Jack Dempsey, campe¨®n de boxeo
Jack Dempsey cuyo verdadero nombre era William Harrison Dempsey, falleci¨® el pasado martes en su domicilio de Nueva York a los 87 a?os de edad. Al Martillador de Manassa se le ha ca¨ªdo el martillo.En el boxeo, como en la historia, el tiempo no se mide en a?os, sino en ¨¦pocas, y cada ¨¦poca ha tenido el nombre de su palad¨ªn. De este modo, y al cabo del tiempo, el llamado noble arte ha sido una larga lista de hombres y una peque?a suma de nombres. Ha sido Sullivan, Corbett, Johnson, Dempsey, Tunney, Louis, Marciano y Clay.
Paralelamente a su historia, el boxeo cre¨® una figura laboral con una vaga resonancia democr¨¢tica; la del hombre de transici¨®n. Y fue as¨ª porque, antes de su definitiva crisis de ahora, ha atravesado varias otras crisis temporales, casi siempre en coincidencia con el fin de alg¨²n campe¨®n excepcional. Como siempre, Dempsey lleg¨® cuando ocupaba el trono un hombre de transici¨®n, un vaquero de dos metros y 100 kilos llamado "Jess Willard; "Jess Willard, se?or".
Willard era el principio del mito del hombre elefante. En aquel momento a¨²n no se hab¨ªa encontrado una relaci¨®n cabal entre el tama?o y el punch. Los promotores, que hab¨ªan agotado ya la imagen del bucanero en Sullivan, la del gentilhombre en Corbett, la del hombre ara?a en Fitzsimmonds y la del negro rebelde en Johnson, se acordaron de los paquidermos cuando vieron un d¨ªa a un enorme cow-boy.
-?C¨®mo te llamas, chico?-Jess Willard, se?or.
A Johnson, el campe¨®n, no era posible derribarlo a trompazos, por eso tuvieron que dispararle con el talonario. Todo el mundo sabe ya que en La Habana no per di¨® por KO, simplemente se tumb¨® al sol.
En esa coyuntura apareci¨®, por la magia de las mutaciones, un bull-dog vestido de boxeador. No med¨ªa m¨¢s all¨¢ de 1,80 metros, ni pesaba m¨¢s de 85 kilos. Pero ten¨ªa los belfos apretados, las sienes estrechas, el colmillo retorcido, un brillo de perro rabioso en los ojos, un cogote plano como una l¨¢pida y la acometividad seca y agrupada de las jaur¨ªas. Plante¨® el combate contra Willard como se planear¨ªa la demolici¨®n de un gran edificio, s¨®lo que al rev¨¦s; ¨¦l empez¨® por abajo. Pasados algunos asaltos, el ex campe¨®n era un mont¨®n de escombros, una pura ruina, y hab¨ªa llegado la hora Dempsey y la ¨¦poca de los acorazados de bolsillo.
Muchos a?os despu¨¦s, en su novela M¨¢s dura ser¨¢ la ca¨ªda, que era una evocaci¨®n de los hombres elefante, Budd Schulberg recordar¨ªa tambi¨¦n la figura estricta y el esp¨ªritu depredador del viejo perro pach¨®n.
-Ciento ochenta y cinco libras es todo lo que se necesita para dejar fuera de combate a cualquier hombre -dijo Danny, el preparador.
Porque Dempsey hab¨ªa sido fiel a su propia ¨¦poca. Asumi¨® el apodo (The Manassa Mauler) que le pusieron los cr¨ªticos, y un d¨ªa, terminado su ciclo, moderada su furia, perdi¨® ante el que ten¨ªa que ser su sucesor. Esta vez se trataba de Gene Tunney, el cient¨ªfico. Todos recuerdan el famoso combate de la cuenta larga. Como era de esperar, el bull-dog cay¨® mordiendo.Ahora, much¨ªsimos a?os despu¨¦s, cuando ya es demasiado tarde, Jack habr¨¢ descubierto que todo era una trampa. Todos ment¨ªan.
Ha podido comprobar que para poner fuera de combate a cualquier hombre no hacen falta 80 kilos.
Son suficientes un desenga?o y un infarto.
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