La gesti¨®n cultural y la recuperaci¨®n de las fiestas populares, aportaci¨®n de los ayuntamientos democr¨¢ticos
Conviene iniciar este an¨¢lisis con un somero balance de las realizaciones culturales del Ayuntamiento de Madrid, s¨®lo a modo de ejemplo, para concluir que, en mayor o menor medida y siempre dependiendo de las disponibilidades econ¨®micas, se pueden aplicar los mismos criterios a la inmensa mayor¨ªa de los municipios, empezando por los m¨¢s peque?os. La pol¨ªtica cultural ha sido (con excepciones como Euskadi, como m¨¢s tarde se ver¨¢) no s¨®lo una de las principales aportaciones de los nuevos ayuntamientos, sino uno de los veh¨ªculos decisivos a la hora de acercar a¨²n m¨¢s la democracia a los ciudadanos. En esto, en el acierto de renunciar a dirigir la cultura, tomo se hac¨ªa antes, y en detraer m¨¢s dinero para este capitulo radica el m¨¦rito.Al menos un mill¨®n y medio de personas participaron, de un modo u otro, en los ¨²ltimos festejos madrile?os de San Isidro, en un conjunto de m¨¢s de 200 actos populares. Los domingos de sol, por la ma?ana, el parque del Retiro es una de las manifestaciones culturales, c¨ªvicas y de participaci¨®n e integraci¨®n ciudadana m¨¢s interesantes de Europa.
Decenas de grupos de teatro, t¨ªteres, mimo, m¨²sicos y poetas se disputan los espacios m¨¢s concurridos de la Alameda, el ?ngel Ca¨ªdo o los palacios de Cristal o de Vel¨¢zquez, para dar actuaciones continuadas por s¨®lo la voluntad.
El Centro Cultural de la Villa de Madrid es un punto b¨¢sico de referencia (ofertas teatrales, musicales, cinematogr¨¢ficas, exposiciones); la plaza Mayor concentra cada domingo a miles de aficionados a la filatelia y a la numism¨¢tica; el teatro Espa?ol fue restaurado tras el incendio que le destruy¨® en parte; se program¨® un buen calendario de exposiciones del Museo Municipal de Madrid y el apoyo para dotar de, una mejor infraestructura a los museos; se restauraron monumentos y se limpiaron fachadas; se recuperaron festejos como los carnavales, autorizados despu¨¦s de cincuenta y tantos a?os, o los del Dos de Mayo; se exportaron semanas culturales como la de Mosc¨² en 1981; se puso en marcha un peri¨®dico municipal, tambi¨¦n llamado Villa de Madrid, y hubo un sinn¨²mero de exposiciones de pintores y artistas de talla, en fin, para no agobiar excesivamente al lector.
El paro, adem¨¢s, empuj¨® a la calle a decenas de personas que intentaron ganarse la vida con actividades art¨ªsticas de todo tipo.
Y as¨ª, el paisaje de Madrid no s¨®lo ha permitido descubrir talentos o formas de expresi¨®n art¨ªsticas antes incluso reprimidas, sino que, entre esto y lo anterior, se consigui¨®, una aut¨¦ntica cultura urbana. Y todo ello con un presupuesto peque?o, unos 1.000 millones de pesetas en 1982.
Pero si el acierto del gobierno municipal de Madrid fue renunciar a dirigir la cultura, a oficializarla (antes bien, la descentraliz¨® hacia los barrios), el m¨¦rito principal no residi¨® s¨®lamente en esta democratizaci¨®n de la cultura o en la recuperaci¨®n de la fiestas y de la calle.
Consecuencia de lo anterior fue el fen¨®meno integrador y participativo de los ciudadanos. Es bien cierto que muchos ciudadanos empezaron entonces a darse cuenta de que ten¨ªan ayuntamiento a trav¨¦s de la cultura.
La excepci¨®n de Euskadi
Los mismos par¨¢metros y reflexi¨®n es hay que aplicar en Barcelona, ciudad, adem¨¢s, de mayor tradici¨®n cultural que Madrid. En la capital catalana la cultura ha sido uno de los aut¨¦nticos ejes, si no el principal, de la vida local, y la mejor moneda de cambio.
La gesti¨®n del ayuntamiento que presidi¨® el ministro Narc¨ªs Serra y que ahora encabeza Pasqual Maragall ha ayudado a recuperar la se?as de identidad de la ciudad. Ya queda dicho que en mayor o menor medida, seg¨²n informes remitidos por nuestros corresponsales, todo lo anterior, generalmente dependiendo de las disponibilidades econ¨®micas de las corporaciones, podr¨ªa aplicarse ¨ªntegramente a la inmensa mayor¨ªa de los municipios espa?oles.
La excepci¨®n m¨¢s notable es, sin embargo, Euskadi. La pol¨ªtica cultural ha sido el tal¨®n de Aquiles de la gesti¨®n de los ayuntamientos nacionalistas vascos, reflejo a su vez de los pobres resultados culturales que ha ofrecido el Gobierno aut¨®nomo presidido por Carlos Garaicoetxea y cuyo consejero de Cultura, Ram¨®n Labayen, opta ahora a la alcald¨ªa de San Sebasti¨¢n.
La ¨²nica preocupaci¨®n ha sido la recuperaci¨®n del euskera. En la capital de Guip¨²zcoa la gesti¨®n cultural se centr¨®. en la comisi¨®n de festejos, en una serie de actos m¨¢s destinados a los veraneantes de toda la vida y pensando m¨¢s en el necesario apoyo a la hosteler¨ªa que en otra cosa.
Quema de libros en Bilbao
El triste episodio de la quema de libros ordenada por el alcalde de Bilbao se lo recordaron hasta en Mosc¨² a Roberto Negro, que participaba en un certamen cinematogr¨¢fico en la capital sovi¨¦tica. Le presentaron como venido de una ciudad espa?ola donde se queman los libros. La cr¨ªtica habr¨ªa que suavizarla en el caso de Vitoria, con un alcalde tambi¨¦n nacionalista, Jos¨¦ Angel Cuerda, de talante m¨¢s integrador y abierto al di¨¢logo.
Especial importancia ha revestido la pol¨ªtica cultural de los ayuntamientos en Andaluc¨ªa. En ciudades como Granada, de la que hoy se puede decir con propiedad que es la capital cultural andaluza por excelencia, el ayuntamiento ha suplantado a la Universidad. Se hanhecho realizaciones de la importancia del centro cultural Manuel de Falla y se recuerda a¨²n la entrada de Rafael Alberti en Granada. Como en toda Espa?a, en Andaluc¨ªa se ha notado de forma especial la recuperaci¨®n de los festejos populares, sobre todo los carnavales de C¨¢diz, que si bien lograron sobrevivir a los largos a?os de prohibici¨®n, no alcanzaron su verdadero apogeo hasta hace dos a?os.
La bandera de la cultura andaluza
Fue el Partido Socialista de Andaluc¨ªa (PSA) el primero en levantar la bandera de la cultura en esta regi¨®n, probablemente por ser el principal espacio de que pod¨ªa disponer este grupo, incluso despu¨¦s de su sorprendente buen resultado en las elecciones de 1979. En los pactos poselectorales, los andalucistas se reservaron las concejal¨ªas de Cultura y el entendimiento con las fuerzas de la izquierda en este campo fue notable.
Notable importancia en el acercamiento de la cultura a los ciudadanos, especialmente en las ciudades del cintur¨®n de Madrid y en Catalu?a, ha supuesto la publicaci¨®n de peri¨®dicos y la puesta en marcha de emisoras de radio municipales.
Son muchas, y el espacio escaso, las realizaciones culturales hechas desde los ayuntamientos espa?oles, con la dificultad ya referida del escaso presupuesto.
Baste citar algunos ejemplos del mencionado buen hacer: la Muestra del Cine Mediterr¨¢neo, el premio internacional Jos¨¦ Iturbi de Piano o el Premio de las Letras del Pa¨ªs Valenciano (ganadas las primeras ediciones por Joan Fuster y Juan Gil Albert); el cincuentenario de la Normas Ortogr¨¢ficas de Castell¨®n; la normalizaci¨®n ling¨¹¨ªstica del mallorqu¨ªn y el inter¨¦s de las autoriades baleares para la igualdad de las distintas lenguas; el Festival Internacional de folk de Valladolid; la Semana de M¨²sica Religiosa o el. Festival de Teatro de Avil¨¦s, donde funciona ejemplarmente una escuela municipal de m¨²sica; la universidad popular de Gij¨®n; la Escuela Municipal de Cine de Salamanca, pionera en Espa?a; el proyecto de centro gallego de arte contempor¨¢neo del Ayuntamiento de La Coru?a; el festival de t¨ªteres de Castilla y Le¨®n; los focos culturales en Plasencia y M¨¦rida, y tambi¨¦n en algunas ciudades de las islas Canarias, etc¨¦tera.
La enumeraci¨®n de los logros culturales en la inmensa mayor¨ªa de los ayuntamientos es necesariamente extensa. Son el principal argumento, como tambi¨¦n queda dicho, de que el poder local est¨¢ mucho m¨¢s a ras del suelo que el poder gubernamental. Es uno de los factores que m¨¢s han terminado de acercar a los espa?oles a la democracia.
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