De cu¨¢n dif¨ªcil es todo en el toreo
Mi primera dificultad la tuve con ocho a?os de edad. Mi t¨ªo Pedro me llev¨® a una corrida en la plaza de Tomelloso. Un jabonero manso, medio demente y excesivamente gimnasta, inconforme con aquella pelea, se salt¨® la barrera precisamente por el lugar donde yo hab¨ªa instalado mi entusiasmo infantil. La ferocidad de sus cuernos qued¨® tan cerca de mi adrenalina que inmediatamente goc¨¦ de un corte de digesti¨®n y 39 grados de fiebre: era el terror. Luego crec¨ª, llegu¨¦ a alcanzar la edad maravillosa, y a veces algo est¨²pida, que llaman quince a?os, y una tarde, tambi¨¦n en Tomelloso, est¨²pidamente me aproxim¨¦, con cierta p¨²dica gallard¨ªa, a un zaino cornal¨®n: me mir¨®, sal¨ª huyendo, corri¨® detr¨¢s de m¨ª, not¨¦ sobre mi espalda el resoplido b¨¢rbaro de la bestia, y s¨®lo obtuve paz cuando volaba sobre la barrera, a modo de filigrana de piscina, quedando magullado, aterrado y feliz. No escarment¨¦, y a¨²n reun¨ª ¨¢nimos, algo m¨¢s adelante, para dar unos capotazos rid¨ªculos y descompuestos a una vaq¨²illa insignificante que por poco me ?nata a pisotones. Se aprende, como es sabido, en la desgracia o la verg¨¹enza. Yo aprend¨ª as¨ª lo dif¨ªcil que es alcanzar a ser torero. De modo que me hice escritor. No es un oficio muy lucido, pero al menos, salvo en casos de golpe de estado, no conlleva mucho peligro.Parece que a los toros tambi¨¦n les es dif¨ªcil serlo. Grandes manadas de protectores de animales se desga?itan coreando que Espa?a es un pa¨ªs salvaje (incluidas las ferias de Bilbao y Barcelona) y que los pobrecitos toros sufren como salvadore?os (aunque las sociedades protectoras, de apimalicos no suelen, a la vez, condolerse por el exterminio del hombre). Hasta mi compadre Qui?ones, otrora aficionado competente, que hac¨ªa alpinismo para colarse en el coso del Puerto, hoy (incendiario de joven, bombero de maduro, como es la ley) nos llama al orden, enojado por el viacrucis del astado. ?Ay mi Fernando, qui¨¦n te ha visto y qui¨¦n te ve! ?Ruego porque tu compasi¨®n, hermano, no alcance a ser tan caudalosa como la de Eugenio No?l! ?Y te mando un abrazo en memoria de El Puerto de Santa Mar¨ªa!
Dif¨ªcil es tambi¨¦n ser p¨²blico taurino. Lo m¨¢s sensato que a este respecto he le¨ªdo en esta temporada lo ha escrito mi buen amigo y gran aficionado, Andr¨¦s Amor¨®s: "El que m¨¢s grita suele ser el que menos sabe. El que va a la plaza caliente, con el prejuicio de que le est¨¢n estafando, no suele juzgar con justicia. La fiesta incluye pasi¨®n, por supuesto, pero hay que procurar que las pasiones no se desborden si, no queremos volver al circo romano. Intentemos todos (toreros, empresarios, presidentes, apoderados y tambi¨¦n el p¨²blico) cumplir cada uno nuestro papel con respionsabilidades. Sucede que a menudo los p¨²blicos van a las plazas como quien va a la revoluci¨®n. Pienso entonces, una vez m¨¢s, que cuando la revoluci¨®n se vuelve insensata, la sensatez se vuelve revolucionaria. (Un saludo, Amor¨®s.) Pero nos falta sensatez. Hace unos d¨ªas, la c¨®lera de algunos contra el tama?o de unas reses (que sin embargo eran endemoniadamente peligrosas) contribuy¨® a que Curro V¨¢zquez recibiera una cornada que antes era de muerte. A V¨¢zquez lo han salvado la cirug¨ªa moderna y el antibi¨®tico. No nosotros, el p¨²blico. Se cuenta que cuando le preguntaron a Curro Romero (tras una de esas faenas que ¨¦l suele ¨²ltimamente hacer no al toro, pero s¨ª a la afici¨®n) si prefer¨ªa el p¨²blico de Las Ventas o el p¨²blico de La Maestranza, respondi¨® so?ador e imperturbable: "Prefiero el p¨²blico del tenis". La sangre del chiquillo V¨¢zquez pesaba el viernes en la plaza. As¨ª y todo, vimos toreo. Como siempre: a Anto?ete. Voluntad a Campuzano. Arrojo a El Yiyo. Pero la sangre del chiquillo V¨¢zquez pesaba el viernes en la plaza.
Y, sin embargo, el p¨²blico a menudo tiene raz¨®n al protestar: pues parece dif¨ªcil tambi¨¦n ser ganadero. El viernes devolvieron dos toros al corral. No devolvieron m¨¢s porque no hab¨ªa repuesto. De los ocho, seis eran mansos o mentira. Uno de ellos incluso se acost¨® en la lidia; no muerto, ni cansado: indiferente. Es fama que Fernando Villal¨®n se arruin¨® pretendiendo, cruza tras cruza, conseguir un toro bravo y con los ojos verdes. De aquel empe?o, que pareciera sugerido en un poema de Gustavo Adolfo B¨¦cquer, suelen re¨ªrse los ganaderos.
No se r¨ªan ustedes, ya que tambi¨¦n parece un sue?o conseguir el milagro, el poema, de seis toros que tengan casta, nobleza y energ¨ªa, aun que sean bizcos y sin los ojos verdes. Los diestros y los p¨²blicos llevamos mucho tiempo esperando que ustedes, tambi¨¦n ustedes, cumplan con sus responsabilidades. ?Cu¨¢n dif¨ªcil es todo en el toro! Mucho m¨¢s complicado que ser miembro de alguna sociedad protectora de bichos, y sospecho que mucho m¨¢s coherente que clamar en favor de los animalitos sin ser vegetariano.
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