La funcionalizaci¨®n de la Universidad
Las protestas que contra la ley de Reforma Universitaria (LRU para los entendidos y puristas) han saltado desde los no funcionarios, como es el caso de los PNN, corren el riesgo de contemplarse como normales. Si fueran funcionarios, es la suposici¨®n impl¨ªcita, se callar¨ªan. Pero como resulta que no lo son, su reacci¨®n es la defensa de unos intereses que, en su opini¨®n, habr¨ªan sido lesionados.Yo soy funcionario. Iba a decir que s¨®lo un poquito, pero pronto me he dado cuenta de que eso es falso. O se es funcionario del todo o no se es. Aqu¨ª ocurre como en las esencias aristot¨¦licas: hay animales o no animales, pero lo que no hay son semianimales. O, por decirlo con palabras menos aristot¨¦licas, una se?ora no puede estar ligeramente embarazada. Est¨¢ o no est¨¢ embarazada.
Precisamente eso es ser funcionario. En este sentido, la nueva ley universitaria, inminente a lo que parece y dispuesta a pasar de la amenaza a la maza, es la consagraci¨®n definitiva de una separaci¨®n tajante; es la discriminaci¨®n entre los que son y los que accidentalmente est¨¢n. Unos son vitalicios. Los otros no nacen nunca. Los que, previa oposici¨®n, est¨¦n dentro son, fundamentalmente sujetos de derecho. Los que no hayan pasado el list¨®n son, fundamentalmente, sujetos de deberes No hay escalones entre ambos Hay, por el contrario, un abismo. As¨ª, este Gobierno -que se autotitul¨® distinto- reproduce lo m¨¢s propio del Estado moderno: rejuvenece lo m¨¢s anciano de la burocratizaci¨®n. Si quieres saber lo que es el Estado -son palabras de un fil¨®sofo con vocaci¨®n de Estado-, mira al funcionario. Esto lo ha entendido muy bien el min¨ªste r¨ªo. O se lo han hecho entender. El resultado es que la Universidad no ser¨¢ un lugar de libre competencia intelectual, de m¨¦ritos debidos a la concurrencia del talento, sino una parpela estatal segura, fija, por en cima de los vaivenes de -esta o aquella efimera coalici¨®n, se llame de derechas¨ª de centro o de entreplanta.
Una consideraci¨®n se impone sin embargo, a la hora de reivindicar los derechos de los PNN. Y no me refiero s¨®lo a que no se les siga considerando unos eventuales prestadores de servicios de los que en cualquier momento se pueda prescindir. Me refiero, de modo especial, a la exigencia de autono,m¨ªa universitaria, autonom¨ªa que posibil¨ªte una contrataci¨®n en la que se conjuguen la estabilidad laboral con la calidad docente. Pues bien, la consideraci¨®n es que esta derrota se produjo hace tiempo No es nueva. No ha ocurrido po, azar. Quienes dejaron de lado -o despreciaron- el movinfiento de los PNN en funci¨®n de no s¨¦ qu¨¦ objetivos (que llevar¨ªan, claro, este cambio); quienes no combatieron tenaz y oportunamente las oposiciones, sino que llegaron a justificarlas con argumentos tan insostenibles como que era mejor ir sentando dem¨®cratas en los estamentos de la Universidad que no hacer oposiciones y tantas argucias m¨¢s, comprueban ahora lo acertado de su estrategia. Y m¨¢s de uno de los PNN actuales participaron, de una u otra manera, en aquella maniobra. ?Es que acaso esperaban otra cosa?
De cualquier forma, no est¨¢ en mi ¨¢nimo ponerle a nadie frente al espejo de sus errores. Me interesa m¨¢s volverme a los de mi casta, a los funcionarios que se dicen (en el caso de que tal cosa sea posible) progresistas. ?C¨®mo se va a concretar su protesta? Porque parece claro que quien est¨¦ de acuerdo con las peticiones de los profesores no numerarios lo menos que puede hacer es no colaborar en, puesto directivo alguno de la Universidad.
Desgraciadamente, no creo que tal cosa vaya a ocurrir, puesto que estamos demasiado acostumbrados a o¨ªr la excusa, convertida en art¨ªculo de fe, seg¨²n la cual todo se puede mejorar desde dentro (sobre todo lo propio, naturalmente), o que es mejor alguien bueno en un sitio malo que alguien malo en dicho sitio. Es como la f¨¢bula de las manzanas podridas, s¨®lo que al rev¨¦s. El reto, no obstante, sigue ah¨ª. Y a los PNN corresponde exigir tambi¨¦n a los funcionarios docentes que act¨²en en consecuencia con sus ideales, si es que los tienen.
Ser funcionario y estar en contra de las oposiciones o contra los cuerpos vitalicios es, no lo niego, una contradicci¨®n.
La cuesti¨®n es si uno (que ha podido entrar por las m¨¢s variadas y hasta exc¨¦ntricas razones) quiere dar solidez, hacer m¨¢s compacta esa contradicci¨®n o, en cuanto tal, destruirla hacer que desaparezca.
Por esto ¨²ltimo opto yo. Por esto ¨²ltimo invitar¨ªa a que lucharan a todos aquellos que sientan como una molestia insoportable tener que ense?ar desde la seguridad de la p¨®liza, desde la tranquilidad del BOE. Desde la seguridad, en suma, del Estado.
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