Borg, el ido
Bjorn Borg naci¨® el 6 de junio de 1956 en Soldertalge y se acab¨® de muerte s¨²bita en Montecarlo el 31 de marzo pasado. De su tumba sale un bulto de 12.000 millones de pesetas. Una fortuna que conquist¨® en solo una d¨¦cada, tras pasar 9.000 horas en la pista de tenis y dar cerca de ocho millones de golpes a la pelota.Aparte de los premios en efectivo, ingresaba anualmente unos 500 millones de pesetas por sus contratos con la publicidad. No era ¨²nicamente su ropa Fila, sus zapatillas Diadora o la raqueta Donnay. Gafas Siroca, cereales Kellog, bolas Penri, relojes Mido, lociones Presun, l¨ªneas a¨¦reas SAS, juguetes Pelikan, autom¨®viles SAAB, chocolates Ten's o m¨¢quinas de tricotar Viking se relacionaban, como un ajuar, con la "Borg Multinacional". He aqu¨ª una parte del patrimonio del ¨ªdolo que se ha extinguido: un apartamento en Montecarlo, un chalet en Saint Jean Cap Ferrat, una residencia en Hilton Head y otra en Nueva York, una isla cerca de Estocolmo para pasar las Navidades, joyas, sedas, divisas, autom¨®viles. No termina; sin embargo, aqu¨ª lo m¨¢s singular del inventario. Su caudal est¨¢ abarrotado de una fama m¨ªtica apoyada en cinco campeonatos ganados en Wimbledon, seis trofeos Rolland Garros, tres a?os nominado Campe¨®n del Mundo, dos Masters y una Copa Davis, entre un surtido de 61 victorias importantes logradas en siete a?os. Es un tenista inmortal. Pero hay m¨¢s: le queda la vida. Respira y no le duele nada. Despu¨¦s de haberse suicidado -lo que ya a?ade admiraci¨®n al colmo- mide 1,80 metros y bebe despacio Canada Dry. Pasea por encima de su muerte sin pavor a 40 pulsaciones por minuto. Nadie entiende la barbaridad de su abandono. O mejor, resulta insoportable el desaf¨ªo. ?Est¨¢ acaso secretamente lesionado? ?Se muere su mujer de c¨¢ncer? ?Hizo una promesa a un santo? ?C¨®mo imaginar una cat¨¢strofe sin una fuerza tel¨²rica a su escala? ?Puede un h¨¦roe por propia voluntad, bajar del potro, quitarse el taparrabos y vestir de paisano de por vida? O bien, ?qu¨¦ clase de h¨¦roe es este que, por la sola ambici¨®n de leer m¨¢s comics, deserta sin derramar sangre y de paso nos echa encima el peso en bruto de su cad¨¢ver?
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