El adi¨®s de un torero
PEDRO TOLEDANO El d¨ªa de la Mare de Deu siempre ha sido propicio para reunir la salida de la ciudad y atraerse a la s gentes de la huerta. Temprano est¨¢ la misa de infantes, despu¨¦s jolgorio devoto y mariano en el traslado de la verge en una ma?ana en la que los valencianos se dejan en casa las diferencias y las crispaciones para expresar de las formas m¨¢s variadas su respeto a la patrona. Porfias, vivas, piropos, empujones y apreturas para rozar su manto. Ma?ana soleada con sabor de fiesta, incienso y p¨®lvora.La tarde en cambio, la presidi¨® el viento que rest¨® brillantez a la corrida, aunque no debe ser atenuante suficiente para justificar la floja actuaci¨®n que han ofrecido Emilio Mu?oz y El Soro, que parec¨ªa pensaban m¨¢s en el santo patr¨®n de Madrid, que en el p¨²blico que hab¨ªa pasado por taquilla. Porque Ricardo de Fabra, en la tarde del adi¨®s asu carrera taurina no estaba obligado a m¨¢s. Su actuaci¨®n, aunque ha estado presidida por el sentimentalismo, ha mantenido la t¨®nica de su carrera. No ha sido un torero de grandes cualidades, aunque nunca desmereci¨®. Su mayor enemigo posiblemente lo ha tenido siempre en la indolencia. Se desenga?¨® demasiado pronto que no pod¨ªa alcanzar la meta so?ada de ser primer a figura del toreo.
Plaza de Valencia
15 de mayo. Tradicional corrida de la Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia. Tarde ventosa. Media entrada.Toros de Francisco Javier Osborne, terciados pero bien armados, algunos astifinos. En general buenos para los toreros. Ricardo de Fabra, media estocada. (Ovaci¨®n). Media estocada. (Oreja). Emilio Mu?oz, dos sablazos envainados y descabello. (Palmas). Estocada entrando recto. (Petici¨®n y dos vueltas). Vicente Ru¨ªz El Soro, estocada corta. (Silencio). Estocada y descabello. (Silencio).
En la tarde de su adi¨®s definitivo, Ricardo ha sacado de s¨ª lo que sus limitadas facultades y corto sitio delante de los toros le ha permitido, pues hac¨ªa m¨¢s de des a?os que no se pon¨ªa el vestido de luces. Al final, luchando con el viento, ha querido ofrecer la faena que llevaba pensada y ya era tarde. Las condiciones del toro, sin casta y con poco recorrido, con mucho el peor de la tarde, no se lo ha permitido. Pero todo su hacer ha estado acompa?ado por la comprensi¨®n y el calor de su gente, que reconoc¨ªa que el torero se quer¨ªa ir con la cara alta. Sinceramente creemos que Ricardo lo ha conseguido. Ahora, ya orientada su vida por el norte del trabajo fuera de los ruedos, todo le va a ser dificrente. Cuando el hombre que le descubri¨® le cortaba el a?adido, la ovaci¨®n fue de gala, cerrada y merecida.
Para Emilio Mu?oz y Vicente Ru¨ªz El Soro, la medida de la exigencia debe ser otra que la utilizada con el hombre que se va. Entre otras razones porque ellos llegan, y deben ser la continuidad y no el conformismo.
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