Enlace Paquirri-Pantoja, ovaci¨®n y vuelta al ruedo
La 'boda del a?o' fue una fiesta multitudinaria, una superproducci¨®n de la que dicen que ha costado a los novios 2,5 millones de pesetas
Una anciana, en bata y zapatillas de pa?o, apoyada en el quicio de la sacrist¨ªa, observaba impasible c¨®mo la duquesa de Alba, Palomo Linares, Massiel, Paquita Rico, Manolo V¨¢zquez, Espartaco, Juanita Reina y alg¨²n que otro famoso m¨¢s -pocos hubieron en la iglesia, m¨¢s en el banquete-, entraban en el templo por la puerta trasera, agitados y descompuestos despu¨¦s de atravesarse la multitud que ten¨ªa tomadas la plaza de San Lorenzo y callejas adyacentes a la iglesia de Nuestro Padre Jes¨²s del Gran Poder. A su lado, un chaval¨ªn de ojos de terciopelo se iba poniendo las sayas de monaguillo.
Dentro del templo, una hora antes de que empezara el espect¨¢culo, el ambiente era todav¨ªa quieto, aunque expectante. Invitados de m¨¢s quiero que puedo ocupaban ya la mayor parte de los asientos; los de m¨¢s ringorrango llegaron mucho m¨¢s tarde. En el altar, y adornando tambi¨¦n los laterales de la iglesia, claveles y lirios blancos le daban a la escenograf¨ªa un desmayo de camposanto. Arriba, el Gran Poder parec¨ªa m¨¢s doblado que nunca bajo el peso de su cruz. Solito estaba arriba el Gran Poder, con cara de verlo para creerlo.Y a las siete, con media hora de retraso, el monaguillo de ojos de terciopelo hizo sonar la campana, y Rafael Mudara atac¨® la marcha nupcial, mientras los invitados se empinaban sobre los bancos y desde la calle nos llegaba un rumor de caracola mezclado con alg¨²n que otro alarido de ahogo o de entusiasmo.
En el altar, much¨ªsimos fot¨®grafos suspiraban de ansiedad y com¨ªan lirios. Y la marcha sonando, y los novios que no llegan, porque bajar de los coches de caballos -cuatro corceles blancos para la novia y cuatro tordos para el novio- y alcanzar el altar iba a costarles m¨¢s que el paso del mar Rojo con Mois¨¦s a la cabeza. Llegaron, finalmente, y el susto de los invitados que no hab¨ªan conseguido ponerse en alto fue de los que no se olvidan cuando en lugar de la testa velada de Pantoja se dieron de ojos con el casco -blanco tambi¨¦n, eso s¨ª- de uno de los municipales que llevaban a la novia pr¨¢cticamente en volandas.
"Y qu¨¦ traje tan sencillo", comentaba una devota. Bonito traje, s¨ª se?or, color blanco marfil y sin perifollos, cosa de mucho agradecer. Manto largo, ocho metros, de tul ilusi¨®n, que suele decirse. Diadema en el pelo. Para Paquirri, una mezcla de Currito de la Cruz y conde Dr¨¢cula: traje corto con injerto de esmoquin y rub¨ªes sanguinolentos ci?¨¦ndole el cuello de la camisa.
Entonces un sacrist¨¢n gordito agarr¨® el micro y, con voz de fin del mundo grit¨®: "?Abran las puertas del templo!". Ataque demag¨®gico que hubiera sido muy de agradecer en otras circunstancias. No en ¨¦stas. Se abrieron las puertas, el pueblo entr¨®, y un poco m¨¢s y no vivimos para contarlo. "?Cierren las puertas del templo!", volvi¨® a gritar el sacrist¨¢n gordito. Y los supervivientes respiramos.
La ceremonia fue breve, dentro de lo que cabe. Mientras los novios intercambiaban anillos y miradas, algunas damas prefirieron ahuyentar vah¨ªdos en la sacrist¨ªa. A la salida, mucho menos tumultuosa que la entrada, la pareja se puso en pie en el carruaje y salud¨® dando una vuelta casi completa a la plaza. Gran ovaci¨®n del respetable, que se prolong¨® a lo largo del trayecto hacia los Jer¨®nimos, monasterio donde se dio la fiesta.
Dos millones y medio dicen que ha costado la boda.
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