La receta
LA RECETA m¨¦dica de la Seguridad Social se ha convertido ahora, transmutada como tantas otras cosas por el enfrentamiento pol¨ªtico, en un s¨ªmbolo de libertad. Se parte de una premisa poco discutible: el m¨¦dico debe tener la libertad de recetar seg¨²n su propio diagn¨®stico, y el enfermo debe tener el derecho de ser recetado con arreglo a su enfermedad. Pero toda esta sencillez se entenebrece cuando se tropieza con la realidad de la relaci¨®n m¨¦dico-enfermo en la Seguridad Social y cuando se comprueba que los actuales defensores de la receta libre, a¨²n abundante, forman en las mismas filas que los que pretenden una reducci¨®n o, si es posible, desaparici¨®n de la Seguridad Social en vista de la repercusi¨®n de sus gastos. Aquellos que hicieron famosa la ya c¨®mica frase de que "no hay que confundir la libertad con el libertinaje", para negar la libertad, apoyan lo que ahora, a su propia luz doctrinal, puede ser un libertinaje en las prescripciones.Los m¨¦dicos catalogados como recetones son -por las cifras oficiales- una minor¨ªa: 4.456 de un total, de 38.000. Ellos solos consumen, o hacen consumir, casi el 40% de los gastos de farmacia; el 60% restante se lo reparten los 33.544 que quedan. Es un indicio suficiente de que algo pasa y de que alg¨²n orden hay que poner. Hay una peque?a parte de mercado negro o de fraude, de reventa. Parece que es inapreciable y no superior a lo que hay en otras ramas y en otros pa¨ªses. El problema est¨¢ en qui¨¦nes recetan con excesiva largueza. Los hay tambi¨¦n en la medicina privada, y este hecho suele denotar lo que podr¨ªamos llamar un estilo del m¨¦dico, de algunos m¨¦dicos, que, por una parte, creen seriamente en la acumulaci¨®n de medicamentos y, por otra, creen tambi¨¦n en que la ansiedad del paciente se calma as¨ª: incluso con placebos, con medicamentos inocuos -lo cual no quiere decir que no sean caros- que realizan una psicoterapia. Todo puede valer.
Pero en la Seguridad Social se plantea el problema como una escasez y una irregularidad en la relaci¨®n m¨¦dico-enfermo. Unos minutos de entrevista, cuando se llega a unos minutos, y una relaci¨®n apresurada de s¨ªntomas, seguida de una exploraci¨®n sumaria, dif¨ªcilmente pueden dar al m¨¦dico -aunque regresara Mara?¨®n, al que se atribuyen los diagn¨®sticos m¨¢s r¨¢pidos y certeros de la medicina espa?ola- la noci¨®n real de lo que tiene delante. Su defensa es la receta. Entendemos tambi¨¦n que es la defensa del enfermo, si se aplica una medida muy primaria de la medicina. La abundancia en el consumo de antibi¨®ticos, que no son nada baratos, parece una prueba bastante clara: a partir de la idea de que el antibi¨®tico puede servir para todo si se ingiere o se inyecta con un poco de fe. O puede no servir para nada: para alargar y hacer m¨¢s dif¨ªcil -menos curable, m¨¢s costosa, m¨¢s dolorosa- la enfermedad no atajada. Curar el s¨ªntoma es un recurso de mala medicina o, como en estos casos, de medicina r¨¢pida y desatenta.
Lo que requiere la enfermedad es la receta justa: ni m¨¢s ni menos. Requiere, por tanto, el tiempo de exploraci¨®n justa y la reflexi¨®n justa. Es un tema mucho m¨¢s amplio el que est¨¢ en pie y sin resolver: la reforma total de la parte sanitaria de la Seguridad Social. Tambi¨¦n en este caso de la denuncia de recetas excesivas se ataja un s¨ªntoma, no una enfermedad. La idea de que el m¨¦dico tenga una noci¨®n presupuestaria de los millones que recetan no es mala, pero de dudosa sensibilizaci¨®n. Una inmensa mayor¨ªa de los m¨¦dicos de la Seguridad Social la tiene ya, y los que no la tienen no van a ser disuadidos. Lo que necesitan los m¨¦dicos es, sobre todo, una infraestructura de la Seguridad Social que les permita seria y dignamente ejercer su profesi¨®n y quiz¨¢ recordar aquellas inteligentes palabras que aseguraban que "no hay enfermedades, hay enfermos".
Convertir el tema de la inspecci¨®n de los recetarios en cuesti¨®n pol¨ªtica, en atentado a las libertades, en coacci¨®n y en gremialismo ofendido es una derivaci¨®n insensata de toda la cuesti¨®n. Parte de los que as¨ª proceden est¨¢n utilizando el tema abierto para defender la medicina privada sobre la social, para erigir en ofensa lo que es una ordenaci¨®n y en tela de clase social lo que es un simple intento de ordenaci¨®n y de administraci¨®n. Luchar por la receta justa para la enfermedad determinada es tarea de todos los m¨¦dicos y de todos los enfermos, pero, en cuanto m¨¦dicos y enfermos sean capaces de considerarse como ciudadanos, la defensa presupuestaria les ata?e a los dos. Todo lo dem¨¢s es picaresca.
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