Ortega
Don Alfonso Guerra, vicepresidente del Gobierno, lo dijo en el Banco Exterior de Espa?a, ayer, o sea presentando las obras completas de Ortega: "Nada m¨¢s ajeno a mi esp¨ªritu que el poder de un Banco". Guerra es que ni se calla. Y supo encontrar el costado ancilar de Ortega respecto de las generaciones actuales: m¨¢s que un fil¨®sofo de gabinete era un pensador que llenaba los teatros, porque pensaba para la gente. Esto vino a decir el se?or Guerra, m¨¢s o menos, con lo cual estaba consagrando el pensamiento aplicado, coyuntural, urgente, esa explicaci¨®n de la casualidad por la intersici¨®n de dos sistemas de causalidades, que es una cosa de Marx que viene a anular la sentencia de Mallarm¨¦: "Un golpe de dados jam¨¢s podr¨¢ abolir el azar". Pero Jos¨¦ Ortega Spottorno me felicita por mi modesto art¨ªculo/aportaci¨®n a las p¨¢ginas especiales sobre Ortega que prepara este matutino/manchego, y un reportero a un transistor pegado me lo pregunta:-?Usted cree que Ortega se resiente de no haber articulado un sistema?
-Ortega articula un sistema y, adem¨¢s del ratio/vitalismo (un existencialismo optimista), es el pensador coyuntural, original, emergencial, que elucida sobre la marcha las casualidades/causalidades de la actualidad.
Lo que sus retardados contempor¨¢neos le reprochaban como defecto -"Un sistema, Pepe, organiza un sistema"-, resulta hoy su mayor modernidad, entre Cioran y Roland Barthes: el pensamiento fragmentario y actual¨ªsimo: una modernidad que le hace contempor¨¢neo de Her¨¢clito de Efeso, que sigue siendo, sin duda, el dernier cri de la modernidad. El vicepresidente Alfonso Guerra me da la mano:
-Hola, Paco. Ayer mismo hemos mantenido t¨² y yo una cierta correspondencia.
-Unidireccional, vicepresidente, pero correspondencia.
Guerra est¨¢ p¨¢lido y sombr¨ªo, pero f¨¢cil a la sonrisa, e incluso a la risa. Paulino Garagorri nos habl¨¦ de lo que para m¨ª es m¨¢s sugestivo de Ortega, o de cualquiera: los libros que Ortega dej¨® anunciados y sin escribir. No se refiri¨® Garagorri a los Di¨¢logos con las estatuas, que Ortega pensaba mantener/escribir en el exilio del estatuario Par¨ªs. Siempre lo he pensado como libro, ya que ¨¦l es un griego con gallinejas, un presocr¨¢tico de Madrid, o sea un hombre que entiende la filosof¨ªa como di¨¢logo: dial¨¦ctica, en terminolog¨ªa de Marx.
Javier Pradera, con los ¨ªnfolios del 23/F en la mano. Hace su editorial mentalmente mientras toma la copa. Soledad Ortega. Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez me habla de nuestro libro proyecto Neruda/ Aleixandre/Garc¨ªa M¨¢rquez/Umbral: -Me parece que a Vicente le he ca¨ªdo bien por tel¨¦fano- dice.
Y me lo pregunto una vez m¨¢s. ?Estamos cayendo en "las marquesas de la Rep¨²blica"? No. No, entre otras cosas, porque el vice dej¨® claro su distanciamiento respecto a los Bancos (aunque se trate, en este caso, de un Banco de gesti¨®n paraoficial), y eligi¨® el Ortega que pensaba/hablaba para el pueblo, a diario, "llenando los teatros", entre los mil Ortegas posibles. No hay utilizaci¨®n de nadie por nadie. El secretario de L¨ªster, que va a hacer de Aza?a en una pel¨ªcula (existe cierto parecido f¨ªsico), me da la mano cordial. Luego, Eduardo Rico y yo nos vamos a Ritmo, en Conde Pe?alver, regido por el Su¨¢rez discotequero, hermano del gran Adolfo. No sin antes merendar en Lardhy, rito madrile?o y vespertino que uno procura conservar, entre otras cosas, porque resulta muy orteguiano. Di¨¢logo fluido y ¨¢gil mientras los empecinados deliberan en alg¨²n comedor de arriba. El fragmento, pasi¨®n de tantos, de Her¨¢clito a Gide, pasando por Ortega, es la manera m¨¢s actual de pensar. "Pepe, un sistema", le dec¨ªan sus coet¨¢neos. "Pepe, un fragmento", le pedir¨ªamos hoy.
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