Carlos Montoya
Celebr¨® su 80? cumplea?os con un concierto flamenco en el Carnegie Hall, de Nueva York
Carlos Montoya, guitarrista flamenco que desde hace 40 a?os entusiasma a los p¨²blicos de Estados Unidos y pa¨ªses de medio mundo, ha celebrado su 80? cumplea?os con un recital en uno de los templos sagrados de la m¨²sica: el Carnegie Hall, de Nueva York.
El Carnegie Hall, de Nueva York, es uno de los templos musicales del mundo. S¨®lo abre sus puertas a artistas verdaderamente excepcionales, de alguna manera ¨²nicos en su especialidad. Por una vez, el Carnegie Hall acogi¨® a la guitarra flamenca. Una guitarra flamenca, si se quiere, alejada ya de la pureza genuina, de la verdad insobornable del toque jondo, pero a fin de cuentas guitarra que en este arte singular bebi¨® sus saberes pr¨ªmeros.
Carlos Montoya acaba de cumplir 80 a?os y quiso celebrarlo con un concierto en el Carnegie. Un concierto que fuera como la culminaci¨®n de su carrera. Estuvo asistido de un p¨²blico enfervorizado, entregado, el p¨²blico norteamericano que desde hace cuarenta a?os, quiz¨¢ m¨¢s, le ha seguido fielmente y le ha elevado al olimpo de los monstruos sagrados.
En Estados Unidos desde la posguerra espa?ola
Porque Carlos Montoya hizo de Estados Unidos su segunda patria y all¨ª es seguramente el guitarrista flamenco con m¨¢s prestigio de todos los tiempos. "M¨¢s que Sabicas", me dice precisamente alguien de la profesi¨®n, que por a?adidura admira a Sabicas mucho m¨¢s que a Montoya.Fue por primera vez all¨ª en los a?os inmediatamente posteriores a la guerra civil espa?ola. Con Carmen Amaya. Hasta entonces, Carlos Montoya ?o hab¨ªa pasado de ser un tocaor para acompa?ar al cante y al baile, y no de los mejores. Pero en la compa?¨ªa de la genial Carmen Amaya comenz¨® a frecuentar Norteam¨¦rica. All¨ª conoci¨® a una mujer singular, muy bella, hija de un diplom¨¢tico, que se enamor¨® no s¨®lo del artista, sino tambi¨¦n del hombre. Se casaron.
Aquella mujer, que hoy sigue siendo la esposa de Carlos Montoya, cambi¨® la vida del artista. Con una visi¨®n muy norteamericana de cu¨¢l pod¨ªa ser el futuro de su marido, le inspir¨® la idea de independizarse y establecerse en Estados Unidos. Y surgieron los primeros conciertos. La esposa se convirti¨® en algo as¨ª como su manager y le facilit¨® mucho las cosas. En la d¨¦cada de los cincuenta, Montoya era ya un artista consagrado; por aquella ¨¦poca su guitarra fue la primera del arte flamenco que arrancaba ovaciones en el Village Gate de Nueva York.
L¨®gicamente el arte de Montoya evolucion¨® r¨¢pidamente. Aunque sin romper radicalmente con las fuentes flamencas, introdujo aires americanos, folk, country, jazz. Hoy cuesta bastante distinguir en las composiciones que interpreta en sus conciertos -es autor de muchas de ellas- el primigenio tr¨¦molo gitano. Su amigo F¨¦lix de Utrera, guitarrista flamenco -uno de los pocos que quedan que saben tocar de verdad para el cante y el baile-, dice: "Si volviera a Espa?a y quisiera acompa?ar con su guitarra a un buen cantaor, creo que ya no sabr¨ªa".
Y, sin embargo, el apellido Montoya es una aut¨¦ntica leyenda en la historia de la guitarra flamenca. Ram¨®n Montoya, gitano, t¨ªo carnal de Carlos, sigue siendo para muchos el papa, el nombre primero de todos en la historia del toque con duende y jondura. Est¨¢ en los abecedarios de la flamencolog¨ªa. De una u otra manera, todos los grandes tocaores que vivieron despu¨¦s recibieron su prodigiosa influencia. Y eso que tocaba a¨²n con aquellas cuerdas -la prima, la segunda y la tercera- de piel de borrego, que se despellejaban; si hubiera sido con las actuales, ?qu¨¦ brillo no hubiera tenido aquel toque! "Era como un arpa", dice el de Utrera, que lleg¨® a o¨ªrle, no sin nostalgia. "A m¨ª me parec¨ªa un arpa gitana".
Lo triste de esta historia es que el toque de Ram¨®n Montoya se acab¨® con Carlos. La dinast¨ªa no tiene continuadores.
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