El jefe
El amor paterno, el amor de los amigos, el amor de la amada. Todo eso est¨¢ muy bien. Pero existe un amor del que nadie dice nada en una sociedad donde casi todo el mundo es poblaci¨®n asalariada: el amor del jefe. Nada: nos importa un pimiento el jefe y lo que sienta el jefe, y al jefe que le den morcilla. ?Es realmente as¨ª?Ante la esposa que se compadece o se encuentra en ese preciso momento depil¨¢ndose las cejas, nosotros somos (en su opini¨®n) incomparablemente superiores al jefe. ?A qu¨¦ sentirnos deprimidos? Lo que pasa, ni m¨¢s ni menos, es que somos tontos. La pr¨®xima vez, lo que hay que decirle al jefe nos lo dice la esposa de un tir¨®n, con la exacta impostaci¨®n de la voz y el texto ¨ªntegro. Es asombroso lo claro que esa mujer tiene las cosas que deben decirse al jefe. Y es desoladora, a la vez, nuestra torpeza. ?Estar¨¢ liada nuestra mujer con el jefe y de esa manera lo conoce tan a fondo y lo domina? ?Ser¨¢ que nosotros amamos desmesuradamente al jefe y por ello nos l¨ªa y nos domina? No hay modo de salir de esta doble y corrosiva amenaza. A fin de cuentas, ?por qu¨¦ habr¨ªa, de enrollarse nuestra mujer con un ser tan abominable? Pero, a la vez, ?por qu¨¦ habr¨ªamos de necesitar nosotros tanto el amor de ese sujeto?
Abominable, adorable, remoto. El jefe es el aliento y la peste en una pieza. La referencia terminante. Es decir, el patr¨®n.
En un mundo de amparos comunales, el cari?o de la familia llega a menudo como una m¨¢s entre las prestaciones de la Seguridad Social. Una mutua del consuelo a bajo precio. Pero el jefe es, en cambio, lo contrar¨ªo: el riesgo y el arbitrio enriquecido. Lo que de verdad confiere valor de cambio. El canon donde se regula nuestra cotizaci¨®n y diferencia.
Al rev¨¦s de lo que se dice, nuestra identificaci¨®n no procede casi nunca del nosotros dom¨¦stico, tras la puerta blindada y el tufo infranqueable de la calefacci¨®n central. Tampoco viene, en s¨ª, del trabajo dependiente. La ¨²nica y posible fantas¨ªa de singularidad dentro de la vida asalariada est¨¢ en poder del jefe. En el inexpugnable recinto del jefe. Sobre cuya puerta podr¨ªa garabatearse esa frase de Pauil Val¨¦ry: "Un jefe es un hombre que tiene necesidad de los otros". A ver qu¨¦ pasa.
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