombinas, ya que hay que comprender que ¨²nicamente fueron un factor real en el proceso general de internacionalizaci¨®n de las civilizaciones despu¨¦s de la acci¨®n espa?ola, que encontr¨® en Col¨®n su art¨ªfice y su ejecutor, acci¨®n que habr¨ªa de continuarse con los sucesivos descubrimientos y conquistas de otros navegantes espa?oles, portugueses, franceses, ingleses y holandeses.
Es cierto que estos descubrimientos abrieron la puerta a la primera etapa del colonialismo europeo -con todas las lacras que ello implica- y que hoy est¨¢ felizmente muerto, en lo pol¨ªtico, como consecuencia de las actuales realidades internacionales y de derecho de gentes contempor¨¢neo.
Pero no es menos cierto que los americanos, y especialmente los iberoamericanos, somos el resultado de la simbiosis hist¨®rica de los pueblos originarios, de sus culturas y de sus civilizaciones, con la cultura y la civilizaci¨®n occidental y cristiana aportada por Espa?a y otros pueblos europeos luego del descubrimiento y que entramos a la civilizaci¨®n y al progreso universal como consecuencia del descubrimiento.
A este extremo innegable y no hay que olvidarlo, irreversible, se une el hecho -especialmente digno hoy de recordarlo- de que el descubrimiento dio origen, a trav¨¦s de los te¨®logos-juristas espa?oles y en especial de Francisco de Vitoria, a un derecho de gentes que est¨¢, no s¨®lo en la ra¨ªz, sino en la esencia misma del actual derecho internacional.
Es como resultado de este derecho internacional que se han reelaborado y desarrollado, en funci¨®n de nuevas realidades, ideas que estaban ya en sus fundadores.
Hoy, como consecuencia del derecho a la libre determinaci¨®n de los pueblos, de la igualdad jur¨ªdica de los Estados y de la proscripci¨®n del uso de la fuerza en las relaciones internacionales, no se acepta, en el plano de la normativa, soberan¨ªa adquirida por ocupaci¨®n o por conquista, ya que el ¨²nico t¨ªtulo leg¨ªtimo es la libre expresi¨®n de la voluntad del pueblo que vive en un territorio. Estas caracter¨ªsticas del actual derecho de gentes existen ahora como consecuencia de un proceso pol¨ªtico, intelectual y jur¨ªdico que s¨®lo fue posible luego de los planteamientos y las tesis iniciales elaborados en los siglos XV y XVI por los juristas espa?oles y portugueses -especialmente por Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Bartolom¨¦ de las Casas y F. Su¨¢rez- al enfrentarse con los problemas generados por el descubrimiento y la conquista de las Indias.
Faltan nueve a?os para 1992. Pero, desde ya, es preciso encarar la adecuada conmemoraci¨®n del hecho hist¨®rico del descubrimiento, en su perspectiva actual, en funci¨®n de lo que significa para el mundo de hoy y de lo que es para los pueblos de la comunidad hisp¨¢nica de naciones. Esta conmemoraci¨®n deber¨¢ ubicarse dentro de una concepci¨®n universal e integradora, respetuosa de todas las culturas, que comprenda y valore el aporte de otros pa¨ªses y de otras civilizaciones. En efecto, el descubrimiento de las nuevas tierras por Col¨®n abri¨® el continente a la conquista y colonizaci¨®n no s¨®lo castellana, sino tambi¨¦n portuguesa, inglesa, francesa y holandesa. Fue, en verdad, Europa toda, en sus hombres y en su cultura, que, a trav¨¦s de la acci¨®n pol¨ªtica, militar y mercantil de estos cinco Estados, se volc¨® en las tierras que luego, en recuerdo de Am¨¦rico Vespucio, se llamar¨ªan las Am¨¦ricas. Por eso, el V centenario debe estar dedicado no s¨®lo a la conmemoraci¨®n de la empresa castellana y a la epopeya colombiana, predominante e inicial, sino tambi¨¦n al an¨¢lisis estimativo del conjunto de la acci¨®n del descubrimiento y a la comprensi¨®n de su valor y significado en relaci¨®n con lo que fue, lo que es y lo que siempre ser¨¢ el aporte de los pueblos ind¨ªgenas y de sus culturas al nuevo mundo que surgi¨® en el siglo XV.
Cuando en 1892 se celebr¨® el IV centenario del descubrimiento -primero que se festejaba despu¨¦s de la independencia de los pa¨ªses iberoamericanos, pero cuando todav¨ªa Cuba y Puerto Rico integraban lo que quedaba del imperio espa?ol-, una Espa?a muy distinta de la actual trat¨® de conmemorar dignamente el acontecimiento. Eran a?os en los que se vislumbraba el reinicio de la guerra independentista en Cuba, despu¨¦s de que en 1893 Antonio Maura, ministro de Ultramar de Sagasta, presentara sin ¨¦xito su hist¨®rico proyecto de autonom¨ªa para Cuba y Puerto Rico, y en v¨ªsperas del nuevo y definitivo estallido de la guerra en 1895. Eran los a?os posteriores a la restauraci¨®n borb¨®nica en la Pen¨ªnsula, con una Espa?a d¨¦bil a¨²n, pero, sin embargo, falta de conciencia de sus carencias materiales, que se habr¨ªan de poner de manifiesto en la guerra hispano-americana de 1898, que provoc¨® la tr¨¢gica toma de conciencia, de la que, en cierto modo, naci¨® la Espa?a del siglo XX.
En 1892, bajo la regencia de su madre, Mar¨ªa Cristina de Habsburgo, reinaba Alfonso XIII, nacido meses despu¨¦s de la muerte de su padre, Alfonso XII, en 1885, pero que hasta 1902, declarada su mayor¨ªa de edad, no comenzar¨ªa efectivamente su reinado personal. Espa?a viv¨ªa en un r¨¦gimen de alternancia de Gobiernos liberales, presididos por Sagasta, o conservadores, dirigidos por C¨¢novas. Hasta 1890 gobern¨® el primero, lo sucedi¨® C¨¢novas hasta fines de 1892, el que, a su vez, fue seguido por Sagasta, que permanecer¨¢ hasta 1895, a?o en que C¨¢novas regres¨® al Gobierno.
En el a?o en que se cumpli¨® este IV centenario, la Am¨¦rica hisp¨¢nica, con las excepciones ya se?aladas, llevaba m¨¢s de medio siglo de independencia. La fragmentaci¨®n pol¨ªtica del continente, que hab¨ªa seguido al movimiento independentista iniciado en 1808-1810, hab¨ªa dado nacimiento a un conjunto de Estados independientes que, pese a la incidencia de los factores hist¨®ricos que los un¨ªan, no hab¨ªan iniciado, sin perjuicio de algunos precedentes, y, en especial, del ideario bolivariano, ning¨²n proceso de organizaci¨®n internacional regional o de integraci¨®n econ¨®mica.
No puede olvidarse que la Primera Conferencia Panamericana, modest¨ªsima, por lo dem¨¢s, en sus aspiraciones y resultados, se reuni¨® en Washington en 1889-1890, es decir, poco antes del IV centenario y que el 18 de abril de 1890 adopt¨® una resoluci¨®n que dec¨ªa: "En homenaje a la memoria del inmortal descubridor de Am¨¦rica y en gratitud de los inmensos servicios prestados a las civilizaciones y a la humanidad, la conferencia se asocia a las manifestaciones que se hagan en su honor con motivo del IV centenario del descubrimiento de Am¨¦rica".
Los otros tres centenarios del descubrimiento no dieron lugar, que sepamos, a ceremonias o conmemoraciones especiales. Pero es ¨²til recordar el momento hist¨®rico en que se cumplieron.
Todos ellos acaecieron cuando la Am¨¦rica espa?ola era todav¨ªa el Reino de Indias, para usar la terminolog¨ªa oficial, concepto que respond¨ªa a una idea jur¨ªdica, que, en lo formal, significaba que estas tierras no eran colonias de Espa?a, sino un reino, unido a Espa?a en la persona de su rey.
El I centenario, cumplido en 1592, ocurrir¨ªa en los ¨²ltimos a?os del reinado de Felipe II, que habr¨ªa de morir el 30 de junio de 1598. Era ya el ocaso de su gran gobierno. Cien a?os despu¨¦s de la epopeya colombina, Am¨¦rica ya estaba, en lo esencial, descubierta y estructurando el sistema pol¨ªtico institucional para su Gobierno. Espa?a manten¨ªa firmemente la integridad del Reino de Indias frente a los ataques ingleses, y este I centenario coincid¨ªa con las derrotas de Drake ante Puerto Rico y de Richard Hawkins en Atacama.
El II centenario s¨¦ cumpli¨® en los a?os finales del tr¨¢gico reinado de Carlos II, que habr¨ªa de morir en 1700. ?poca de decadencia, aunque no tanto como la que present¨® la historiograf¨ªa tradicional, eran a?os de guerra con Francia y con Catalu?a invadidas por las tropas de Luis XIV. En 1692 se habr¨ªa de firmar la paz de Ryswick entre Espa?a, Inglaterra, Holanda y el imperio, por una parte, y Francia, por la otra, en, la que Luis XIV, con la mira ya puesta en la sucesi¨®n de Espa?a ante la presumible pr¨®xima muerte de El Embrujado, no cobr¨® plenamente sus victorias militares y reconoci¨® la integridad territorial de Espa?a.
En ¨¦stos ¨²ltimos a?os del siglo XVII -que siguieron a la eclosi¨®n maravillosa del Siglo de Oro de las letras y del arte hisp¨¢nico-, Am¨¦rica se mantuvo firmemente unida a la Corona espa?ola, pese a los ataques renovados de corsarios y filibusteros y a la presencia b¨¦lica inglesa, holandesa y francesa en el Caribe y en la Costa Firme.
Este II centenario, ¨²ltimo que ocurrir¨ªa bajo los Habsburgo espa?oles, precedi¨® a las grandes reformas borb¨®nicas en Am¨¦rica, a la creaci¨®n de los virreinatos de Nueva Granada (1717) y Buenos Aires (1776), a la organizaci¨®n de las Intendencias, al restablecimiento del prestigio es-
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pa?ol con el Tratado de Par¨ªs (1763), por el que Cuba volvi¨® a la dominaci¨®n hisp¨¢nica y con la Paz de Versalles (1783), con la nueva expansi¨®n espa?ola en el l¨ªmite norte de sus posesiones americanas y en las fronteras con el imperio lusitano en el R¨ªo de la Plata y con el determinante apoyo que Espa?a brind¨® a los insurgentes americanos en su lucha por la independencia contra Inglaterra.
El III centenario, el de 1792, ocurri¨® en una Espa?a en la que reinaba, desde 1788, Carlos IV y con una Europa ya convulsionada por el tremendo impacto de la Revoluci¨®n Francesa. En 1792, a?o en que Manuel Godoy fue designado para la primera Secretar¨ªa de Estado, Espa?a no estaba a¨²n en guerra con Francia -que habr¨ªa de iniciarse en 1793- para sostener la legitimidad mon¨¢rquica y los intereses din¨¢sticos de los Borbones. Esta guerra, que a nada positivo condujo, y durante la cual fueron invadidos Catalu?a y los Pa¨ªses Vascos, habr¨ªa de finalizar con el Tratado de Paz de Basilea del 22 de julio de 1795, que le vali¨® a Manuel Godoy su Principado de la Paz, y por el que, en lo que respecta a Am¨¦rica, Espa?a se desprendi¨® de Santo Domingo.
En 1792, para Am¨¦rica, ya ha pasado la ¨¦poca de las reformas trascendentes y del impulso vital del gran reinado de Carlos III. Es un momento de relativa calma, pero en la cual se puede vislumbrar la pr¨®xima explosi¨®n revolucionaria que, al igual que en Espa?a, habr¨ªa de producir la invasi¨®n napole¨®nica de la Pen¨ªnsula, la acefal¨ªa moment¨¢nea de la Corona y la reversi¨®n de la soberan¨ªa a los pueblos americanos.
?poca de calma aparente, que no imped¨ªa, sin embargo, que algunos gobernantes ilustrados vislumbraran la pr¨®xima tormenta e imaginaran, desde Espa?a, proyectos de reforma dirigidos a salvar la integridad de los reinos de Espa?a e Indias.
Once a?os es s¨®lo un momento en el decurso de la historia. Por eso es que, si se quiere que las celebraciones del V centenario sean algo m¨¢s que actos oficiales y ceremonias bullangueras, si se desea que esta conmemoraci¨®n constituya un aporte debidamente programado y puntualmente cumplido al conocimiento del pasado, a la conciencia del presente y a la voluntad de crear un futuro com¨²n, deben planearse desde ya las grandes l¨ªneas de la acci¨®n a cumplir, tanto en Espa?a como en Am¨¦rica.
Ya es tiempo de que se piense en la estructuraci¨®n org¨¢nica, en la creaci¨®n de la instituci¨®n que, a nivel iberoamericano, planee, oriente y encamine la preparaci¨®n de la adecuada celebraci¨®n del V centenario del descubrimiento de Am¨¦rica.
Las celebraciones del IV Centenario del descubrimiento fueron ricas y dignas. Han de ser necesario precedente de las que ahora se programen. Pero la Espa?a de hoy es muy distinta de la de fines del siglo XIX y la Am¨¦rica de entonces distaba mucho de la de hoy.
La Espa?a actual, incre¨ªblemente joven, democr¨¢tica y viva, es, en muchos aspectos, una ense?anza para nuestra Am¨¦rica. Pero, sobre todo, la conciencia de su relaci¨®n con Am¨¦rica y de lo que ¨¦sta significa en el presente y ha de significar en el futuro -como lo ha expuesto insuperablemente su rey Juan Carlos I, que se ha referido tantas veces a nuestra comunidad hisp¨¢nica de naciones-, la hace muy distinta de la Espa?a decimon¨®nica.
La Am¨¦rica actual, diversa y ag¨®nica, en la acepci¨®n griega que Unamuno rescat¨® para nuestra lengua, dividida y compleja, tiene, sin embargo, hoy una conciencia de su realidad, de su ser, de sus aspiraciones y de sus v¨ªnculos actuales y futuros con Espa?a en los campos pol¨ªtico, econ¨®mico, comercial, social y cultural de que carec¨ªa en 1892.
De aqu¨ª la diferencia y diversidad entre estos dos centenarios y la necesidad de comprender estas nuevas realidades al programar su celebraci¨®n.
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