Apotegma III: del 'resentimiento'
En general, hay dos clases de estudiantes, cuando se trata del aprendizaje de las lenguas cl¨¢sicas. Unos a los que les gusta la gram¨¢tica y tienen vocaci¨®n de fil¨®logos. Otros que la detestan, y ¨¦stos parece que constituyen la mayor¨ªa. No he conocido ninguno al que le interesara algo lo que, mediante la gram¨¢tica, se pod¨ªa llegar a saber, comprendiendo el lat¨ªn y el griego. A todos lo que intentaban traducir les parec¨ªa una tabarra, y los aficionados a la gram¨¢tica ejercitaban su entendimiento buscando ejemplos de ablativos absolutos y otras amenidades semejantes. En la Universidad pasaba lo mismo, s¨®lo que a veces con menos prudencia, como cuando en cierta ocasi¨®n una compa?era m¨ªa, no agraciada precisamente, al analizar un texto con don Agust¨ªn Millares, le dijo con voz imperiosa: "Don Agust¨ªn, aqu¨ª Cicer¨®n se equivoc¨® de caso". Don Agust¨ªn sonri¨® con dulzura y le contest¨® que no tuviera tanta confianza en sus conocimientos gramaticales.La verdad es que no me he extasiado nunca ante los encantos de la gram¨¢tica (los del Viernes Santo me gustan m¨¢s). Creo que la gram¨¢tica es un mal necesario, como la pol¨ªtica, la ortopedia y otras cosas igualmente importantes. Pero ya en el tiempo de estudiar el primer lat¨ªn, durante el bachillerato, encontr¨¦ razones para no detestarla, aunque no la amaba. Porque aunque algunos textos me parec¨ªan tediosos, otros me interesaban al traducirlos: cosa ins¨®lita. Resulta as¨ª que, seg¨²n mi memoria, fue traduciendo la Vida de Ar¨ªstides, de Cornelio Nepote, cuando, por vez primera en la vida, me encontr¨¦ con algo sobre lo que luego he pensado mucho, descubriendo a la postre que antes que yo, claro es, hab¨ªa dado tambi¨¦n mucho que hacer a grandes fil¨®sofos y moralistas. Leyendo a Comelio Nepote me encontr¨¦ -en efecto- frente al Resentimiento. Ar¨ªstides tiene fama de justo: unas maniobras de enemigos pol¨ªticos hacen que, pese a todo, se ponga a votaci¨®n su destierro. Cierto aldeano analfabeto se dispone a votar y le pide al interesado, al que no conoce, que escriba en la concha que vota a favor del destierro. Ar¨ªstides le pregunta qu¨¦ razones tiene para votar en ese sentido, y el hombre (ahora yo traduzco a lenguaje de Rescubrimiento actual) le contesta: "Porque ya me est¨¢ cargando que ese t¨ªo tenga tantas ganas de que le llamen justo".
Una reacci¨®n m¨¢s humana no se puede dar. El paleto de Atenas (tambi¨¦n los hab¨ªa all¨ª) estaba resentido por algo que, dentro de su insignificancia, ofend¨ªa a su yo m¨¢s ¨ªntimo: ?Qu¨¦ se cree ¨¦se?
Despu¨¦s los casos de Resentimiento elemental se me han presentado a examen con frecuencia. He aqu¨ª uno. Ahora no estoy en la escuela el a?o 1927. Ahora estoy en San Sebasti¨¢n el d¨ªa siguiente a la muerte de Einstein. Un viejo amigo de mi familia, capit¨¢n de barco, vizca¨ªno, disciplinado y fuerte en matem¨¢ticas, baja a desayunar a un bar antes de comenzar a dar cara a sus quehaceres. En el bar se encuentra un amigo y saluda a un vecino, peque?o hombre de taberna, que est¨¢ cerca. El amigo le dice: "Ha muerto Einstein". Los otros hacen en voz alta unas reflexiones, pertinentes al caso, sobre lo triste que es que genios de este calibre mueran como los dem¨¢s mortales, sobre el destino tr¨¢gico del hombre que no puede ser comprendido por la mayor¨ªa, etc¨¦tera. A medida que los dos amigos hac¨ªan su paneg¨ªrico, al hombrecito tabernario se le cambiaba el color. Al fin, sin poderse contener m¨¢s, dijo en voz m¨¢s alta: "S¨ª, pero a lo mejor yo a ¨¦se le ganaba al mus". Mi amigo el capit¨¢n de barco, que no tiene muy buena idea de los hombres en general, me contaba esto poco despu¨¦s. Me acord¨¦ de Ar¨ªstides, de Plutarco y de Cornelio Nepote. Despu¨¦s, de Federico Nietzsche, porque creo que este gran poeta, que nos ha abierto tanto los ojos para apreciar bellezas dif¨ªciles de ver a primera vista, nos los abri¨® tambi¨¦n para ver mejor las miserias de la existencia. En efecto, Nietzsche es, seg¨²n lo que yo tengo entendido, el que descubri¨® lo que significa el Resentimiento en la vida y en la historia de los hombres. El sac¨® la palabra del franc¨¦s: Ressentiment y la introdujo en la filosof¨ªa. En castellano, desde antiguo, se usa, as¨ª como las de resentido y resentirse. Saavedra Fajardo nos dir¨¢ que el "resentirse es reconocerse agraviado".
Ahora bien, el resentido se agravia por todo o casi todo, y el que da el m¨¢s puro y mejor modelo es el que se siente agraviado porque Ar¨ªstides sea justo o porque Einstein sea sabio: de modo
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desinteresado. Porque no hay que confundir al resentido con el envidioso o el vengativo, aunque resentimiento y deseo de venganza vayan a veces juntos. Peque?os resentimientos pueden producir venganzas feroces. Volviendo a lecturas viejas, pero no hechas al aprender lat¨ªn, recuerdo ahora que en la vida del hijo del emperador Caro, mi hom¨®nimo, que se llamaba Carino (como yo acaso me hubiera llamado en Roma), se cuenta que este personaje poco virtuoso, durante el poco tiempo que fue emperador, hizo matar a los condisc¨ªpulos de su tierna edad con los que hab¨ªa tenido en la escuela piques infantiles. A m¨ª me gusta pensar que su Resentimiento se deb¨ªa a que aqu¨¦llos hab¨ªan tenido mejores notas... para racionalizar la cosa. Pero no. Parece que a Carino el pobre disc¨ªpulo condenado a muerte le cargaba por cualquier detalle de indumentaria o por un gesto. El Resentimiento es la pasi¨®n m¨¢s oscura del hombre. Nietzsche lo encuentra en la ra¨ªz de grandes movimientos religiosos, en profesiones respetadas... Por todas partes. Max Scheler, disc¨ªpulo discrepante, sigui¨® su camino: en parte, acept¨® las ideas de Nietzsche, en parte las censur¨®.
Pero lo que resulta tremendo no es que en tal o cual movimiento moral o religioso se unan los resentidos, sino que el Resentimiento surja en formas individuales como la que expresa la historia del aldeano del campo de Atenas del siglo V antes de Jesucristo, o la del hombrecito de taberna contempor¨¢neo que, seguramente, hubiera ganado una partida de mus al creador de la teor¨ªa de la relatividad... que a otros, en nuestra ignorancia y modestia, nos produce admiraci¨®n reverencial y la sensaci¨®n de que somos bastante arrimados a la cola.
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