San Isidro convierte en zocos los paseos y plazas mas castizos de Madrid
Durante una densa semana, de d¨ªa y de noche, Madrid est¨¢ festejando a su patr¨®n, San Isidro. La noche es el tiempo de las verbenas, los conciertos, las actuaciones teatrales y las conquistas amorosas. Las horas de luz permiten, en cambio, redescubrir la ciudad, con un paseo por las numerosas ferias populares que el ayuntamiento patrocina. A la Villa, empapelada a¨²n con los retratos de los que, recientemente, aspiraron a su alcald¨ªa, le han surgido varios zocos en sus paseos y plazas m¨¢s castizos. Cer¨¢mica, libros antiguos y gastronom¨ªa son algunas de las actividades que esta semana ocupan las calles madrile?as para gozo de iniciados y profanos.
Un personaje de unos 50 a?os de edad, cubierto con boina vasca, lucidor de luengas barbas blancas, ataviado con una r¨²stica t¨²nica marr¨®n, recorre estos d¨ªas isidriles el paseo de Recoletos. No vende nada, s¨®lo pide la voluntad a cambio de la entrega de un librito titulado Nuestro pan diario, y dice ser y llamarse D¨¢maso Alonso, miembro de una comunidad de anacoretas que lleva 40 a?os viviendo en ermitas solitarias de la burgalesa poblaci¨®n de Pradoluengo. "Los hermanos se refugian en chozas pobres, pasan fr¨ªo y hambre, visten con malas ropas, no duermen y s¨®lo comen una vez al d¨ªa, para no desmayarse", informa al transe¨²nte D¨¢maso Alonso.En sus andanzas por Recoletos, el anacoreta se cruza con frecuencia con Francisco Simancas, otro superviviente de viejas actitudes ideol¨®gicas. Simancas, 81 a?os de edad y m¨¢s de seis d¨¦cadas de militancia anarquista, encarcelado durante el franquismo, profesor mercantil jubilado, 5.500 pesetas mensuales de pensi¨®n, vocea, con infatigable entusiasmo, textos libertarios escritos y editados por ¨¦l mismo. "Lo seguir¨¦ haciendo hasta que me muera, aunque ya s¨¦ que ¨¦ste no es tiempo para idealistas", afirma.
La coincidencia del ermita?o y el anarquista en Recoletos no es casual. Estos d¨ªas, y dentro del programa de fiestas de San Isidro, se celebra all¨ª la s¨¦ptima edici¨®n de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasi¨®n, que re¨²ne a 30 profesionales de Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia y Granada. Unos 300.000 vol¨²menes de los siglos XVI al XX tientan all¨ª a una concurrencia compuesta en su mayor parte por hombres mayores de 25 a?os, muchos de los cuales repostan, entre caseta y caseta, en el cercano Caf¨¦ Gij¨®n. En la feria puede encontrarse desde una edici¨®n republicana de Las nacionalidades, de Pi i Margall, por 300 pesetas, hasta los dos tomitos del primer Quijote en miniatura que, en 1832, imprimiera Didot en Par¨ªs. Esta ¨²ltima rareza se vende al precio de 40.000 pesetas.
"Los libros m¨¢s solicitados son los de historia local, gastronom¨ªa, caza y viajes", dice Jos¨¦ Fern¨¢ndez Berchi, propietario de una librer¨ªa de la cuesta de Moyano cuya fundaci¨®n se remonta a 1928. Su larga experiencia ha ense?ado a Berchi que los autores m¨¢s solicitados por los madrile?istas son ?lvarez de Baena, Amador de los R¨ªos y Mesonero Romanos. Una edici¨®n facs¨ªmil, realizada en Barcelona, de las Escenas matritentes del ¨²ltimo de ese tr¨ªo de autores, que us¨® en ese texto el seud¨®nimo de el Curioso Parlante, es, precisamente, uno de los libros m¨¢s vendidos de la feria. Su precio, 950 pesetas, ayuda a esa popularidad.
"Lo importante de esta feria", dice Fern¨¢ndez Berchi, "no son tanto las ventas que se puedan hacer como la realizaci¨®n de contactos con potenciales compradores y tambi¨¦n vendedores". El librero se lamenta de que el ayuntamiento les haya cobrado 280.000 pesetas por la ocupaci¨®n del paseo de Recoletos, y afirma que en ediciones anteriores esa cifra era muy inferior. "La instalaci¨®n de las casetas nos ha costado, adem¨¢s, 2.300.000 pesetas, y la rentabilidad econ¨®mica no va a ser, por tanto, muy alta". Fern¨¢ndez Berchi, eso s¨ª, muestra su simpat¨ªa por el alcalde de Madrid. "En los cuatro a?os que lleva, no ha dejado de venir a inaugurar esta feria".
El reino del botijo
"Madrid se ha convertido en la capital de la cer¨¢mica art¨ªstica espa?ola", explica, con absoluto convencimiento, Luis Mic¨®, mientras invita a recorrer con la mirada los 32 tenderetes que, bordeados por setos de madro?os y aligustres y sombreados por acacias y pl¨¢tanos, se desparraman por los jardines del cuartel de Conde Duque. Un gran cartel informa al paseante de que est¨¢ en la 1? Feria de la Cer¨¢mica Madrile?a. Luego, Mic¨® argumenta su afirmaci¨®n: "Madrid no ha tenido nunca una tradici¨®n ceramista como Manises, La Bisbal, Talavera o Sargadelos, pero en los ¨²ltimos a?os ha aparecido un grupo de j¨®venes artesanos que, en mi opini¨®n, es el m¨¢s numeroso y riguroso del pa¨ªs".La biograf¨ªa de Luis Mic¨® puede resumir la historia del nacimiento de esta cer¨¢mica urbana madrile?a. "Yo hice estudios de aparejador y periodista, pero no llegu¨¦ a acabar ninguna carrera", cuenta. "En realidad, lo que a m¨ª me gustaba era trabajar por mi cuenta, con mi imaginaci¨®n y mis manos, y por eso, hace siete a?os, abr¨ª mi primer taller alfarero en la calle de Bolonia".
"La ¨²nica condici¨®n que se impuso para participar en esta primera edici¨®n de la feria es que se los expositores fueran artesanos profesionales que no hicieran trabajo en serie y que vendieran directamente sus productos al p¨²blico", cuenta Elena Luis, maestra de t¨ªtulo y ceramista por elecci¨®n desde hace cuatro a?os. La joven artesana expone en los jardines de Conde Duque murales, un precioso ajedrez de barro donde moros y cristianos han sustituido a las cl¨¢sicas piezas blancas y negras. Y es que en esta feria pueden verse y comprarse todo tipo de productos de los m¨¢s diversos dise?os, colores y materiales. Tal es la variedad, que resulta dif¨ªcil hablar del nacimiento de un estilo cer¨¢mico madrile?o.
A cuatro pasos del cuartel de Conde Duque, en la plaza de las Comendadoras, flanqueado por un convento de monjas en restauraci¨®n que data de 1650 y donde a¨²n habitan seis religiosas, est¨¢ el segundo mercadillo de mercanc¨ªas de barro de estas fiestas de San Isidro. La Feria de la Cacharrer¨ªa, que esta primavera celebra su tercera edici¨®n, recupera la vieja tradici¨®n madrile?a de acercarse a la pradera que rodeaba la ermita delsanto patr¨®n y, entre la merienda y el baile, comprar botijos de Oca?a, Talavera o Manises para combatir los rigores del inminente verano.
Bajo los altos chopos. de la plaza de las Comendadoras, 11 tiendas madrile?as, especializadas en la venta de botijos, pucheros, ollas, jarras, aguamaniles y lebrillos, tra¨ªdos de toda Espa?a, han instalado unos provisionales puestos. Mar¨ªa Dolores Narros, seis a?os dando vueltas por los alfares de Espa?a para traer a Madrid sus mejores piezas, es uno de los expositores. Narros observa una cierta crisis en el sector, que puede llevar al cierre de algunos comercios. "Parece que a los madrile?os les resultara dif¨ªcil entrar en una tienda para comprar cer¨¢mica de Toledo, C¨®rdoba o Catalu?a; prefiere hacerlo directamente en el lugar de origen o, en todo caso, en mercadillos al aire libre, como ¨¦ste", explica ante un completo surtido de cer¨¢mica verdiazul de Fajalauza (Granada).
M¨¢scaras y gastronom¨ªa
La Feria de la Cacharrer¨ªa se diferencia de la de cer¨¢mica en que los expositores no son los artesanos, sino comerciantes, y en que los productos proceden de todo el territorio nacional y no s¨®lo de Madrid. Por lo dem¨¢s, las dos muestras tienen en com¨²n el hecho de que el ayuntamiento les haya cedido las respectivas plazas sin cobrar un duro. Los expositores s¨®lo tienen que pagar la instalaci¨®n. "A la vista de c¨®mo est¨¢n las cosas en las tiendas, esta feria nos supone un alivio econ¨®mico temporal", admite Fernando Urquijo, especializado, desde hace 10 a?os, en traer a Madrid la mejor cer¨¢mica cordobesa. Sin embargo, Urquijo espera que el pr¨®ximo fin de semana el n¨²mero de visitantes se incremente de forma sensible. "Es que con estos d¨ªas nublados y lluviosos la gente no se anima mucho a salir", dice.Por razones distintas, la Feria de la M¨¢scara y la Semana de Gastronom¨ªa, dos de las muestras incorporadas en los ¨²ltimos a?os al programa isidril, han quedado deslucidas en el presente ejercicio. La Feria de la M¨¢scara, que re¨²ne en la plaza de Santa Ana, bajo la atenta mirada de un Calder¨®n petrificado, a 23 talleres artesanos especializados en marionetas, antifaces y m¨¢scaras, sufri¨® el pasado martes un incendio que destruy¨® la caseta donde se almacenaba la mayor parte de las mercanc¨ªas. Con tres millones de pesetas perdidas, el trabajo de todo un a?o, los artesanos de la plaza de Santa Ana est¨¢n desolados. "Hem os decidido mantener abierta la feria como testimonio de nuestra desgracia", dice un portavoz del Colectivo Artima?a, responsable de la organizaci¨®n. Los afectados no pueden ocultar su sospecha de que alguien prendi¨® el fuego que arruin¨® su labor, aunque los bomberos y la polic¨ªa han descartado esa hip¨®tesis.
Una cuesti¨®n de est¨®mago provoc¨® que, el 10 de mayo del a?o pasado, Enrique Tierno recibiera uno de los pocos abucheos de su gesti¨®n como alcalde. Tierno inauguraba la II Semana de la Gastronom¨ªa, y el acto consist¨ªa en una degustaci¨®n de platos regionales a celebrar en un recinto vallado, situado en la plaza Mayor. Cientos de personas no se resignaron al papel de meros espectadores y protestaron por el hecho de que las personalidades picotearan tranquila y placenteramente, ante sus anhelantes miradas. Frases como "?Alcalde, abre, el pueblo se muere de hambre!" consiguieron que Tierno ordenara la retirada de las vallas y la participaci¨®n popular en el fest¨ªn.
El ayuntamiento ha aprendido la lecci¨®n, y en la edici¨®n de 1983 de la semana de gastronom¨ªa ha evitado con celo la celebraci¨®n de un acto abierto a la mirada del p¨²blico. Como el ayuntamiento no puede dar de comer a todos los madrile?os, al menos se ha evitado que se puedan sentir molestos por ver comer a unos pocos.
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