El cigoto
En esa gran movida en torno a la llamada, equivocadamente, interrupci¨®n voluntaria del embarazo -ya que no se trata de interrumpir, sino de suprimir- se han producido consecuencias muy importantes que no debieran silenciarse. Es una de ellas la vulgarizaci¨®n de un vocablo cient¨ªfico hasta hoy reservado a los sabios investigadores. Se trata del cigoto.Aparece este tremendo y sobrecogedor neologismo como protagonista principal de la pol¨¦mica sobre el aborto, en la que no deseo inmiscuirme en demas¨ªa. Una palabra nueva y desusada tiene la rara virtud de encaminar las discusiones por senderos insospechados. El lenguaje es imagen, es saltar de la idea a su formulaci¨®n en palabras. Pero es tambi¨¦n concepto y sorpresa. Nadie sab¨ªa hasta ahora lo que era el cigoto. El Diccionario de la Real Academia, de la Lengua da solamente, que yo sepa, el significado de "huevo de animales y plantas", y Umbral, en el suyo, delicioso y particular, no admite acepci¨®n alguna, lo que quiere decir que el cigoto no ha llegado todav¨ªa, dichosamente, al mundo cheli.
Desconozco su etimolog¨ªa y tambi¨¦n sus ra¨ªces sem¨¢nticas, que, presumo, ser¨¢n grecolatinas. En cambio, s¨ª he conseguido averiguar que se trata del ¨®vulo humano femenino reci¨¦n fecundado por el semen del hombre. Todav¨ªa no bien penetrado el min¨²sculo esferoide de la mujer por el m¨¢s osado y habilidoso de los espermatozoides, se produce el cambio de nombre.
"Soy un cigoto", exclama, con orgullo, la microsc¨®pica part¨ªcula, y autom¨¢ticamente se convierte en sujeto; en ente hist¨®rico; en ciudadano con derecho a voto en un pr¨®ximo futuro; en eventual futbolista, sabio, cantautor, monja, militar, diputado y -?quien sabe!- hasta posible ministro.
En varios documentos, art¨ªculos, encuestas, declaraciones e incluso discursos he le¨ªdo u o¨ªdo mencionar al cigoto como argumento irrecusable. Los m¨¦dicos que han recomendado tal pedanter¨ªa lanzaron la palabreja para hipnotizar al antagonista progre y paralizar sus reflejos. Otros, quiz¨¢ soci¨®logos o juristas, la aceptaron a toda velocidad, con placentero entusiasmo.
Sin desearlo, intervine hace pocos d¨ªas en una discusi¨®n bastante acad¨¦mica, pero no por ello menos agria y pasional. Mi interlocutor, rojo de ira y corto de argumentos, me ech¨® a la cara, de repente, un gran grito: "?Y d¨®nde me dejas el cigoto?". Repuesto de mi sorpresa, y pasado tambi¨¦n el encrespamiento de una discusi¨®n en trance de convertirse en pelea, le pregunt¨¦ cu¨¢ntos hijos ten¨ªa. "Ninguno", me repuso, "porque mi mujer, desgraciadamente, es est¨¦ril". ?Mal fario para un militante defensor del cigoto!
El cigoto tomar¨¢ carta de naturaleza en nuestros usos sociales, beneficiado tal vez porque rima bien con ignoto, alboroto y choto, palabras que designan,
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respectivamente, como se sabe, lo desconocido, el barullo y la res de cuernecillos tiernos. Cuando alguien asegure que "fulanita est¨¢ embarazada o pre?ada", habr¨¢ que corregirle dici¨¦ndole: "No seas ordinario. Lleva un cigotito a cuestas".
Los violadores de oficio andan muy mal de punter¨ªa, aseguran repetidos te¨®logos y hasta alguna dama fraguista y sufraguista, y, por tanto, de buenas costumbres. Existen, en revancha, cigoteros de renombrada capacidad y profesionalidad, del mismo modo que hay ligones por todas partes y en todos los partidos.
A mis amigos venezolanos, tan aficionados a usar la fea palabra huev¨®n, les sugiero que utilicen ahora, en su lugar, el nuevo modismo: cigot¨®n. Y no me cabe la menor duda de que en conversaciones entre hombres, si no est¨¢n presentes damas delicadas, diremos com¨²nmente, con admiraci¨®n, que tal personaje es un t¨ªo cigotudo.Todos hemos sido cigotos sin enterarnos bien de lo que ¨¦ramos, como aquel personaje de Moli¨¨re que no sab¨ªa que hac¨ªa prosa al hablar. Pero nos gusta ahora ser conscientes de ello para explorar esa parte de la memoria cigotiense que se halla in¨¦dita en el subconsciente. Nadie se ha librado de ser cigoto. Las relaciones er¨®ticas y el arte amatorio se ver¨¢n, con toda seguridad, seriamente afectadas por ese importante descubrimiento ginecol¨®gico-teologal.
?C¨®mo mirar¨¢ una muchacha a su novio o amante si le sabe portador de cigotos en potencia, como antes lo era de valores eternos? ?Qu¨¦ clase de sanguijuelas chupadoras va a inocularme ese hombre?, se preguntar¨¢n con toda seguridad las mujeres precavidas. Y tal vez alg¨²n desvergonzado autor de revistas se lanzar¨¢ el mejor d¨ªa a presentar, en su espect¨¢culo fr¨ªvolo, un n¨²mero de cigotos bailando la danza del amor fecundo.
Al llegar hoy a casa, me han contado que un conocido matrimonio, que llevaba 14 a?os separado, hab¨ªa sido invitado y hasta presionado por un distinguido miembro del Opus, especialista en el menester de reconciliar matrimonios. "?Qu¨¦ tal? ?C¨®mo termin¨® el intento de reanudar la vida conyugal?", preguntaron al marido. "Muy bien", respondi¨® ¨¦ste, "?a cigotazo limpio!".
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