Balanza de pagos y p¨¦rdida de reservas
EL PRESIDENTE de la Asociaci¨®n Espa?ola de Banca acaba de trazar un panorama bastante sombr¨ªo del sector exterior de la econom¨ªa espa?ola. Las previsiones de su an¨¢lisis difieren de modo radical de las estimaciones oficiales. El cuadro macroecon¨®mico presentado por el presidente del Gobierno y el Ministro de Econom¨ªa y Hacienda apostaba en favor de que el crecimiento de la producci¨®n de bienes y servicios durante 1983 -un 2% en volumen f¨ªsico- ser¨ªa logrado mediante un alza importante de las exportaciones y una reducci¨®n de las importaciones, gracias, en parte, a la depreciaci¨®n de la peseta y al descenso de los precios internacionales del petr¨®leo. Ese hipot¨¦tico saneamiento de las cuentas con el exterior, es decir, el menor d¨¦ficit de la balanza de pagos por el giro de las transacciones corrientes (importaciones de mercanc¨ªas y pago de intereses de la deuda, por el lado del debe, y exportaciones, turismo y rendimiento de las reservas, por el lado del haber), hubiera permitido un menor endeudamiento externo y una modesta disminuci¨®n de nuestras reservas.En t¨¦rminos contables, las previsiones del Gobierno apuntaban a un d¨¦ficit por cuenta corriente entre 2.000 y 3.000 millones de d¨®lares (inferior al de 3.800-4.000 millones previsto para 1982) y a una p¨¦rdida de reservas del orden de 1.000-1.500 millones de d¨®lares. Por el contrario, la AEB estima probable un d¨¦ficit corriente del orden de 4.500 millones y una p¨¦rdida de reservas que podr¨ªa situarse -tal y como ha insinuado Rafael Termes en su informe- entre 2.000 y 3.400 millones de d¨®lares.
A¨²n es pronto para saber cu¨¢l de las dos previsiones -si la gubernamental o la de la AEB- se ajusta a la realidad de las corrientes de pagos e intercambios con el exterior. El cotejo estad¨ªstico es desgraciadamente imposible porque la Direcci¨®n General de Aduanas anda todav¨ªa por el pasado diciembre y la informaci¨®n -anteriormente puntual- del Banco de Espa?a ha sido silenciada. De esta forma, los elementos de modernidad y transparencia que el conocimiento de la evoluci¨®n econ¨®mica proporciona a quienes deben adoptar decisiones racionales parecen definitivamente reservados a los gobernantes. Sin embargo, las confidencias oficiosas y la recomposici¨®n fragmentaria que los operadores en el mercado de cambios hacen de la evoluci¨®n de las reservas parece indicar que durante el primer trimestre se han perdido unos mil millones de d¨®lares. Esta p¨¦rdida, pese a su elevado monto, no tendr¨ªa porqu¨¦ ser dram¨¢tica, ya en los primeros meses del a?o siempre se pierden divisas debido a los menores ingresos por turismo. Sin embargo, es muy inquietante que las dos recientes depreciaciones de la peseta no hayan tenido un gran efecto a la hora de aproximar la demanda y la oferta de moneda extranjera. Lo ocurrido en el primer trimestre constituir¨ªa, as¨ª, un mal¨ªsimo augurio. Nuestro pa¨ªs sigue viviendo por encima de sus posibilidades y se contin¨²a comprando m¨¢s de lo que se vende. Al no existir confianza en la peseta, los empresarios espa?oles se resisten a endeudarse en el exterior y los inversionistas extranjeros dudan en cambiar sus d¨®lares a 136 pesetas cuando a corto plazo la cotizaci¨®n puede resultarles m¨¢s favorable.
Cualesquiera que sean los prop¨®sitos gubernamentales al. ocultar las cifras, las previsiones apuntan a una p¨¦rdida de reservas a un ritmo superior al oficialmente previsto. Mientras la pol¨ªtica fiscal -con un d¨¦ficit programado del 6% del Producto Interior Bruto- siga siendo expansiva y las elevaciones nominales de salarios contin¨²en destruyendo la posibilidad misma de una pol¨ªtica de rentas, el deslizamiento hacia abajo de la peseta solo abrir¨¢ paso a nuevas alzas de precios y salarios, a nuevas depreciaciones del tipo de cambio y, en ¨²ltima instancia, a una sangr¨ªa de las reservas.
Un remedio brutal, simple e inmediato, a esta situaci¨®n ser¨ªa cerrar las importaciones. Ahora bien, una medida de este tipo resulta imposible por los compromisos internacionales que vinculan a nuestra econom¨ªa. Por esa raz¨®n, la ¨²nica alternativa imaginable es un endurecimiento de la pol¨ªtica monetaria. Naturalmente, una pol¨ªtica monetaria rigurosa implica un alza de los tipos de inter¨¦s, que induce a la toma de cr¨¦ditos en el exterior, mientras que las menores disponibilidades de cr¨¦dito interno afectan a la demanda interior y desaniman las importaciones. En definitiva, una alteraci¨®n importante de los tipos de inter¨¦s significar¨ªa que el tipo de cambio de la peseta fuera el de equilibrio, es decir, aquel que permite igualar la demanda y la oferta de moneda extranjera. Este constituir¨ªa el ¨²nico procedimiento para detener la hemorragia de la salida de divisas, s¨ª bien el precio que habr¨ªa que pagar por el ajuste ser¨ªa un descenso de la actividad y el empleo.
El panorama anteriormente descrito es mas bien sombr¨ªo pero de nada sirve cerrar los ojos ante una realidad amenzadora cuando existe todav¨ªa cierto margen de maniobra para aminorar los efectos negativos de la crisis mediante la adopci¨®n de las decisiones oportunas. Si las previsiones de la AEB fueran mas correctas que las del Gobierno y la salida de reservas estuviese siendo superior a la tolerable, las autoridades econ¨®micas no tendr¨ªan otro remedio que volver sobre sus pasos y convertir su incial optimismo expansivo en una apreciaci¨®n realista de la situaci¨®n que forzar¨ªa a una rigurosa disciplina.
Es evidente que ese eventual giro estabilizador implicar¨ªa un coste pol¨ªtico para el Presidente del Gobierno y su equipo econ¨®mico al desmentir la alegr¨ªa de algunos de sus anteriores pron¨®sticos. Ahora bien, de no rectificar a tiempo, dentro de unos meses la factura ser¨ªa mucho mas elevada para la econom¨ªa espa?ola y las medidas a tomar todav¨ªa mas dr¨¢sticas y dolorosas.
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