El toro fl¨¢ccido
Estamos en la feria del toro fl¨¢ccido. No es la primera y si la autoridad contin¨²a haciendo el Don Tancredo, tampoco ser¨¢ la ¨²ltima. El toro fl¨¢ccido que se lleva es torazo; tiene bemoles la paradoja. Algo les hacen a los toros, porque semejantes ejemplares, troncos t¨ªo, a los que sonr¨ªe el porvenir, no tendr¨ªan porqu¨¦ ir tan mustios por la vida.Torazos como los tres ¨²ltimos de ayer deber¨ªan imponer su ley con el caballo -la del m¨¢s fuerte-, y un pavo de la envergadura del cuarto, colorao carifosco largo de aIzada y hondura, ten¨ªa la obligaci¨®n moral de atraparlo, montarlo en las astas y lanzarlo al tendido. En cambio ese y casi todos los dem¨¢s se limitaban a sacudir el peto, mientras fornido picador les daba con la puya, pero poco; en plan madre.
Plaza de Las Ventas
27 de mayo. Decimocuarta corrida de San Isidro.Tres toros de Torrealta, inv¨¢lidos; dos de Jos¨¦ Luis Marca: quinto, nobil¨ªsimo, y sexto, manso; primero, sobrero de Antonio Ord¨®?ez, de mucha casta y noble. Todos con trap¨ªo. D¨¢maso Gonz¨¢lez. Tres pinchazos bajos, otro hondo bajo -aviso- y dos descabellos (silencio). Tres pinchazos muy bajos, estocada y descabello (silencio). Ni?o de la Capea. Estocada corta trasera atravesada y descabello (silencio). Media atravesada perdiendo la muleta y descabello (oreja). Jos¨¦ Antonio Campuzano. Pinchazo bajo y bajonazo perdiendo la muleta (silencio). Bajonazo (silencio).
Entre aficionados es clamor: "?Que intervenga de una vez la autoridad!". Pose¨ªdos de santa indignaci¨®n ni callan ni sosiegan, pues ya es burla y esc¨¢ndalo que se mantenga en la impunidad lo que tiene toda la sintomatolog¨ªa propia del fraude. El toro que abri¨® plaza fue devuelto al corral, por ruina, y el mismo camino debieron seguir otros.
El sobrero, de Antonio Ord¨®?ez, tuvo vitola de gran toro, malogrado por la maldita invalidez esa. Ejemplar de trap¨ªo, se arrancaba con excepcional casta al caballo, y reaccionaba al castigo metiendo los ri?ones. El individuo del castore?o contribuy¨® a terminarlo de aniquilar, blandiendo la puya por los costillares atr¨¢s, con tal fijaci¨®n carnicera que si le hubieran ofrecido una faca, seguramente la habr¨ªa utilizado tambi¨¦n. Entre tropezones y costaladas, lleg¨® ese toro al ¨²ltimo tercio luciendo nobleza total, larga embestida en la que araba la arena con el hocico. D¨¢maso Gonz¨¢lez le hizo una faena largu¨ªsima, ilustrada con circulares por anverso y por reverso, en la cual abundaron naturales sin m¨¢cula. La boyant¨ªa del toro ped¨ªa adem¨¢s arte, pero el matador, que jam¨¢s posey¨® tal tesoro, dec¨ªa a mi que me registren. Tambi¨¦n berreaba el pupilo de Ord¨®?ez, incurriendo en pecado nefando que rechazan los calibres del bravur¨®metro, pero estamos en disposici¨®n de afirmar que no lo hac¨ªa por mansedumbre. Por el contrario, denunciaba en su idioma, ante la afici¨®n y la autoridad, las perrer¨ªas que les hacen en el corral a los de su raza. Fue una ocasi¨®n hist¨®rica para averiguar en qu¨¦ consiste el fraude. Lo que pasa es que no le entend¨ªamos. No volver¨¢ a ocurrir. El pr¨®ximo d¨ªa, al programa, el reglamento, el cuaderno de notas, el bol¨ªgrafo y todo el arsenal de papeler¨ªa con que se pertrecha el buen aficionado, uniremos el manual "?Quiere usted aprender a berrear en siete d¨ªas?", para traducir lo que nos berreen los toros.
El torazo colorao cuarto era incierto y D¨¢maso Gonz¨¢lez le mulete¨® tan pundonoroso y valiente como acostumbra. Intent¨® dominarle en los medios, y si no lo consigui¨® debe achacarse a la catadura del animal. Por su parte, Jos¨¦ Antonio Campuzano administr¨® una generosa raci¨®n de pico al inv¨¢lido tercero, y al sexto, que no ten¨ªa fijeza, lo prob¨® por ambos pitones, con resultado poco alentador; de manera que opt¨® por aplazar a m¨¢s propicia ocasi¨®n sus prop¨®sitos de triunfo. Le fue imposible, en definitiva, repetir las faenas de hace unos d¨ªas en la misma plaza, que le valieron orejas y salida a hombros por la puerta grande. En contrapartida, repiti¨® la hermosura del bajonazo. Campuzano es uno de los m¨¢s consumados art¨ªfices del bajonazo. Va para el n¨²mero uno en la especialidad.
El segundo mord¨ªa el polvo, de puro inv¨¢lido, y Ni?o de la Capea no pudo satisfacer su vital necesidad de pegarle pases. Se desquit¨® con el quinto, al que le peg¨® los pases que ten¨ªa, los del otro, los del a?o pasado y veinte de propina. Es preciso se?alar, sin embargo, que algunos de ellos resultaron de impecable factura, muy hondos los naturales, majestuosos los de pecho en perfecta ligaz¨®n, y aunque el trasteo adoleci¨® de envaramiento, altibajos y un desarme, logr¨® momentos vibrantes que entusiasmaron al p¨²blico. Lleg¨® el Ni?o de la Capea a poner sentimiento donde habitualmente practica cavern¨ªcola bisonteo, lo cual es venturoso progreso. Hab¨ªa sido nobil¨ªsimo el toro -el mejor de la tarde- y lo aprovech¨® a conciencia. Llegamos a temer que se lo llevar¨ªa a casa, para seguir peg¨¢ndole bases en el cuarto de ba?o, pero pudo m¨¢s el sentido del deber, y lo mat¨®; de estocada atravesada, pero lo mat¨®.
Despu¨¦s de muchos disgustos y m¨²ltiples zozobras por la invalidez del ganado, la gente acab¨® pas¨¢ndolo bien, y los caballos, mejor. El toro fl¨¢ccido no inquieta a la cuadra y, con tan fausto motivo, el Pimpi se fuma un puro.
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