El cuarto hombre
Las primeras sospechas sobre la amplitud de la red surgieron en 1951, cuando Guy Burgess y Donald McLean, que hab¨ªan sido detectados por el servicio de inteligencia brit¨¢nico como esp¨ªas al servicio de la URSS, lograron escapar en el ¨²ltimo momento y refugiarse en Mosc¨², donde morir¨ªan (McLcan hace tan s¨®lo unas semanas). Alguien con acceso a muy altos niveles de informaci¨®n tuvo que haberles prevenido.Los primeros indicios se dirigieron hacia Kim Philby, uno de los m¨¢ximos responsables del espionaje brit¨¢nico, pero incre¨ªblemente Philby, probablemente el mejor agente que ha tenido nunca la URSS en el Reino Unido, logr¨® despistar las investigaciones. El h¨¢bil esp¨ªa huir¨ªa despu¨¦s, en 1963, a Mosc¨², donde a¨²n habita, cuando una vez m¨¢s el cerco se estrechaba sobre ¨¦l.
Los servicios de contraespionaje brit¨¢nico creyeron siempre que hab¨ªa un cuarto personaje y sus sospechas se concretaron en 1964, gracias a la confesi¨®n de un norteamericano, Michael Whitney Strait, que estudi¨® en Cambridge y perteneci¨® lateralmente al grupo. Blunt confes¨®, a su vez, sus actividades y, a cambio de una promesa de inmunidad, proporcion¨® informaci¨®n sobre la red sovi¨¦tica.
Sir Anthony Blunt era ya por aquel entonces asesor de arte de la reina Isabel II, uno de los mejores especialistas¨ª del mundo en pintura y arquitectura francesa, autor de importantes estudios, director del Instituto de Arte de Courtauid y profesor de Oxford. Hab¨ªa sido condecorado por Fra?cia y los Pa¨ªses Bajos.
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