El declive de la educaci¨®n superior
Es evidente que la oferta de puestos de trabajo depende de factores ajenos a los niveles de cualificaci¨®n de la poblaci¨®n activa, y que esto es as¨ª lo mismo por lo que se refiere al n¨²mero que al tipo de puestos de trabajo. Ni la demanda de poblaci¨®n activa en el porvenir, ni la cualificaci¨®n o formaci¨®n que se le pida van a depender de sus caracter¨ªsticas, sino de las del empleo. Pueden decirse algunas cosas sobre el car¨¢cter futuro de esta demanda.En primer lugar, todos sabemos que se necesita cada vez menos manos de obra en la agricultura y el sector primario en general. Menos conocido es que tambi¨¦n se necesita cada vez menos mano de obra en la industria. En las dos ¨²ltimas d¨¦cadas (no s¨®lo en la ¨²ltima, la de la crisis, sino tambi¨¦n en la anterior, la del crecimiento), la poblaci¨®n activa industrial ha descendido en t¨¦rminos absolutos en pa¨ªses altamente industrializados, como Alemania, Holanda, B¨¦lgica o el Reino Unido. Y no ha crecido, o apenas, en pa¨ªses en proceso de desarrollo industrial, como Jap¨®n y, por supuesto, Espa?a: 2,9 millones de ocupados en actividades industriales en 1960; 3,3 en 1972; la misma cifra en 1978; 2,9 otra vez, tras la p¨¦rdida masiva de, puestos de trabajo, en 1981.
Parece que ya ocurre en la industria lo que durante muchos a?os pas¨® en la agricultura: se necesita cada vez menos gente para producir los alimentos que se precisan, pero tambi¨¦n para la producci¨®n de bienes manufacturados. Los aumentos de productividad liberan poblaci¨®n activa para la satisfacci¨®n, cada vez mayor, de la demanda de servicios. Por consiguiente, es en este sector, y ¨²nicamente en este sector (donde ya se concentra la mitad o m¨¢s de la fuerza del trabajo) donde se va a generar empleo nuevo en el futuro.
?Continuar¨¢ el crecimiento de la productividad agraria e industrial a ritmo suficiente para absorber en el sector servicios el paro actual y mantener o aumentar el nivel de vida? El lector disculpar¨¢ que no tenga respuesta para esta pregunta. Los crecimientos de la productividad agraria e industrial se apoyan, simplificando al l¨ªmite, sobre dos bases. Primera, la utilizaci¨®n de fuentes de energ¨ªa m¨¢s baratas; segunda, la utilizaci¨®n cada vez m¨¢s eficiente de esas fuentes de energ¨ªa. Sabemos que la primera base se ha vuelto sumamente insegura en la ¨²ltima d¨¦cada, y que las energ¨ªas alternativas al petr¨®leo compiten todav¨ªa muy d¨¦bilmente con ¨¦l. Por tanto, los aumentos de productividad quedan abandonados a la rapidez y eficacia de los progresos tecnol¨®gicos. As¨ª lo han entendido los Gobiernos, de muchos pa¨ªses, que. dedican grandes sumas a investigaci¨®n y desarrollo, en particular a lo que son programas punta del sector: la ingenier¨ªa gen¨¦tica y la microelectr¨®nica. De la tecnolog¨ªa depende, en definitiva, que los aumentos de productividad absorban m¨¢s o menos mano de obra con salarios superiores,, iguales o inferiores a los actuales. De esto y, naturalmente, de las prioridades de las pol¨ªticas econ¨®micas.
Hace algunos a?os nadie discut¨ªa que el aumento de la complejidad tecnol¨®gica s¨®lo era posible con una alta cualificaci¨®n de la poblaci¨®n activa: parec¨ªa como si todos hubi¨¦ramos de convertirnos en ingenieros y el agricultor de bata blanca estuviera a la vuelta de la esquina. Hoy se va imponiendo el punto de vista opuesto de que s¨®lo una minor¨ªa exigua requiere tan alta cualificaci¨®n, yendo a ser los traibajos de la mayor¨ªa cada vez m¨¢s repetitivos, simples y descualificados. Posiblemente, los dos puntos de vista sean exagerados. De hecho, parece que los niveles de cualificaci¨®n de la mano de obra industrial no se han diferenciado mucho, con contadas excepciones, en los pa¨ªses del Mercado Comun durante los ¨²ltimos 15 a?os. EIn todo caso, las tendencias en el sector indusidal no son las decisivas para el tipo de puestos de trabajo que se vayan a crear. Muchos a pocos, mejor o peor pagados quie ahora, con jornadas de ocho, seis o cuatro horas, m¨¢s de la mitad de los puestos de trabajo ser¨¢n del. sector servicios, y esta proporci¨®n ir¨¢ creciendo, m¨¢s o menos lentamente.
?Qu¨¦ niveles de cualificaci¨®n requerir¨¢n estos empleos? Creo que, m¨¢s o menos, los mismos que ahora. En los servicios es todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil que enla industria establecer si tal o cual nivel de educaci¨®n es el ¨®ptimo para tal o cual puesto de trabajo. Los empresarios pueden y suelen preferir trabajadores m¨¢s o menos educados por razones que no tienen mucho que ver con la tarea a realizar, en sentido esltricto, sino con aspectos organizat¨ªvos, tales como la conilictividadja disciplina, la imagen externa o las relaciones internas. La mayor parte de las ocupaciones pueden aprenderse en pocas semanas; la ventaja de la educ¨¢ci¨®n formal es que facilita este aprendizaje, aunque los empresarios pueden despreciar el adelanto y preferir gente que empiece desde abajo. Los mismos trabajos que ayer hac¨ªagente analfabeta, los hace hoy gente con estudio primarios; los liar¨¢ ma?ana gente con estudios medios. Si consideramos sobrecualificado a quien podr¨ªa ocupar un puesto de trabajo m¨¢s complejo que el que ocupa, encontrarernos a veces rechazo de la sobrecualificaci¨®n en la industria, y rara vez en los servicios. Lo normal es que el empresario piense que sacara algo de un personal m¨¢s educado pagandole lo mismo.
As¨ª, pues, las necesidades del sistema productivo son muy indeterminadas. A la producci¨®n le es imprescindible un porcentaje peque?o de trabajadores de elevada cualificaci¨®n, a todos los niveles: lo mismo abogados que mecan¨®grafas, matem¨¢ticos abs-
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El declive de la eduaci¨®n superior
Viene de la p¨¢gina 12tractos que programadores de computadoras, ingenieros que electricistas. Pero la experiencia muestra que el nivel educativo del resto, e incluso la educaci¨®n general de estos imprescindibles especialistas, puede ser muy diversa.
A la cabeza de la cola
Aunque sean tan indeterminadas las necesidades de educaci¨®n del sistema productivo, puede afirmarse que los sistemas educativos tienen una incontenible tendencia a superarlas "sobreproduciendo" fuerza de trabajo altamente cualificada, es decir, sobrecualificando a la fuerza de trabajo. Tal tendencia tiene, en primer lugar, razones econ¨®micas. Como las exigencias educativas de la mayor parte de los puestos de trabajo no son un¨ªvocas, sino que dependen en gran medida de la costumbre y del nivel de la oferta, y como son m¨¢s los puestos de trabajo en que se acepta gustosamente a gente sobrecualificada que aquellos en los que se la rechaza, los t¨ªtulos educativos sirven para ponerse a la cabeza en la cola por un puesto de trabajo, aunque luego no afecten en nada a la tarea que se hace. Cuanto m¨¢s frecuentes y numerosas estas colas, m¨¢s aumentar¨¢ la competencia la demanda de educaci¨®n; adem¨¢s, estudiar es, probablemente, el empleo m¨¢s racional y productivo del tiempo con el que no se puede hacer otra cosa.
En segundo lugar, esta tendencia tiene razones sociales. La educaci¨®n, el tiempo que se pasa en las aulas, no es solamente inversi¨®n, sino tambi¨¦n consumo. Dicho en mejores t¨¦rminos, no es s¨®lo preparaci¨®n para una profesi¨®n, sino tambi¨¦n realizaci¨®n personal. Hay, as¨ª, una asimetr¨ªa entre la educaci¨®n que requiere idealmente el sistema productivo y la educaci¨®n que la gente demanda. El sistema productivo busca trabajadores con cualificaciones precisas; la gente demanda educaci¨®n en general, no simplemente formaci¨®n ocupacional. Desde luego, esto es as¨ª en la EGB; pero tambi¨¦n en la ense?anza media se prefiere el bachillerato a la formaci¨®n profesional, y en la ense?anza superior es mucho mayor la matr¨ªcula en las facultades human¨ªsticas que en las t¨¦cnicas. De ah¨ª la idea del desajuste.
Tan s¨®lo frustraci¨®n
?Por qu¨¦ es este desajuste un problema? Creo que porque frustra las expectativas de la gente sobrecualificada, y por nada m¨¢s. Llama la atenci¨®n que la Universidad sea una f¨¢brica de parados; pero parece importar poco que lo sean la EGB, el bachillerato y la formaci¨®n profesional. Seguramente, la frustraci¨®n del que termina con 25 a?os su carrera universitaria y tarda tres a?os en encontrar un trabajo (que pierde dif¨ªcilmente) es mayor, o al menos m¨¢s f¨¢cil de o¨ªr que la de quien termina la EGB con 16 a?os y encuentra en seis meses un trabajo que perder¨¢ con elevada facilidad. El primero reacciona exigiendo a la Administraci¨®n que le compense de sus fatigas, ya que la sociedad necesita de sus servicios de m¨¦dico o profesor, o que le limite dr¨¢sticamente la competencia, con el argumento de aumentar la calidad de la ense?anza. As¨ª las cosas, llega a decir que el sistema educativo es la causa del paro, y que el remedio consiste en restringir el n¨²mero de titulados, aumentando su nivel, y en adecuar los contenidos de los estudios a las demandas del sistema productivo.
"No se puede hacer todo, que se empiece por lo m¨ªo". El sistema educativo puede hacer bien poco por aumentar o por disminuir el paro; si acaso, puede distribuirlo, disminuyendo la competencia aqu¨ª para aumentarla all¨¢. Si restringe el acceso a las facultades de Medicina, disminuye el par¨® de m¨¦dicos, pero aumenta el de bi¨®logos; si restringe el acceso a la Universidad en general, disminuye el paro de universitarios, pero aumenta el de los dem¨¢s. Y si adapta los contenidos con tan buena fortuna que coinciden con los anuncios de Prensa, la posici¨®n de alguno habr¨¢ mejorado, pero la de alg¨²n otro habr¨¢ empeorado y los dem¨¢s estaremos, en todo caso, igual.
Por irrazonables que sean estas demandas, la Administraci¨®n intenta satisfacerlas. Sus intentos son, forzosamente, muy ineficientes. Seg¨²n mis c¨¢lculos, las restricciones m¨¢s severas que le aplicar¨¢n ahora al ingreso en la ense?anza superior de ciclo largo comenzar¨ªan a reducir el flujo de licenciados dentro de siete u ocho a?os, y hasta el a?o 2000 no disminuir¨ªan en un 20% el total de licenciados acumulados en esa fecha. En. cuanto a la adecuaci¨®n de contenidos, no puede pasarse de planteamientos generales, pues las demandas tan varias y diversas que la mejor adecuaci¨®n se logra con unos contenidos generales y diversificados, que faciliten el aprendizaje y la adaptaci¨®n a tareas m¨²ltiples.
Resumiendo, no est¨¢ nada claro qu¨¦ significa adecuar la educaci¨®n a las necesidades de la sociedad, y mucho menos al sistema productivo. La evoluci¨®n de la econom¨ªa es dif¨ªcilmente predecible; si se pudiera predecir, todav¨ªa quedar¨ªan amplios m¨¢rgenes de arbitrariedad sobre la educaci¨®n adecuada para cada puesto de trabajo. Por si esto fuera poco, los flujos de graduados cuestan mucho de alterar, y sus alteraciones modifican poco y tarde los stocks. Por ¨²ltimo, no sabemos lo que va a pasar ma?ana; puede que para entonces los problemas sean exactamente los opuestos a ahora.
Adem¨¢s de dif¨ªcil, tal ajuste es indeseable desde la perspectiva de los intereses de todos, y no de los de un gremio. Cualquier restricci¨®n a la demanda social de educaci¨®n tiene efectos inseguros sobre el paro, pero seguros sobre la ignorancia. Aunque la planificaci¨®n acertara a conseguir lo mejor para nosotros, tenemos derecho a equivocarnos por nuestra cuenta y solos. Por otro lado, las expectativas ocupacionales basadas en el nivel educativo pueden superar en mucho lo que el sistema productivo sea capaz de ofrecer, y la educaci¨®n parece improductiva de modo inmediato. Pero con seguridad no lo es a largo plazo. Afecta favorablemente a la productividad y a la calidad de los servicios, fomenta la capacidad de innovaci¨®n, de invenci¨®n y de riesgo. Creo que hay en la idea de que la educaci¨®n es capital humano algo menos de verdad de lo que se pretend¨ªa, pero bastante m¨¢s de lo que hoy se le concede. Por ¨²ltimo, si subjetivamente la educaci¨®n no tiene s¨®lo un sentido econ¨®mico, sino tambi¨¦n cultural, social y pol¨ªtico, lo mismo ocurre desde el punto de vista de la cosa p¨²blica: los individuos acuden al sistema productivo no s¨®lo como trabajadores, sino como ciudadanos y como personas. Como tales debe considerarlos un Estado que no quiera cometer la iniquidad de fomentar conscientemente la ignorancia entre sus ciudadanos.
Hace ya muchos a?os que Dewey dec¨ªa: "Una sociedad dividida en clases tan s¨®lo necesita prestar atenci¨®n especial a la educaci¨®n de sus elementos dirigentes. Una sociedad m¨®vil, llena de canales para la difusi¨®n de los cambios que ocurran en cualquier parte, ha de mirar por que sus miembros se eduquen para la iniciativa personal y para la adaptaci¨®n. Si no, ser¨¢n superados por los cambios en los que se vean involucrados, cuyo alcance y significaci¨®n no percibir¨¢n. El resultado ser¨¢ una confusi¨®n en la que unos pocos se apropiar¨¢n de la actividad ciega y externamente dirigida de los otros".
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