Violencia en el ?frica austral
EL VIERNES 20, los guerrilleros de la Lanza de la Naci¨®n -brazo armado del Congreso Nacional Africano- volaron el edificio del Cuartel General de las Fuerzas A¨¦reas surafricanas en Pretoria; el lunes 23, los aviones de esas mismas fuerzas bombardearon un punto a 10 kil¨®metros de la capital de Mozambique, donde suponen que el Congreso Nacional Africano tiene su sede. El general Magnus Malan -hombre fuerte de Sur¨¢frica- advierte que es una respuesta a "la acci¨®n cobarde de los comunistas en su guerra contra Sur¨¢frica", y que puede hacer lo mismo con cualquiera de los pa¨ªses vecinos que albergan a los exiliados: "No se tolerar¨¢n m¨¢s actos de terror, y Sur¨¢frica prepara sus reacciones dentro de su propio albedr¨ªo y en defensa de sus intereses". Reagan apoya la medida. Mozambique culpa a Estados Unidos y a la Rep¨²blica Surafricana de la actuaci¨®n de las guerrillas; lo mismo hace Angola. Las guerrillas de Mozambique aseguran que ocupan m¨¢s del 60%. del pa¨ªs: el dato es inseguro, pero la realidad es que el Gobierno est¨¢ directamente amenazado, como lo est¨¢ el de Angola. Pero no s¨®lo es una acci¨®n promovida desde Washington -y aun desde Pek¨ªn- para contrarrestar la que es promovida por la URSS y Cuba, sino que los dos reg¨ªmenes no han conseguido una administraci¨®n sana de sus pa¨ªses y sus dictaduras no acallan formas desgraciadas de vida.Tampoco es clara la situaci¨®n pol¨ªtica en la Rep¨²blica Surafricana. Las elecciones parciales de mayo, fruto pr¨¢cticamente de un desaf¨ªo entre el primer ministro, Botha, y el jefe de la oposici¨®n conservadora, Treurnicht, han resultado favorables a ¨¦ste, aunque Botha mantenga el cargo. Botha pretend¨ªa unas reformas raciales que hubieran hecho, aunque moderadamente, que algunos mestizos tuvieran derecho a unos cuantos esca?os en el Parlamento, ahora reservado a los blancos; el resultado de las elecciones parciales parece demostrar que, al menos el grupo que ha votado, no desea esas reformas, y quiere continuar como sea la pol¨ªtica del apartheid y de la supremac¨ªa blanca. Puede que Botha se al¨ªe con los liberales para seguir adelante; puede que Ttreurnicht lo haga con la extrema derecha. En estas circunstancias sucedi¨® el atentado contra el Cuartel General del Ej¨¦rcito del Aire. La respuesta militar de Pretoria bombardeando Mozambique podr¨ªa haber sido una decisi¨®n personal del general Magnus Malan, aprovechando la crisis pol¨ªtica del pa¨ªs.
A su vez, los exiliados del Congreso Nacional Africano (que favorecen la integraci¨®n racial) se radicalizan. Los intentos de los antiguos dirigentes pol¨ªticos de no llevar el problema nacional a la violencia est¨¢n siendo desbordados. Su jefe, Tambo, sigue clamando que nunca utilizar¨¢ m¨¦todos de terror ("propios de nuestro enemigo"), pero la joven guardia, los que se consideran v¨ªctimas de una situaci¨®n muy dura, no obedecen. El atentado de Pretoria, a pesar de la respuesta, es un tanto a su favor: el Gobierno surafricano ya sabe que no es invulnerable, y que un edificio del alto valor militar del que ha sido volado no es invulnerable.
A pesar de que hay negros que favorecen al Gobierno actual de Pretoria y blancos dentro del Congreso Nacional Africano, los t¨¦rminos de lucha est¨¢n planteados entre negros y blancos. Por su parte Angola, Mozambique y Zimbabue conservan todav¨ªa una fuerza frente a sus disidencias, armadas o pol¨ªticas, y un cierto apoyo de la OUA, pero que apenas es significativo dado el estado de cuasi descomposici¨®n en el que est¨¢ sumida esta organizaci¨®n. Todo el cono sur africano es el escenario de una guerra larvada, compuesta de varias guerras civiles. Conflictos tribales, ambiciones de poder, apoyos exteriores, se confunden y se multiplican en este inmenso mare m¨¢gnum. Las opresiones son distintas, pero el hambre es la misma. Los pa¨ªses vecinos de la Rep¨²blica Surafricana no tienen fuerza militar suficiente para oponerse a ella; y Pretoria, a su vez, no puede hacer m¨¢s que copiar peque?as operaciones del estilo israel¨ª, pero no grandes operaciones: porque no sabe cu¨¢ndo se puede descomponer su actual montaje. Todos tienen inter¨¦s en contener una guerra abierta. Pero, a?o tras a?o, la violencia, la desesperaci¨®n y los odios se van acumulando.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Apartheid
- Guerra fr¨ªa
- Congreso Nacional Africano
- Opini¨®n
- Angola
- Mozambique
- Sud¨¢frica
- Conflictos raciales
- Racismo
- Conflictos pol¨ªticos
- ?frica
- Partidos pol¨ªticos
- Pol¨ªtica exterior
- Ideolog¨ªas
- Historia contempor¨¢nea
- Delitos odio
- Discriminaci¨®n
- Prejuicios
- Terrorismo
- Delitos
- Historia
- Justicia
- Relaciones exteriores
- Pol¨ªtica
- Problemas sociales