El antiguo Arrabal
El arquitecto y el emperador de Asiria (1976) es una de las obras m¨¢s significativas de Arrabal. Nace en la onda de una gran corriente teatral: Beckett (Esperando a Godot, 1953), Genet (Las criadas, 1947), lonesco (La cantante calva, 1950)... Los cuales, a su vez, nacen de algo (Crommelynck, Ghelderode ... ) que, a su vez, tampoco nace por generaci¨®n espont¨¢nea.Toda ruptura v¨¢lida no es m¨¢s que un a?adido con genialidad a una tradici¨®n. El arquitecto... no es solamente una amalgama de todos estos dispares creadores de lo que se ha llamado teatro del absurdo: hay una aportaci¨®n de la experiencia anterior del propio Arrabal, de su propia personalidad confusa y aterrada, de la lucha contra una Espa?a negra que asfixia su infancia.
El arquitecto y el emperador de Asiria, de Fernando Arrabal
Int¨¦rpretes: Miguel Ponce y Federico Castillo. Vestuario: Franklin Bonilla. Espacio esc¨¦nico y direcci¨®n de escena: Miguel Ponce. Estreno: teatro Mart¨ªn. 31 de mayo de 1983.
Una infancia como congelada: en esta obra hay mucho de ni?o que juega, que tiene pesadillas y no consigue jam¨¢s despertar. En El arquitecto y, el emperador de Asiria hay sobre todas estas influencias una muy sensible: la de Beekett. El descubrimiento de la pareja como de circo, apayasada, perdida y sobre todo confusa.
Los valores del texto
El texto de Beckett es esbelto el de Arrabal, grueso, achaparrado: es decir, barroco. Avanza mucho m¨¢s en la p¨¦rdida de la l¨®gica.Es un sistema: el de la obra abierta, el de las lecturas posibles, que arrebola tanto a los envejecidos j¨®venes de festival. Los dos personajes son susceptibles de cualquier interpretaci¨®n: pueden ser dos ni?os que juegan; pueden ser Robinson y Viernes; Dios y su criatura; dos amantes masculinos; dos figuras de manicomio, y algunas cosas m¨¢s. La obra puede ser una especie de auto sacramental delirante, su altar y su comuni¨®n.
Un principio y un fin de la humanidad. Puede ser todo: puede, por la misma raz¨®n, no ser nada. Arrabal ha escrito siempre un teatro para directores -el esfuerzo le ha cundido- y para cuajar en alg¨²n momento, alguna situaci¨®n, alguna frase.
Un teatro menor, pero revoltoso, enfadado. Entre el sobresalto de alguna situaci¨®n, la fuerza de alguna frase, el sustillo irreverente de algo que suena como a blasfemia, la fascinaci¨®n por la bisexualidad, el terror a la mujer (y, por tanto, su ridiculizaci¨®n, su deformaci¨®n, su abyecci¨®n, que es uno de los juegos habituales del travestido) y alg¨²n otro punto de fuerza hay largos espacios vac¨ªos, de relleno. M¨¢s bien insoportables.
Coincidencia con 'El rey de Sodoma
Miguel Ponce es el director de escena de esta representaci¨®n que se da en el teatro Mart¨ªn adem¨¢s del actor dominante. Ha conseguido velocidad, ritmo, aunque no pueda salvar los largos baches, como el largo trance del juicio. Su diecci¨®n, y la del otro actor, Federico Castillo, es falsa, como su tono de voz: quiz¨¢ se deba a la creencia de que deb¨ªan, para actuar en Espa?a (vienen de Venezuela), forzar una castellanizaci¨®n del acento, lo cual no parece necesariamente obligatorio. Como el idioma -la escritura- de Arrabal es m¨¢s funcional que bello (en cualquiera de los sentidos que se le quiera dar a la palabra belleza), el di¨¢logo inc¨®moda. Coincide en la cartelera de Madrid esta obra con otra de Arrabal, El Rey de Sodoma. Las comparaciones siempre son injustas y desplazadas, pero conviene advertir, para quienes se sintieron defraudados por el Arrabal de esa obra, que ¨¦sta (aparte otros valores teatrales de direcci¨®n, escenograf¨ªa o interpretaci¨®n, naturalmente) tiene bastante m¨¢s inter¨¦s dram¨¢tico y de situaci¨®n de pensamiento del autor.Esta obrase estren¨® en Barcelona en 1977 (director: Gruber; escen¨®grafo: Eduardo Arroyo; actores: Marsillach y Prada), pero Arrabal, renuente todav¨ªa a regresar de su exilio de Par¨ªs, recibi¨® informaciones y consejos que le impulsaron a prohibir unas representaciones que nunca vio. Qui¨¦n sabe si su entrada en Espa?a, por esta v¨ªa, le hubiese sido m¨¢s favorable.
La representaci¨®n de El arquitecto... en el teatro Mart¨ªn, dentro de la caracter¨ªstica de teatro de festival, fue seguida con atenci¨®n y muy aplaudida al final: los aplausos se prolongaron hasta la aparici¨®n, breve y sobria, de Arrabal en el escenario.
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