El increible delito de escribir en los peri¨®dicos
El d¨ªa 29 de abril de 1983, casi cinco a?os despu¨¦s de la promulgaci¨®n de la Constituci¨®n actual, un juez de instrucci¨®n espa?ol dictaba auto de procesamiento con libertad provisional y fianza de 50.000 pesetas contra un periodista de oficio y de estirpe, Luis Manuel Aznar Cabez¨®n, acusado de un delito de intrusismo por ejercer el oficio sin tener el t¨ªtulo oficial de periodista.Esta noticia ha causado, no digo sorpresa, que la profesi¨®n period¨ªstica tiene reducida al m¨ªnimo su capacidad para asombrarse, antes bien una especie de abatimiento moment¨¢neo, el que suele manifestarse con esta o parecida expresi¨®n: ?Lo que faltaba! Nunca se hab¨ªa planteado en Espa?a el delito de intrusismo en el periodismo, ni siquiera durante los tiempos duros de la vigencia de la ley de Prensa de 1966, a cuyo ¨²nico abrigo pudiera sostenerse. Y se plantea justamente ahora, cuando la ley de Prensa de 1966, que estableci¨® como requisitos para el ejercicio del periodismo el t¨ªtulo oficial y la previa inscripci¨®n en el Registro Oficial de Periodistas, y dem¨¢s disposiciones concordantes han de considerarse virtualmente derogadas por la Constituci¨®n de 1978, a la que se oponen frontalmente por responder a una concepci¨®n totalitaria e intervencionista del Estado en la Prensa. Con tan superlativa inoportunidad asoma ahora su rid¨ªcula faz este delito para que no falte sufrimiento alguno en la larga marcha hacia la libertad de Prensa, cuyas cotas m¨ªnimas, como se ve, a¨²n no han sido supetadas.
Conceptos corruptos
Durante un largo per¨ªodo de la historia de Espa?a nos.hemos alimentado de conceptos corruptos que se nos daban como naturales. Descubrir tal fraude implica un ejercicio intelectual del que no se libra nadie que est¨¦ dispuesto a asumir rigurosamente su papel de ciudadano en un r¨¦gimen de libertades. La revisi¨®n del concepto del periodista que nos inocul¨® el r¨¦gimen pol¨ªtico anterior nos lleva a establecer las consideraciones que siguen. Para escribir en los peri¨®dicos se requieren principalmente tres cosas: saber, hacerlo y que se lo publiquen a uno. Aquel que consigue el efecto de estos tres verbos combinados y hace de ello ocupaci¨®n principal y medio de vida es llamado periodista. As¨ª ha sido, siempre, y no parece aventurado predecir que as¨ª ser¨¢, por m¨¢s que de cuando en cuando se obstinen los d¨¦spotas -violentadores de la naturaleza de las cosas- en evitarlo. En Europa lo intentaron los dictadores de derechas y los reg¨ªmenes comunistas. Quer¨ªan tener la Prensa bajo control. Y nada mejor para ello que obligar a los que escriben a obtener previamente la autorizaci¨®n del Estado. En Espa?a evolucion¨® esta exigencia desde la mera autorizaci¨®n a la autorizaci¨®n acompa?ada, primero del t¨ªtulo oficial de periodista, expedido por la escuela oficial, creada al efecto, y, finalmente, del t¨ªtulo de licenciado en Ciencias de la Informaci¨®n; hasta que, promulgada la Constituci¨®n de 1978, se vino abajo tan artificioso montaje al soplo de la libertad de expresi¨®n, consagrada en el art¨ªculo 20. Y as¨ª vuelve a ser en Espa?a el periodismo lo que es en todo el mundo occidental, una profesi¨®n abierta, sin m¨¢s exigencias que las naturales, es decir, las que demandan la vocaci¨®n y el talento, sin las cuales nadie podr¨¢ alcanzar alto grado de valor profesional y de servicio. Porque ser periodista no es otra cosa que hacer ejercicid profesional del derecho natural a expresarse. De la misma manera que ser pol¨ªtico es ejercer profesionalmente el derecho a participar en la direcci¨®n de la comunidad. ?Se iniaginan ustedes a un Gobierno que llevara al Parlamento un proyecto de ley por el que se exigiera para el ejercicio de la pol¨ªtica, es decir, para ser concejal, alcalde, gobernador, diputado, ministro o presidente del Gobierno, estar en posesi¨®n del t¨ªtulo de licenciado en Ciencias Pol¨ªticas y hallarse inscrito en un registro oficial de pol¨ªticos? ?Verdad que el supuesto causa pasmo y risa a la vez? Pues es lo que consigui¨® el r¨¦gimen anterior en el campo de la Prensa. Y la circunstancia de haberse impuesto este concepto del periodista durante 40 a?os en la sociedad espa?ola, sin contradicci¨®n posible, es la que nos produce cierto estupor al hallarnos hoy, como ca¨ªdos de un guindo, con la verdadera naturaleza de la cosa.
Ejercicio de un derecho
Tanto en el ejercicio del periodismo como en el ejercicio de la pol¨ªtica nos topamos antes que con una profesi¨®n o un oficio -que lo son, lo que hace eminentemente ¨²til una formaci¨®n universitaria- con el ejercicio de un derecho fundamental, del cual no se puede privar a nadie si no es a costa de mutilarle en su esencia individual y ciudadana.
No obstante, la evidencia de las anteriores consideraciones y del general reconocimiento de que gozan en el mundo llamado libre, ha habido conatos en Espa?a de mantener la corrupci¨®n dicha. Y emparentando con el mismo sistema ideol¨®gico ha tenido lugar, recientemente, un acontecimiento, que ha sido registrado como hist¨®rico, en el continente americano. En San Jos¨¦ de Costa Rica, el Colegio de Periodistas acus¨®, sin sonrojarse, ante los tribunales del pa¨ªs al periodista norteamericano Stephen Schmidt de intrusismo por ejercer el periodismo sin autorizaci¨®n, a consecuencia de lo cual fue procesado, y finalmente absuelto, por un juzgado de primera instancia, el pasado mes de enero. El fallo dice que "el ejercicio de la funci¨®n period¨ªstica es un derecho humano inalienable que no puede ser sometido a licencia previa o colegiatura obligatoria".
Prensa interamericana
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que agrupa a los peri¨®dicos del continente americano, ha llamado fuertemente la atenci¨®n, en la reuni¨®n que acaba de celebrar en Manzanillo (M¨¦xico) sobre el caso Schmidt, destacando la importancia que el fallo dictado por el juez, licenciada Jeanette S¨¢nchez, tiene en favor de la causa de la libertad de Prensa, y exhortando a todos los peri¨®dicos a mantener su inter¨¦s por el caso, que ha sido apelado por la fiscal¨ªa a la Sala de Casaci¨®n de la Corte Suprema de Justicia, y a proseguir la lucha para extirpar el peligro que representa la colegiaci¨®n obligatoria de los periodistas.
Volviendo a nuestro pa¨ªs, y al caso del periodista Luis Aznar Cabez¨®n, acusado del incre¨ªble delito de intrusismo por escribir en los peri¨®dicos sin tener el t¨ªtulo oficial de periodista, esperemos que, en la obligada y urgente tarea de revisar las ideas heredadas que a¨ª todo el mundo conviene, y en particular a los que hemos nacido y vivido en un sistema de ideas deformadas, los pol¨ªticos, los gobernantes y los jueces mediten sobre la naturaleza del periodista.
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