La propuesta de Reagan

LA DECISI?N del presidente Reagan de renunciar a la opci¨®n cero y de aceptar una soluci¨®n intermedia en las negociaciones de Ginebra sobre los euromisiles, representa un cambio serio en la estrategia seguida por ¨¦l en esta cuesti¨®n decisiva. El cambio ha sido, en gran parte, consecuencia de la presi¨®n de la opini¨®n p¨²blica de EE UU y de diversos pa¨ªses europeos. Y, a pesar de sus limitaciones, es un paso claramente positivo.Cuando se reanuden las negociaciones de Ginebra, tendr¨¢n l¨®gicamente un car¨¢cter diferente: ya no se tratar¨¢ de llegar a una decisi¨®n de todo o nada; el problema ser¨¢ si sovi¨¦ticos y norteamericanos logran elaborar un criterio com¨²n sobre un equilibrio, una paridad, una equivalencia entre sus fuerzas respectivas; y, en consecuencia, sobre las cantidades de misiles de alcance medio conservados o colocados de nuevo en una y otra parte de nuestro dividido continente.

A prop¨®sito de estas cantidades, Reagan no hace propuesta concreta. Pero cumple recordar la idea que adelant¨® Andropov, poco despu¨¦s de suceder a Breznev, en el sentido de que la URSS podr¨ªa reducir sus misiles, y sus cabezas nucleares, al nivel equivalente de las cabezas que actualmente detentan Francia y el Reino Unido. Eso significar¨ªa unas 162 cabezas nucleares. Si se compara con los trescientos SS 20 (cada uno con tres cabezas nucleares) que tiene hoy la Uni¨®n Sovi¨¦tica, seg¨²n las informaciones; m¨¢s difundidas, no cabe duda de que esa reducci¨®n ofrecida por Andropov no era peque?a cosa. Sobre todo -y fue lo m¨¢s sorprendente en sus declaraciones- porque dijo que podr¨ªa ser destruida, y no ya desplazada, una parte al menos de los misiles sobrantes.

Quiz¨¢ fue un error no intentar entonces una negociaci¨®n seria. Porque esa posici¨®n de Andropov pon¨ªa de relieve la inconsistencia, la falsedad b¨¢sica de la posici¨®n sovi¨¦tica en toda esta cuesti¨®n de los euromisiles: al aceptar la reducci¨®n de sus misiles, Andropov reconoc¨ªa de hecho que dispon¨ªa de una superioridad y no de una paridad con la OTAN. Sin embargo, tambi¨¦n es cierto que esas declaraciones de Andropov fueron hechas en el per¨ªodo de la campa?a electoral alemana, y con la intenci¨®n obvia de influir sobre ellas, por lo que muchos pensaron que hab¨ªa motivos para desconfiar de su honestidad.

Ante la nueva propuesta de Reagan, la respuesta que ha dado Gromyko en una conferencia de prensa ha sido claramente negativa. Sus declaraciones representan un paso atr¨¢s, considerable, en comparaci¨®n con la antigua actitud de Andropov: ya no se habla s¨®lo de equilibrar los misiles franceses e ingleses; se contabilizan tambi¨¦n los aviones norteamericanos portadores eventuales de armas nucleares; y se agrega, por primera vez, una reivindicaci¨®n del derecho de la URSS a disponer de misiles de alcance medio en Asia, frente al armamento nuclear norteamericano en el Jap¨®n y en la flota del Indico. La respuesta de Gromyko ha sido respaldada, con tintes a¨²n m¨¢s sombr¨ªos, por las ulteriores declaraciones de los mariscales Kulikov y Ustinov.

Quedan ya pocos meses para que -de acuerdo con la decisi¨®n de la OTAN de diciembre de 1979- se empiecen a colocar misiles de EE UU en una serie de pa¨ªses de Europa occidental. Las protestas y movilizaciones frente a esa colocaci¨®n, sobre todo en los casos de la Rep¨²blica Federal de Alemania, Holanda y B¨¦lgica, ser¨¢n serias. ?Pueden las negociaciones de Ginebra llegar a un acuerdo antes de esa fecha? Quiz¨¢ convendr¨ªa, antes de dar una opini¨®n pesimista, tener en cuenta la fuerte dosis de propaganda que rodea en la actualidad, tanto las declaraciones de la Casa Blanca como las del Kremlin. Y recordar que, en el mes de julio de 1982, tuvo lugar un paseo discreto, por bosques cercanos a Ginebra, en el curso del cual Nitze, representante de EE UU, y Kvitsinski, representante de la URSS, estuvieron barajando cifras; y apuntaron en un papel una eventual propuesta equilibrada:. de un lado, unos 75 SS, 20, por lo tanto, unas 225 cabezas nucleares; y de otro, unos 75 misiles de crucero Tomahawk, con unas trescientas cabezas. Durante bastante tiempo, se guard¨® silencio sobre esta hip¨®tesis de trabajo elaborada conjuntamente. Luego se desvel¨®; y, por supuesto, Washington y Mosc¨² rechazaron lo que sus delegados hab¨ªan esbozado. Hoy, por debajo de los discursos y declaraciones de propaganda, esa propuesta discreta, nacida curiosamente en un ambiente forestal, aparece como un punto de partida serio para poder abrir una negociaci¨®n concreta. Entre otras razones, porque evita el tema de los Pershing, misiles nucleares que podr¨ªan llegar en cinco minutos a Mosc¨² y Leningrado, y que, en opini¨®n del Kremlin, afectan al equilibrio global, y no s¨®lo en Europa, entre las dos superpotencias.

En cualquier caso, las negociaciones de Ginebra van a determinar, en no peque?a medida, el futuro de Europa, y Europa no toma parte en ellas. Su ausencia es uno de los mayores absurdos del sistema bipolar que rige la vida internacional