El exilio invisible
"?Es horrible! Pero ?a qu¨¦ arte diab¨®lica debe someterse a un hombre para que lo vuelvan invisible!". "No es un arte diab¨®lica. Es un proceso...".
H. G. Wells, en El hombre invisible.
A veces, me creo invisible. Sucede cuando me quito mi americana de tweed, mi pull-over de lana, mis pantalones de pana y mis zapatos de vaqueta virada; luego, toda la ropa interior, y me miro al espejo ?y no veo nada! ?Ser¨¦ como el extra?o que lleg¨® a una inn, lejana posada inglesa, un d¨ªa de invierno, invisible de veras? Al menos, mucha gente me lo hace creer, como si yo fuera una versi¨®n del rey que iba en cueros y nadie se atrev¨ªa a confesar lo que ve¨ªa. Soy el rev¨¦s del rey, por supuesto. Voy vestido, pero el efecto es como si fuera disfrazado, aunque me quede desnudo: si me quito toda mi ropa inglesa, nadie ve nada. Soy (lo sabe hasta el proverbial ni?o de cinco a?os) un exiliado cubano. Existo, pero no en exilio. Mi h¨¢bito me hace ingl¨¦s, pero mi desnudez me aniquila. S¨®lo soy yo gracias a mi vestimenta.
Hasta la palabra que podr¨ªa designar ni? status es diferente para m¨ª ahora. En Cuba, antes, por ejemplo, los republicanos refugiados de la guerra civil, ll¨¢mense Casona o El Campesino, era exilados. Ahora todos los desterrados que hablan espa?ol por el mundo en di¨¢spora son exiliados (menos los cubanos). Debemos recordar a esos jud¨ªos que ven¨ªan huyendo de Hitler que tampoco eran exiliados: eran jud¨ªos, casi intocables. Lo mismo pasa con los exiliados cubanos, jud¨ªos de Castro. No somos marranos, pero somos gusanos (apelativo castrista). Goebbels invent¨® un mote parecido para los jud¨ªos: ungeziefer (alima?as). Es f¨¢cil eliminar a un hombre cuando no es ya un hombre, sino una alima?a o un gusano; pero siempre hay sangre, cad¨¢veres: un embarro. Es m¨¢s limpio hacerlo invisible.Mi invisibilidad recuerda, a ese escamoteo verbal que practicaba la Real Academia de la Lengua para eliminar lo indeseable. As¨ª, el Diccionario manual (ilustrado) olvida lit palabra exilio, y en la p¨¢gina 711, columna A, salta de exiguo a eximio, con arte de birlibirloque, pero en medio (?para pedir perd¨®n o cubrir la vacante?) pone eximente. ?Presto! El exilio desapareci¨® y los exiliados o exilados se esfumaron hacia el limbo ling¨¹¨ªstico o legal. ?Busionismo o mera ilusi¨®n? Para Franco (mi edici¨®n es la de EspasaCalpe de 1950) no hab¨ªa exilio: hab¨ªa s¨®lo una roja desbandada. Los exiliados no exist¨ªan, espa?oles o no. Como dec¨ªa ese otro tirano grotesco, el rey Ub¨²: "Si no hay Polonia, entonces no habr¨¢ polacos" (como para que medite Jaruzelski sobre su problema polaco y una posible soluci¨®n rusa). Si no hay exiliados, no hay exilio: es una simple proposici¨®n l¨®gica. En Cuba, donde todos los emigrantes espa?oles eran gallegos (como si loscubanos no s¨®lo presintieran a Franco, gallego ep¨®nimo, sino que Fidel Castro, gallego an¨®nimo e?tonces, tambi¨¦n ser¨ªa posible: cosa curiosa, la taxonom¨ªa tiene m¨¢s de magia que la astrolog¨ªa), los jud¨ªos erar para nosotros polacos todos, As¨ª, el cubano de la calle fue m¨¢s efectivo que Hifier y pudo encontrar la soluci¨®nfinal desde el principio (desde antes, es m¨¢s). Para
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los que creen que todo ma?ana ser¨¢ siempre mejor (como si acortaran la palabra futuro a mero fruto), el gran Diccionario de la Real, edici¨®n de Espasa-Calpe de 1956, admite el exilio, pero no los exiliados.
La Limpia y Fija puede ser, sin embargo, en su progreso retr¨®grado (s¨ª que existe este movimiento: no en f¨ªsica, pero en pol¨ªtica), m¨¢s resueltamente avanzada que muchos escritores llamados progresistas simplemente porque no quieren confesarse comunistas. Un conocido cr¨ªtico literario uruguayo escribe un largo y sesudo ensayo sobre el exilio en Am¨¦rica, y no encuentra m¨¢s que un cubano exiliado o exiliable: Jos¨¦ Mart¨ª. ?Habr¨¢ que recordar al lector espa?ol que Mart¨ª muri¨®, no de naturaleza, en 1895? Un escritor suramericano, laureado, hace un discurso ante una academia, pero no sobre literatura, sino sobre exilios, y escoge a Chile -?arbitrario?- como el pa¨ªs m¨¢s dado al exilio. Un mill¨®n de chilenos ha abandonado a Pinochet a su soledad de los Andes, asegura aut¨¦ntico. ?Es un diezmo!", termin¨® el informe para acad¨¦micos, sin una sola menci¨®n a Cuba, pa¨ªs modelo en cuanto a la forma de tratar a sus disidentes y descontentos, como se sabe. La exquisitez de Fidel Castro en estas cosas es ejemplar.
Pero la verdad desnuda es boyante y siempre sube a flote en todo medio espeso. Hay cerca de un mill¨®n y medio de cubanos viviendo en el exilio desde 1959 (algunos miles eran batistianos, cierto; pero entre ellos estaba tambi¨¦n -?casualmente?- el primer presidente castrista), y es s¨®lo ahora que la poblaci¨®n de la isla rebasa los 10 millones de habitantes. Se trata, como es obvio, de algo m¨¢s que un diezmo. Es, de hecho, diezmo y medio, pero inmencionable, tab¨². Como al olmo, al futuro se le piden peras, no peros.
Un escritor porte?o pasea melanc¨®lico por las bibliotecas de Europa su largo exilio apol¨ªtico y, tras haber asumido la frase francesa "nada mata tanto a un hombre como verse obligado a representar su pa¨ªs", se permite los riesgos del inmortal y no s¨®lo representa a otro pa¨ªs, y a otro, y a otro, sino hasta un continente y una causa. Su exilio se hab¨ªa hecho apocal¨ªptico. Este escritor, que hab¨ªa abandonado Argentina en 1952, odiando a Per¨®n hasta la n¨¢usea f¨ªsica, pero a¨²n m¨¢s a Evita, aparentemente sufri¨® el s¨ªndrome que su maestro argentino diagnostica como hecho de "sucesivas y encontradas lealtades". As¨ª, fue exiliado antiperonista; luego, peronista; despu¨¦s, antimilitares antiperonistas, y ahora, generalizante militante d'apres des iles Malvinas. Pero, preguntado por un periodista mexicano por los escritores cubanos exiliados, declar¨®, con ¨¦nfasis en sus erres todav¨ªa francesas: "No hay escritores exiliados de la Grevoluci¨®n. No hay m¨¢s que gusanos". Lo que, por supuesto, niega la posibilidad de alfabetizarse a toda larva analfabeta y, de paso, el acceso a la escritura a cada gusano que quiera brillar ilustrado como mariposa literaria. Este escritor ser¨¢ materialista, pero naturalista no es. Estar¨¢ cerca de Marx, pero lejos de Linneo.
Un grupo de refugiados pol¨ªticos antiguos y actuales se re¨²ne en Madrid para intercambiar memorias del exilio. Los hay de todas partes de Espa?a y de Am¨¦rica (menos de Cuba). Nadie -est¨¢ de m¨¢s decirlo- ech¨® de menos a los cubanos, los exiliados americanos que llevan m¨¢s tiempo en Espa?a. ?Curioso y curioso!, dir¨ªa Alicia, furiosa. Hab¨ªa en este simposio neoplat¨®nico hasta un inusitado diplom¨¢tico mexicano en funciones, que deb¨ªa ser un exiliado oficial o un observador de la ONU. Pero los cubanos, visibles en todas partes, ya innombrables, eran all¨ª invisibles. Es cierto que la reuni¨®n era m¨¢s fr¨ªvola que seria, a pesar de la edad respetable de los reunidos. Era como una cana al aire pol¨ªtico. Se lleg¨® incluso a hacer el elogio del exilio como si fuera un gusto adquirido. Pruebe, por favor, un poco m¨¢s de ostracismo. ?Ummm! ?Qu¨¦ delicia! Parec¨ªa, de veras, cierta nostalgia de Franco invertida (como Vizca¨ªno Casas, pero con comicidad m¨¢s espont¨¢nea). Este elixir de exilio era espa?ol en la memoria colectiva y -?por qu¨¦ no decirlo?- festiva. Pero recuerdo hasta exiliados andaluces que, como no eran gitanos, eran infelices. Conoc¨ª, por ejemplo, al m¨¢s triste de todos los poetas espa?oles exiliados, Luis Cernuda, y me pareci¨® un hombre calmo, pero desesperado: una especie de suicida tan correcto que no se pegaba un tiro por temor de herir a sus amigos. Cernuda, ciertamente, no habr¨ªa estado en este convivi¨®.
Ahora, el ministro de Cultura de Castro (que existe, porque lo he visto en fotos, bien visible en su traje oscuro a rayas blancas verticales: todo, hasta el chaleco, lo hac¨ªa indiscernible de un capo secundario en El padrino) declara a EL PA?S, con su gerundio atropellado, que no hay escritores de alta "escala intelectual" que hayan abandonado el pa¨ªs (queriendo decir Cuba), y nombra a Juan Marinello (a quien llama Marinero, ?en tierra?), a Fernando Ortiz, a Carpentier y a Lezama Lima con el mismo ceceo ansioso. Pero olvid¨® decir que todos los mencionados est¨¢n en Cuba ?porque est¨¢n muertos! Hace tiempo que todos ellos (y ahora incluyo yo a Virgilio Pi?era, el mejor teatrista cubano de todos los tiempos, que tambi¨¦n se qued¨® en Cuba para vivir de miedo y morir de un susto sostenido) est¨¢n bajo tierra, y si no los secuestran los gusanos de Hamlet, pol¨ªtic worms, no veo c¨®mo podr¨¢n dejar la isla, cruzar los mares o los aires, emigrar (para devenir ellos tambi¨¦n cad¨¢veres invisibles). Pero sucede que, siempre desafortunado, el primer ministro de Cultura y Luces de Cuba castrista hace hincapi¨¦ en Lezama, sobre cuya eminencia nos ilumina con el esplendor de una noticia: antes que perseguir a Lezama, ahora en Cuba se le ezalta. Esta exaltaci¨®n, naturalmente, tuvo que esperar a la infausta muerte del poeta. Todos los que saben leer (quiero incluir aqu¨ª a Armando Hart, sin desarmarlo) saben que de Paradiso, la obra maestra de Lezama, no se hizo m¨¢s que una sola edici¨®n de cinco mil (5.000) ejemplares en 1966, que se agot¨® en seguida (para no reeditarse jam¨¢s). Aparentemente, por su exaltaci¨®n del homo-zezual, la bestia negra con dos penes para Castro: obscena, contra natura, contrarrevolucionaria. A partir de 1971, cuando Lezama fue involucrado por la seguridad del Estado (que tiene los mejores lectores de Cuba: leen desde cartas hasta palmas de la mano) en el caso Padilla, no se volvi¨® a publicar siquiera un ensayo suyo, como lo revela Lezama en sus cartas a su hermana. Es desde este m¨¢s all¨¢ epistolar que el poeta proclama ahora su desmentida y su exilio, interiores ambos: "No es lo mismo estar fuera de Cuba que la conducta que uno se ve obligado a seguir cuando estamos aqu¨ª, metidos en el horno. Existen los cubanos que sufren fuera y los que sufren igualmente, quiz¨¢ m¨¢s, estando dentro de la quemaz¨®n y la pavorosa inquietud de un destino incierto...".
Aparte de mis subrayados, ?las repetidas menciones a horno y quemaz¨®n no declaran que el escritor oscuro habla claro, no del para¨ªso, sino del infierno, del poeta y de s¨ª mismo como un Fausto condenado? Fue Lezama quien invent¨® la met¨¢fora del creador como un poseso penetrado por un hacha suave. Pero ?qu¨¦ del poseso al que se le niega toda posesi¨®n: la esencia y la existencia y el mismo cuerpo s¨®lido que contiene su conciencia? Me siento entonces como el extra?o que lleg¨® a la posada Coach and Horses, en un lugar remoto de Inglaterra, hace casi un siglo.
As¨ª describe su revelaci¨®n un hombre que sabe de estas cosas: "Se puso una mano sobre la boca y, al retirarla, el centro de su cara se convirti¨® en un hueco vac¨ªo... Cuando, finalmente, se quit¨® las gafas, todos los presentes se quedaron at¨®nitos: el forastero era invisible". Esa aparici¨®n era una desaparici¨®n.
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