El Gobierno tropieza en Coda con la televisi¨®n libre
Si en un ensayo de predecir el futuro hubi¨¦ramos buscado un lugar de Espa?a donde situar la aparici¨®n de la televisi¨®n privada como manifestaci¨®n espont¨¢nea del uso de la t¨¦cnica para expresar y difundir el pensamiento, no habr¨ªamos encontrado otro mejor que "esa ciudad inveros¨ªmil, sombr¨ªa, torva e inm¨®vil como un susto en medio de un camino", en la cual concibi¨® Ortega su famoso art¨ªculo "Baroja tropieza en Coria con la gram¨¢tica".Mientras en el Parlamento, en la Prensa y en las tribunas ilustradas se debaten y examinan los argumentos a favor y en contra del monopolio estatal de la televisi¨®n, as¨ª como del derecho de los ciudadanos a crear emisoras de televisi¨®n y operar con ellas, he ah¨ª que cuatro aficionados de Coria -un comerciante, una estudiante de BUP y dos t¨¦cnicos en electr¨®nica- nos ofrecen una admirable y sencilla lecci¨®n pr¨¢ctica del asunto, montando una estaci¨®n emisora de televisi¨®n en la trastienda de un comercio, con un costo inferior a medio mill¨®n de pesetas, y lanzando al aire programas informativos y culturales ante el asombro complacido del vecindario y el estupor de quienes cre¨ªan que la televisi¨®n era un complicado negocio que requer¨ªa grandes inversiones de capital y poco menos que la intervenci¨®n de las multinacionales de la cosa. Tras el asombro, apenas saboreado, sobreviene la clausura de la emisora por orden gubernativa y, con la clausura, el esc¨¢ndalo correspondiente. ?Pero c¨®mo se atreve un Gobierno democr¨¢tico a segar en flor una iniciativa que a nadie da?a y, por el contrario, ha llevado la ilusi¨®n a una peque?a comunidad de 10.000 habitantes, que no tiene peri¨®dico ni emisora de radio y de repente se encuentra, como llovido del cielo, con el bien insospechado de una televisi¨®n propia? ?No es algo as¨ª como matar un ruise?or? ?O como tratar de reprimir la primavera, porque ha llegado sin pedir permiso?
Veamos: es natural, y entra en las funciones de la autoridad, el clausurar una emisora de televisi¨®n que se ha instalado sin las licencias oportunas, del mismo modo que ha de impedirse la construcci¨®n ilegal de un edificio o la apertura sin licencia de un bar. El no hacerlo ser¨ªa omisi¨®n culposa de la autoridad.
Pero el caso es que no se puede obtener permiso para instalar una emisora de televisi¨®n, por la sencilla raz¨®n de que no est¨¢ legalmente previsto. Antes bien, a la oportunidad que hubo en la legislatura anterior de regular el establecimiento de la televisi¨®n privada, perdida por la indecisi¨®n del ¨²ltimo Gobierno de UCD, ha seguido la actitud del actual Gobierno, claramente contraria a la apertura de la televisi¨®n a la iniciativa privada. Es decir, que mientras no cambie el criterio del Gobierno en ejercicio, queda prohibida la primavera en las ondas, y los desconsolados telespectadores de Coria habr¨¢n de esperar mejores tiempos. Y, ?por qu¨¦?, nos preguntamos los ciudadanos, ¨¢vidos de conocer las profundas e importantes razones que, sin duda, han de sostener el prop¨®sito gubernamental. Y se nos dan razones que no convencen, por ejemplo: "El pueblo espa?ol desea una televisi¨®n p¨²blica y plural, al servicio de todos los ciudadanos". ?Cu¨¢ndo y d¨®nde el pueblo espa?ol ha expresado ese deseo de una televisi¨®n p¨²blica? ?Cu¨¢ndo ha expresado su voluntad de que no se autorice la privada? ?Y c¨®mo piensa el Gobierno actual satisfacer la apetencia dicha de una televisi¨®n plural con la oferta presente de una televisi¨®n ¨²nica: la estatal, regida por un consejo de administraci¨®n controlado por el partido pol¨ªtico mayoritario, y cuya insuficiencia informativa, baja calidad de entretenimiento y abuso del tiempo dedicado a la publicidad son ya un lugar com¨²n entre los espa?oles? ?No le gusta al Gobierno el sistema brit¨¢nico, en el que, gracias a la concurrencia de la televisi¨®n p¨²blica con la privada, se ha mejorado notablemente la calidad de la primera, ganando, por consiguiente, toda la sociedad?
Argumentos insostenibles
Tambi¨¦n se alega el argumento de la escasez de las ondas y dificultades t¨¦cnicas, cosa que hoy, superado ya por los avances cient¨ªficos y el uso de la transmisi¨®n por sat¨¦lite y por cable, nadie se atreve a sostener. En resumen, que el Gobierno no da razones, sino m¨¢s bien pretextos, en vista de lo cual, la ¨²nica raz¨®n v¨¢lida que hallamos es la de que el Gobierno no quiere la televisi¨®n privada.
Y frente a ese no querer del Gobierno, aparecen los primeros brotes de la libertad en las ondas, como el de Coria, el de Matar¨® y el de Cardedeu, impulsados por la fuerza irresistible de los fen¨®menos naturales y del tiempo en que vivimos. Una vez que, merced a los adelantos de la tecnolog¨ªa, el uso m¨²ltiple de las ondas ya no es un problema, ?qu¨¦ otra raz¨®n existe para impedir a los ciudadanos el establecimiento y la explotaci¨®n de emisoras de televisi¨®n? No olvidemos que la televisi¨®n es un mero instrumento para la comunicaci¨®n, un simple medio o soporte como lo son el peri¨®dico, la radio, el cine o el libro. Lo que importa, a efectos de la legitimidad de su uso, es el contenido, es decir, la comunicaci¨®n y la difusi¨®n del pensamiento, los contenidos informativos, las noticias y comentarios. Estamos, pues, dejando a un lado los medios o aparejos instrumentales, ante el fen¨®meno informativo en estado puro. Y conviene no olvidar que, en los reg¨ªmenes democr¨¢ticos, la informaci¨®n, entendida como acci¨®n organizada para dar la noticia de lo que acontece, es un bien apropiable con destino al mercado. Su materia prima es la noticia o conocimiento del suceso, que es un bien mostrenco, como el aire y como el sol, es decir, que pertenece a todos por no pertenecer a nadie. Se trata, pues, de una materia de la que nadie puede apropiarse en exclusiva, ni el Estado, ni el individuo, ni gremio alguno.
Crear cauces adecuados
La llegada del Gobierno socialista al poder ha despertado la esperanza no solamente en su electorado, sino en amplios sectores progresistas afincados en otros pagos, de que se gesti¨®n desenvolver¨ªa al m¨¢ximo el contenido de las libertades previsto en la Constituci¨®n. La libertad de la que hablamos no es otra que la libertad de expresi¨®n, que, si bien no puede entenderse aisladamente, sino como una pieza que, articulada con las dem¨¢s libertades, forma, engranadas unas con otras, un todo coherente y sistem¨¢tico, s¨ª cabe destacar su proximidad a la esencia del r¨¦gimen democr¨¢tico, por cuanto que ¨¦ste tiene por fundamento la opini¨®n p¨²blica.
A los Gobiernos democr¨¢ticos corresponde crear cauces adecuados por donde puedan discurrir, sin salirse de madre, las corrientes de pensamiento y los deseos de la sociedad. Los Gobiernos democr¨¢ticos han de considerar al ciudadano como la fuente y la justificaci¨®n de su poder, y no como un menor de edad a quien hay que tutelar. Nuestro Gobierno debe teente que, si la televisi¨®n privada no se regula hoy, en un plazo no superior a tres a?os estar¨¢ establecida por medio de los sat¨¦lites artificiales que escapar¨¢n a su control. Y que ning¨²n Gobierno ha merecido el respeto de la historia haciendo prevalecer la autoridad sobre la raz¨®n, y ninguno, hasta la fecha, ha tenido ¨¦xito en el desatentado intento de ponerle puertas al campo.
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