El extreme?o ensimismado
Lo que m¨¢s sorprendi¨® al ilustrado Antonio Ponz cuando viaj¨® por Extremadura fue el ensimismamiento que percibi¨® en sus habitantes. Con la impertinencia propia de aquellos regeneracionistas bienpensantes, escribi¨® que m¨¢s les val¨ªa a los extreme?os construir nuevos puentes y caminos que no alimentarse recordando las proezas de aquellos "dioses que nac¨ªan en Extremadura".No se crea que las cosas han cambiado sustancialmente tanto. Es probable que la referencia a la cuna de los dioses sea cada vez menos consoladora para los extreme?os, pero en buena medida ¨¦stos siguen siendo fieles a Zurbar¨¢n.
El caso es que con Extremadura siempre est¨¢ uno movi¨¦ndose entre t¨®picos. El latifundio contin¨²a resultando una fuerza mayor paralizante. El expolio de la riqueza extreme?a es rayo que no cesa. La despoblaci¨®n es el corolario a una emigraci¨®n b¨ªblica y brutal. ?Ser¨¢n las cacer¨ªas la industria que salvar¨¢ la econom¨ªa de Extremadura? Lo que los extreme?os ahorran poquito a poco es sacado de mucho en mucho por los financieros, para invertirlo en regiones m¨¢s avanzadas. Las ¨²nicas inversiones serias que en el terreno industrial se han hecho en esa tierra son dos centrales nucleares cuyo producto el¨¦ctrico es conducido a Madrid y al Pa¨ªs Vasco.
No hay remedio. Decididamente, sobre Extrernadura no pueden escribirse sino t¨®picos, en ocasiones matizados por la demagogia. Hablemos, pues, de la indolencia, de la apat¨ªa. El campo extreme?o es precioso. El trabajador extreme?o es honrado, disciplinado y duro como el cuero.?Ay, si los obreros de otras regiones tuvieran la austeridad del exteme?o! Con bien poco se contenta. Y todav¨ªa es capaz de consolarse calderonianamente, mirar hacia atr¨¢s y comprobar que a¨²n hay un par de provincias m¨¢s pobres en Espa?a.
Me pregunto yo si ese ensimismamiento ser¨¢ hambre, conformismo, hast¨ªo, sed o ramalazo m¨ªstico.
?Estar¨¦ hablando de una Extremadura residual?
Los se?ores de la tierra, cuando vuelven con los amigos tras la cacer¨ªa anual en la finca, hablan elogiosamente de los lugare?os.
Los turistas del turismo interior/social, que ahora frecuentan Extremadura, vuelven en el R-12 a Madrid cantando las alabanzas de la Vera y de unas gentes acogedoras como ya no quedan.
El extreme?o permanece sentado en el poyo, pelando una vara de fresno con la navaja, ensimismado, contemplando la puesta de sol ocre. Yo no dir¨ªa que sus pensamientos son m¨ªsticos.
Y, finalmente, una peque?a hip¨®tesis, aunque cruel, que se inscribe en el ya acu?ado concepto de extremaduricidio:
Supongamos que hay una fuga en una de las dos centrales nucleares que jalonan el bonito campo extreme?o:
1. ?No ser¨¢ mejor que esa fuga se produzca en una zona ampliamente deshabitada gracias a la emigraci¨®n?
2. Si debiera haber v¨ªctimas (Dios no lo quiera), ?no ser¨ªa preferible que ¨¦stas fueran personas acostumbradas a pedirle poco a la vida, personas al fin y al cabo ensimismadas?
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