El monocultivo marroquinero de Ubrique
Un sector en crisis donde prima el trabajo clandestino y la fuerte competencia desleal
Ubrique est¨¢ situada al noroeste de la provincia de C¨¢diz, en una falda de la serran¨ªa que lleva su mismo nombre. Cuenta en la actualidad con un censo de poblaci¨®n pr¨®ximo a los 17.000 habitantes. A 120 kil¨®metros de la capital de la provincia, las v¨ªas de comunicaci¨®n con C¨¢diz son deficientes, estando mucho m¨¢s abocada a Sevilla, de la que suelen llegar sus abastecimientos y por la que realiza sus transacciones comerciales con el resto de la naci¨®n y con el extranjero. Su paraje natural, agreste y bello, apenas es apto para el cultivo. Rebanada en dos por un r¨ªo, que nace en la misma, poblaci¨®n de la que adopt¨® su mismo nombre, ¨¦ste ha constituido su riqueza original, ya que el agua, permiti¨® las curtidur¨ªas, base inicial de la industria marroquinera de hoy. Socialmente es un punto y aparte con respecto al resto de la sierra gaditana; no es ni agr¨ªcola ni ganadera, apenas se conoce el empleo comunitario, sus problemas son diferentes y una prosperidad relativa reina entre sus habitantes desde los a?os sesenta.Habr¨ªa que remontarse a la dominaci¨®n morisca, aficionados al repujado y a los trabajos en piel, para abarcar los or¨ªgenes de la marroquiner¨ªa en Ubrique. Posteriormente, en el siglo X IVII, se conoce la existencia de noques, o estanques, donde se curt¨ªan r¨²sticamente pieles; pero ser¨¢ un siglo despu¨¦s cuando esta artesan¨ªa tomar¨ªa cuerpo con la fabricaci¨®n de bolsas o precisos, que fueron muy ¨²tiles para los contrabandistas del Campo de Gibraltar. Las primeras f¨¢bricas se asientan a principios del siglo XX, y el empresario Emilio Santamar¨ªa, de origen catal¨¢n, cuyo busto preside una de las plazas del pueblo, ser¨¢ en la d¨¦cada de los treinta el art¨ªfice de la canalizaci¨®n comercial de los productos en piel de esta localidad. Hoy, como testigo de todo este proceso, tan s¨®lo queda una peque?a empresa artesanal familiar.
La condici¨®n esencial, de sus productos marroquineros es la de la artesan¨ªa con la que son elaborados. La calidad final, aparte de una selecci¨®n de la materia prima, es obra y gracia de la habilidad y de la fantas¨ªa de sus artesanos. El tan cacareado despegue econ¨®mico de los a?os sesenta supuso para estos artesanos su incorporaci¨®n contradictoria a los esquemas de la producci¨®n industrial.
En esa ¨¦poca la poblaci¨®n pr¨¢cticamente se duplic¨®, merced a la fuerte inmigraci¨®n de los pueblos vecinos. Si la actividad tradicional de este sector, fundamentalmente gremialista, no hab¨ªa sido regulada, frente a esta expansi¨®n el desorden ser¨¢ a¨²n mayor. La competencia es muy fuerte e individualista; incluso llega a ser desleal, ya que se fomenta el trabajo clandestino del trabajador aut¨®nomo, que rebaja en un 50% los costes de producci¨®n.
Las empresas constituidas formalmente no pueden mantener sus costes sociales, se tiene que trabajar a destajo para mantener los precios. Durante los ¨²ltimos cinco a?os se han producido numerosos cierres de empresas, pero los productos han seguido fabric¨¢ndose en casa por los propios artesanos despedidos, ofreci¨¦ndoselos a mayoristas y a los propios empresarios. Se trata de un trabajo negro que sustenta hoy en gran parte la econom¨ªa del monocultivo marroquinero de Ubrique.
Jinetes del Apocalipsis
Corre el dicho de boca en boca por las estrechas calles de Ubrique, cuya poblaci¨®n menor de 40 a?os alcanza el 70%, y es que la prosperidad econ¨®mica implic¨® la expansi¨®n urban¨ªstica de la localidad, claro que de una forma desordenada. Dicen que los jinetes del Apocalipsis, que adem¨¢s coinciden en la cifra de cuatro, compraron las peque?as huertas que rodeaban el pueblo a bajo precio. Actualmente, esos terrenos sin ordenar se venden entre 20.000 y 30.000 pesetas el metro cuadrado. En los alrededores de la villa el viajero puede toparse tambi¨¦n con los chal¨¦s m¨¢s pintorescos.Tres son los grandes problemas con los que se enfrenta el Ayuntamiento de Ubrique: el de la vivienda (hay un d¨¦ficit de 800 viviendas); el de la sanidad, ya que el centro asistencial m¨¢s pr¨®ximo dista 80 kil¨®metros, y el de la educaci¨®n, pues frente a la importante poblaci¨®n en edad escolar no hay centros docentes suficientes.
"Se ha entrado en picado; o se buscan soluciones, o esta industria desaparece", afirma Emilio Rubiales, ex diputado por el PSA y actual alcalde, al hablar sobre la situaci¨®n del sector. La posibilidad de que la peculiar crisis que sufre, cuyo origen no est¨¢ ni en la ca¨ªda de la producci¨®n ni en la falta de mercados, ahogue econ¨®micamente al pueblo preocupa al ayuntamiento, cuyas posibilidades de tomar cartas directas en el asunto tampoco son muy grandes, ya que se estima que las soluciones vendr¨ªan de la mano de los empresarios, la Administraci¨®n y los propios trabajadores-artesanos. Sobre la existencia del trabajo negro, el alcalde es tajante: "Obligar a que el trabajador haga su labor en casa va en detrimento de la calidad instituida por nuestros antepasados". Desde su punto de vista, una alternativa para salvar el marasmo en el que se desenvuelve el sector tendr¨ªa que pasar por la creaci¨®n de un consejo regulador de precio y calidad y de una uni¨®n de exportadores.
Un problema claroscuro
"Los problemas de Ubrique los tenemos muy claros, pero tambi¨¦n muy oscuros; mientras no se solucione el problema del trabajo a destajo, no los arreglaremos". Estas palabras, pronunciadas por un trabajador en una asamblea en la que se estudiaba la negociaci¨®n del pr¨®ximo convenio del sector , definen la mentalidad peculiar del artesano marroquinero. Todos tienen perfectamente claras las soluciones, pero cuando se superen los momentos ¨¢lgidos de la negociaci¨®n de un convenio, la gran mayor¨ªa volver¨¢ a caminar por libre. Parece como si los sindicatos fueran incapaces de amarrar a sus afiliados en las relaciones socio-laborales.Sociol¨®gicamente, el trabajador-artesano de Ubrique es gremialista; otro tanto sucede con el patr¨®n-empresario, y los componentes anarcosindicalistas en su mentalidad laboral son muy fuertes. En este sector son cuatro los sindicatos que se disputan la clientela por la parte social: USO, CLAT (Confederaci¨®n Libre Aut¨®noma de Trabajadores, que ¨²nicamente tiene incidencia en esta poblaci¨®n y en Jerez de la Frontera, en otro sector peculiar como es el de las bodegas) CC OO y UGT.
Tambi¨¦n hay que se?alar que hasta el a?o 1965 no se firma el primer convenio en el sector, que supuso una peque?a racionalizaci¨®n del mismo, la unificaci¨®n de salarios por categor¨ªas profesionales, la implantaci¨®n de las pagas extras, el incremento de la afiliaci¨®n a la Seguridad Social y la reglamentaci¨®n de las vacaciones.
Los cuatro sindicatos parecen estar de acuerdo en el momento de realizar un an¨¢lisis de la situaci¨®n ca¨®tica que vive el sector marroquinero. Tambi¨¦n tienen que enfrentarse con unas relaciones sociolaborales marcadas por el dictado de la artesan¨ªa, y en las que el patrono es un peque?o empresario que a lo sumo emplea a 100 trabajadores y, adem¨¢s, mantiene unas relaciones muy estrechas con sus empleados por las propias condiciones del trabajo efectuado.
Las soluciones alternativas son las que provocan las diferencias entre los cuatro sindicatos, aunque el nexo com¨²n sea el de la racionalizaci¨®n del sector; racionalizaci¨®n que, por otra parte, se ve con cierto escepticismo por los sindicalistas, ya que esta petici¨®n se viene arrastrando desde comienzos de la d¨¦cada de los setenta: hay un gran temor al individualismo del empresario marroquinero. Las cuatro centrales sindicales podr¨ªan suscribir la frase pronunciada por Tom¨¢s Romero Chac¨®n, secretario del sindicato de la piel de UGT de esta localidad: "Ubrique est¨¢ en la UVI".
Dentro del m¨¢s puro posibilismo, tras los estudios econ¨®micos realizados por los respectivos sindicatos, las soluciones deambulan entre el cooperativismo y la creaci¨®n de unos canales de producci¨®n y comercializaci¨®n s¨®lidos. Las cooperativas existen ya en el sector, pero hasta el presente han venido funcionando con numerosas dificultades y como si se tratasen de unas empresas m¨¢s.
Ante los sucesivos cierres de las empresas, y dentro de una visi¨®n a corto plazo, los sindicalistas coinciden en que hay que buscar resortes legales que impidan esta din¨¢mica que, por otra parte, favorece el aumento del trabajo clandestino.
En buena l¨®gica, las soluciones vendr¨ªan dadas dentro de los esquemas de un sistema comercial racional; es decir, atar los cabos en la producci¨®n y en la comercializaci¨®n y capitalizar las empresas. En esta labor, empresarios, trabajadores y Administraci¨®n deben dialogar seriamente. Jos¨¦ Rom¨¢n, el Anillao, de CC OO y especialista en los problemas del sector, tambi¨¦n lo entiende as¨ª.
No son los culpables
Un estudio realizado por encargo del Ayuntamiento de Ubrique censa en unos 600, entre f¨¢bricas y peque?os talleres, los centros de producci¨®n existentes. A este censo habr¨ªa que a?adir la cifra inc¨®gnita de los aut¨®nomos ilegales. Los empresarios de Ubrique, acogidos a la FEMA (Federaci¨®n de Empresarios Marroquineros), dicen estar al l¨ªmite de sus posibilidades ya que no pueden mantener los costes sociales dentro de una din¨¢mica normal de producci¨®n. A ello se a?ade la fuerte competencia, la ca¨ªda hasta cierto punto importante del mercado nacional y las dificultades que encuentran para la exportaci¨®n, fundamentalmente a Europa y Estados Unidos, aunque algunos han llegado hasta el mercado japon¨¦s. A pesar de todo, no creen que la crisis del sector marroquinero tenga su origen en el mercado; tambi¨¦n son conscientes de que ¨¦sta se genera en la din¨¢mica de producci¨®n. Pese a ello, no se consideran culpables exclusivos y estiman que las cargas de culpabilidad hay que repartirlas entre todos.El empresario de Ubrique es peque?o. Sus talleres, aut¨¦nticos reinos de taifas, emplean 8, 10, 20, 30, a lo sumo 100 trabajadores. Estos empresarios nacieron de la nada, a base de habilidad e ingenio. Montaron sus negocios sin apenas capitalizaci¨®n, necesitaban escasa mecanizaci¨®n (una m¨¢quina para dividir la piel, otra para rebajarla, una troqueladora para cortarla y una m¨¢quina de coser) y las manos del artesano. La gran mayor¨ªa no entiende la contabilidad y la administraci¨®n de la empresa moderna. Vestidos con la bata del artesano, son uno m¨¢s de entre sus trabajadores. De todas formas, el ingenio y la iniciativa propia han sido caracter¨ªsticas fundamentales de los mismos: han salido al extranjero a vender sus productos, visitan las ferias internacionales, se asesoran en el dise?o de los productos y su propia fantas¨ªa ser¨¢ en ¨²ltima instancia la creadora del modelo, sea cartera, malet¨ªn, bolsa o cintur¨®n.
Las relaciones con sus trabajadores son plenamente paternales; ellos mismos ense?an a sus aprendices e inculcan en sus empleados la dignidad del trabajo artesano, individualista y creador, dos t¨¦rminos que el empresario de Ubrique asume con orgullo. Aunque ejerzan una fuerte competencia entre s¨ª, los empresarios acusan de deslealtad a los mayoristas, que encargan al aut¨®nomo ilegal sus pedidos que, sin costes sociales, son ofertados al mercado a mitad de precio. Pero los propios empresarios son objeto de cr¨ªticas por parte de los sindicatos, cuando se les acusa de propiciar tambi¨¦n este tipo de pr¨¢cticas fraudulentas.
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