Televisar la radio
Para que no haya m¨¢s sobresaltos en el futuro, lo que Televisi¨®n Espa?ola tendr¨ªa que hacer con el nuevo programa de la primera cadena Espa?oles es disponer que sea realizado en su parte t¨¦cnica por los expertos radiof¨®nicos de los debates telef¨®nicos; una vez establecida esa nueva f¨®rmula, los telespectadores podr¨ªan asistir, perplejos pero m¨¢s tranquilos, a la invenci¨®n de la radio televisada.Porque la primera experiencia de Espa?oles, que ten¨ªa el doble atractivo de contar con la pol¨¦mica presencia del vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, y con la reaparici¨®n ante las c¨¢maras de Victoria Prego, fue el pasado lunes un espect¨¢culo de tantos sobresaltos que daba la impresi¨®n de que los que,est¨¢bamos a un lado y a otro de las c¨¢maras asist¨ªamos, con un nudo en la garganta, a un combate entre la casualidad y la Telef¨®nica.
No fue raro que una de las preguntas de los telespectadores versaran sobre la Telef¨®nica. Pero el telespectador no fue al meollo, porque pregunt¨® sobre una situaci¨®n laboral en la compa?¨ªa, y no sobre la p¨¦sima calidad del sonido que la Telef¨®nica o vayamos a saber qu¨¦ manos estaban dejando que saliera a trav¨¦s de las pantallas de esta radio televisada. Pocas llamadas salieron al aire, a pesar de que Victoria reiter¨® que los tel¨¦fonos estaban bloqueados, y ninguna de las qu¨¦ pudimos. escuchar ten¨ªa la calidad suficiente como para merecer el aire millonario que la televisi¨®n estatal debe tener a esa hora. Guerra, cuya paciencia casi cisterciense a veces recibi¨® impactos imp¨²dicos por parte de alg¨²n telespectador empe?ado en difundir a todos los vientos su direcci¨®n extreme?a, calmaba los criminales segundos de espera por las llamadas infructuosas prolongando la ya perfecta raya de sus pantalones de color be¨ªs. A veces, este personaje de la pol¨ªtica que declara disfrutar de varias devociones laicas, miraba al cielo y respiraba tranquilo como si del cielo proviniera la imposible llamada de un se?or de La Coru?a.
En fin. La t¨¦cnica no acompa?¨® a la intenci¨®n. La entrevista -de eso se trata: de una serie de entrevistas- empez¨®, hasta que comenzaron las preguntas telef¨®nicas como en los combates de tanteo y tuvo un crescendo; permiti¨® conocer que estar de libre oyente en un Gobierno no es estar ausente del trabajo de la Administraci¨®n y ayud¨® a saber que Mahler y Mozart son los dos genios que habitan sus obsesiones musicales. Y permiti¨® saber que Guerra no tiene pasi¨®n alguna por mandar en la Televisi¨®n del Estado, pero se conoce al dedillo aspectos de tantos recovecos dentro de la programaci¨®n cotidiana del medio que conviene ir pensando que ha de tener una doble vida agitada y profunda: despacha mientras escucha m¨²sica, vive sin descuido su afici¨®n por el teatro y ve de la tele todo aquello que el lunes confes¨® que hab¨ªa visto. Dijo, adem¨¢s, que a veces trabaja, 18, 20 ¨® 24 horas diarias. Irse a la cama ante la evidencia de tal actividad fue otra de las razones por las que el lunes muchos espa?oles durmieron con un cierto remordimiento. Los t¨¦cnicos que est¨¢n detr¨¢s de los tel¨¦fonos suponemos que tambi¨¦n.
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