Vender democracia
El Rey Don Juan Carlos ha ido a Suram¨¦rica a vender democracia Transcurrida la octava parte de lo que dur¨® la dictadura del dictador espa?ol, Espa?a, no s¨®lo vive en democracia, sino que vende democracia al mundo. El ministro de Justicia, se?or Ledesma, lo dijo el otro d¨ªa:-Europa est¨¢ pendiente de nuestra reforma jur¨ªdica.
De modo que no es s¨®lo el paseo, casi siempre triunfal, de nuestros gobernantes o representantes por Am¨¦rica, sino la profundizaci¨®n democr¨¢tica que, con marca psocialista (quiz¨¢, tambi¨¦n se podr¨ªa haber hecho con otra marca), est¨¢ teniendo lugar hoy en Espa?a. Tenemos un socialismo m¨¢s esperanzado que el de Mitterrand; iniciamos/ensayamos una socialdemocracia pugnaz, ahora que decae la de Schmidt en Alemania; evitarnos el bipartidismo/bipolarizaci¨®n -aqu¨ª se evita solo- en que ha ca¨ªdo, por ejemplo, el parlamentarismo brit¨¢nico. La derecha espa?ola son hoy mil y una derechas, como se ha escrito en esta columna y como les he explicado a Herrera y Hurtado en una radio. (A cambio de una botella de whisky White Label). La econom¨ªa est¨¢ hecha una braga, claro, el paro aumenta, los empresarios no acaban de cre¨¦rselo. Todo va mal en la pol¨ªtica espa?ola. Todo, menos la pol¨ªtica.
Desde el 98, el Desastre, Aguiler¨®n y aquella tarde de toros llena de sol de Madrid, que se balanceaba dulcemente en la desgracia como en una habanera, a Am¨¦rica ha ido don Ramiro de Maeztu, para dotar a aquel continente de la filosof¨ªa que ni siquiera Hegel se atrevi¨® a darle. A Am¨¦rica han ido los gallegos del atadijo, para hacer las am¨¦ricas. A Am¨¦rica fue Ortega para explicarles a los americanos qui¨¦n era Victoria Ocampo.
A Am¨¦rica, despu¨¦s de nuestra guerra, hemos mandado poetas,. embajadores literatos, embajadores tarastas que le daban de bofetadas a Fidel Castro, pel¨ªculas de Sara Montiel y un novelista, Cela, para que hiciese la novela de Venezuela, o sea, La Catira. A Am¨¦rica hemos mandado hasta a S¨¢nchez-Bella. Y por Am¨¦rica han pasado incluso los ¨²ltimos Papas, con sus teolog¨ªas de la resignaci¨®n. Hasta que llega este Rey espa?ol y se pone a explicar libertad en las dictaduras, democracia en los presidencialismos, progresismo en los pa¨ªses que duermen con la cabeza entre las piernas y el ruedo de paja del sombrero cubri¨¦ndoles todo el cuerpo. Leo la ¨²ltima novela del gran Fernando del Paso. Am¨¦rica, Am¨¦rica. Mart¨ªn Prieto ha contado magistralmente, claro" la frialdad -perplejidad, dir¨ªa yo- de algunos gobernantes, de algunos gobernados, de algunos momentos, ante el lenguaje y el mensaje ins¨®lito del Rey de Espa?a. Esperaban ret¨®rica f¨¢cil, intercambio de cintas -cosa que tampoco estorba- y mucha carabela l¨¦xica, que Col¨®n no compromete a nada. Sin imperialismo, sin triunfalismo, vali¨¦ndose tan s¨®lo de una lengua com¨²n o afin -el portugu¨¦s en Brasil-, nuestro Rey ha vendido democracia a los pueblos que la necesitan, ha ido a platicar, como dicen ellos, con las multitudes apa¨ªsadas de Am¨¦rica, y no s¨®lo a pegarse abrazos protocolarios con los grandes, peque?os e m¨¢s chicos de la pol¨ªtica americana." Ning¨²n europeo hab¨ªa hablado en la Am¨¦rica de abajo tan clara y dern.ocr¨¢ticamente como Juan Carlos. Ha habido palabras nada neciai que les han sonado como Gobierno/ PSOE a algunos o¨ªdos sordos.
Mientras el americanismo madrile?o pierde el tiempo entre poetas y pintores, el Rey ha descubierto Am¨¦rica. Y Europa, como sabemos, ve hoy en Espa?a uno de los pa¨ªses m¨¢s dispuestos a profundizar la democracia en regeneraci¨®n permanente, de la jurisprudencia a las libertades callejeras. No encuentro que esto lo diga nadie: somos un pa¨ªs en crisis, como todos, pero somos hoy, pol¨ªticamente, quiz¨¢ el pa¨ªs m¨¢s s¨®lido y un¨¢nime del momento.
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