"La izquierda norteamericana busca una alternativa al liberalismo econ¨®mico"
Martin Carnoy es autor de numerosos ensayos sobre la posible estrategia econ¨®mica de la izquierda en EE UU. En 1980 public¨®, junto con Derek Shearer, el libro Democracia econ¨®mica, en el que se esbozaba un proyecto socialista para la sociedad y la econom¨ªa norteamericanas, pero sin utilizar ni una sola vez la palabra socialismo, de la que Carnoy sospecha, probablemente con mucha raz¨®n, que est¨¢ muy desprestigiada entre los trabajadores y la mayor¨ªa del pueblo norteamericano. En breve se publicar¨¢ un nuevo libro firmado -entre otros- por Carnoy: Un nuevo contrato social; pretende ser un an¨¢lisis de la actual crisis de la econom¨ªa norteamericana, y tambi¨¦n una propuesta alternativa a la pol¨ªtica de Reagan y al neoliberalismo de economistas dem¨®cratas, como Rohatyn o Thurow.
"El neoliberalismo pretende un intervencionismo del Gobierno federal para reestructurar la industria norteamericana y potenciar los sectores de alta tecnolog¨ªa de cara a la exportaci¨®n" (Thurow), "protegiendo en la medida de lo posible los sectores obsoletos, como el acero o el autom¨®vil" (Rohatyn). Pero la planificaci¨®n de la utilizaci¨®n de los recursos p¨²blicos estar¨ªa bajo un control corporativo, al que se tratar¨ªa de asociar a los sindicatos.La izquierda del Partido Dem¨®crata pretende ir m¨¢s all¨¢. En esta izquierda se encuentran grupos como Democratic Socialists of America (DSA) -nacido de la convergencia del DSOC de Michael Harrington y del New American Movement- o Campaign for Economic Democracy, la organizaci¨®n en la que milita Jane Fonda y que dirige su marido, Tom Hayden, con una fuerza bastante notable en California. Estos sectores intentaron preparar un programa econ¨®mico de izquierda para Kennedy, y aun ahora, tras la renuncia de ¨¦ste a presentarse como candidato en 1984, piensan lanzar su proyecto, que servir¨ªa como base de negociaci¨®n con el candidato dem¨®crata a la presidencia, sea ¨¦ste Mondale, Hart u otro.
Carnoy, para quien la izquierda norteamericana busca una alternativa al liberalismo econ¨®mico, cree que un Gobierno progresista podr¨ªa exigir, como contrapartida a la intervenci¨®n del Estado en la reestructuraci¨®n industrial, un mayor poder para los sindicatos en las empresas. Dos son las premisas de este planteamiento. La primera es que, ante un Gobierno que los apoyara, los sindicatos podr¨ªan entrar en un proceso de democratizaci¨®n hoy d¨ªa impensable, pues la lucha por la supervivencia ante la crisis y ante un Gobierno hostil ha reforzado las tendencias olig¨¢rquicas de los sindicatos, ese car¨¢cter mafioso que es la peor consecuencia de la integraci¨®n de la AFL-CIO (el mayor sindicato de EE UU) en el sistema, tras el hostigamiento de la CIO.
Democracia econ¨®mica
La segunda premisa es que unos sindicatos democratizados y m¨¢s fuertes podr¨ªan controlar la actuaci¨®n real de las empresas en colaboraci¨®n con las organizaciones de ciudadanos y consumidores, desbordando as¨ª la estrecha planificaci¨®n corporativa de los neoliberales y avanzando hacia una verdadera democracia econ¨®mica. Pero para ello, los sindicatos deben comprender que su ¨²nica salida posible es luchar por un aumento de su fuerza organizativa y de su capacidad de control, ya que las reivindicaciones salariales tienen escasas perspectivas si se considera que Ios sindicatos s¨®lo son fuertes precisamente en los sectores que han perdido competitividad durante la crisis: acero, autom¨®vil, construcci¨®n, qu¨ªmica". Mientras, en el Sunbelt, donde se sit¨²an los sectores de punta y las empresas de alta tecnolog¨ªa, la sindicalizaci¨®n es muy baja.Los sindicatos -unos sindicatos bastante renovados, en todo caso- compondr¨ªan con las mujeres y los negros una nueva coalici¨®n -heredada en realidad de las experiencias de los a?os sesenta-, capaz de ofrecer una alternativa al populismo de Reagan, un populismo que se ha revelado r¨¢pidamente como un conservadurismo puro y simple al servicio del gran capital. Pero esta nueva coalici¨®n s¨®lo puede construirse dentro del Partido Dem¨®crata, ya que en EE UU no hay posibilidad de un tercer partido. "El p¨²blico norteamericano puede votar a personalidades excepcionales, como Wallace o Anderson, pero no a un tercer partido". As¨ª, la ¨²nica v¨ªa es la organizaci¨®n local -"ganar donde se puede ganar"- y la b¨²squeda de acuerdos a nivel estatal o federal con candidatos que asumen total o parcialmente el programa de la izquierda.
El problema es que Reagan puede ganar las elecciones de 1984 si el candidato dem¨®crata no consigue movilizar a los votantes de esa nueva coalici¨®n. (La derrota de Carter fue fruto de la abstenci¨®n de las mujeres, los negros y los trabajadores, que, aun siendo contrarios a Reagan, no ten¨ªan ninguna fe en Carter.) Esos votantes han reaparecido en 1982, ocasionando un retroceso de los candidatos conservadores en las elecciones al Congreso, pero un candidato dem¨®crata sin empuje ni proyecto podr¨ªa repetir en las presidenciales de 1984 la triste experiencia de Carter.
Reagan va a llegar a 1984 en su mejor momento, tras un a?o o a?o y medio de suave recuperaci¨®n econ¨®mica -no puede haber una recuperaci¨®n r¨¢pida sin que se desate de nuevo la inflaci¨®n, ya que "Reagan no ha efectuado reformas estructurales en la econom¨ªa norteamericana, se ha limitado a yugular la inflaci¨®n estrangulando la actividad econ¨®mica"-. En esas circunstancias, el programa del candidato dem¨®crata puede ser la clave de la confrontaci¨®n.
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