El ascensor
Un quince por cien de los ciudadanos neoyorkinos llegaron al matrimonio tras haber establecido su primer contacto en el ascensor. Existe una idea adversa, a qu¨¦ negarlo, respecto a los ascensores; artefactos que nos cuelgan del vac¨ªo y pueden abandonarnos sin raz¨®n. Pero existe el ascensor como recinto amoroso o delictivo, compartimento para el asedio del otro al que le ser¨¢ imposible encontrar la hu¨ªda.El crimen es tangencial al amor como lo bello es pareda?o de lo siniestro. El tel¨¦fono, el cuarto de ba?o, la sangre y el rouge, los aparcamientos subterr¨¢neos o el mar, se unen en una equ¨ªvoca sucesi¨®n de criminales y de amantes. El ascensor es tambi¨¦n parte de esta ambig¨¹edad, pero en su beneficio colaboran adem¨¢s la velocidad y el v¨¦rtigo. Es, sin duda, menos espectacular que el coche, el avi¨®n o el tren en cuanto al tiempo dispo nible para cualquier cosa pero, como compensaci¨®n, esa "cualquier cosa" se concentra al modo de una p¨ªldora que podr¨ªa estallar al menor roce. Todo parece intras cendente en el ascensor porque todo es efimero, pero a su vez, estando all¨ª, la supuesta banalidad llega a ser, por segundos, pat¨¦tica. ?C¨®mo evitar que en esa proxin¨² dad de confinamiento el vecino o el extra?o no llegue a o¨ªr mis pensamientos, no me huela demasia do, no descubra mi ¨¢nimo acuciado para hu¨ªr de ¨¦l? ?Qu¨¦ actitud, en esa inundaci¨®n de silencio, pue de resultar m¨¢s opaca a sus pes quisas? O bien, ?c¨®mo hallar las palabras ajustadas a ese ins¨®lito viaje de segundos y cent¨ªmetros cuadrados, y a ese ¨¢nimo comprimido del otro que denodadamente se esfuerza tambi¨¦n ante mi presencia insoportable? ?C¨®mo salir de all¨ª sin aparecer como culpables, sin haber dejado huellas de nuestra imposible inocencia? ?Qu¨¦ hacer en definitiva para que cada cuerpo aparezca ante el otro sin latidos, sin gestos, sin estampa incluso? Ninguna celda de ning¨²n otro lugar podr¨ªa ayudar a este aprendizaje inalcanzable. La estricta raci¨®n del ascensor, su tenaz itinerario, su conscripci¨®n del tiempo y del espacio, su irritante obediencia al pulsador. Todo su ¨¢mbito es un creaci¨®n de categor¨ªa antihumana frente a la que s¨®lo es coherente la crispaci¨®n y el desaf¨ªo. El arrebato lujurioso u homicida. Todo lo dem¨¢s es urbanidad. Rendici¨®n y simulacro.
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