Un feo incidente

QUIENES PRESENT?AN que en estas municipales la batalla de Barcelona ser¨ªa dura no pudieron llegar a sospechar, de todas maneras, el elevado nivel de crispaci¨®n que en la pr¨¢ctica est¨¢ presidiendo la campa?a. El hecho de que en las elecciones de Barcelona est¨¦ en juego, adem¨¢s de la alcald¨ªa, el resultado de una aut¨¦ntica primaria de las elecciones auton¨®micas que dentro de un a?o confirmar¨¢n o apartar¨¢n del poder a Jordi Pujol y el no menos importante de que es sobre todo en Catalu?a -junto con el Pa¨ªs Vasco- donde se libra el combate de la eventual y absoluta hegemon¨ªa socialista en toda Espa?a determinaron que ya no hubiera tregua ni descanso tras las legislativas de octubre. La pol¨ªtica catalana no ha dejado de estar en pie de guerra ni un solo segundo desde hace ocho meses. A esa dureza han contribuido de forma especial la salida de Narc¨ªs Serra del Ayuntamiento, que desestabiliz¨® las cuentas socialistas de cara a una segura reelecci¨®n, y el hecho de que Trias Fargas -alcaldable pujolista- empezara por su cuenta y riesgo, mucho antes de que se convocara la elecci¨®n, su propia campa?a, azuzando sistem¨¢ticamente las diferencias entre ambos partidos.En este ambiente, los incidentes que se produjeron en Madrid con motivo de la inauguraci¨®n de la exposici¨®n de Dal¨ª, unidos a las frases malsonantes que testigos presenciales catalanes atribuyen a Julio Feo en relaci¨®n con Max Cahner, encargado de la cartera de Cultura en la Generalitat, han sido tomados por el partido de Pujol como nueva bandera para su ya conocido victimismo respecto a Madrid, como argumento para atacar a los socialistas en general y como pretexto para erosionar al electorado nacionalista de los socialistas catalanes en particular. Converg¨¨ncia ha cerrado los ojos a otros aspectos concretos de aquel acto, entre ellos a la circunstancia de que fue precisamente Felipe Gonz¨¢lez quien, al darse cuenta de la desconsideraci¨®n de que era objeto Jordi Pujol, resolvi¨® personalmente el problema con el reconocimiento inmediato del rango de Pujol y su derecho a protagonizar junto al Rey y a ¨¦l mismo la inauguraci¨®n de la exposici¨®n. Ha prevalecido, frente a esa actitud del Gobierno central, el deseo de llevar adelante todo lo que genere tensi¨®n en el caso, incluyendo un comunicado oficial del Consell Executiu de la Generalitat pidiendo que el incidente se trate "al m¨¢s alto nivel institucional".

El tema, de balad¨ª, puede devenir en preocupante. Desde la Generalitat se est¨¢ magnificando un problema con fines electorales partidistas, y con ello se da?an las relaciones institucionales entre Barcelona y Madrid, pero la Administraci¨®n central debe ser m¨¢s cuidadosa y menos torpe en sus relaciones con los poderes auton¨®micos. El respeto que merecen las personalidades de las autonom¨ªas, sus s¨ªmbolos e instituciones requiere un cambio de actitud en torno a muchos de los usos y costumbres que antes estuvieron vigentes en nuestros Gobiernos. Y es tan denunciable la falta de sensibilidad hacia lo que significa en el fondo el Estado de las autonom¨ªas como algunos de los extremos de la manipulaci¨®n partidista que se est¨¢ haciendo del m¨ªnimo incidente que protagoniz¨® Julio Feo.