Rostropovich: "No soy un hombre de nostalgias"
El m¨²sico act¨²a en Barcelona, Madrid y Bilbao
Mstislav Rostropovich, el primer violonchelista contempor¨¢neo, act¨²a ma?ana, domingo, de nuevo en Madrid, en el Teatro Real, a las siete de la tarde, interpretando el Concierto de Dvorak, con la Orquesta Sinf¨®nica de RTVE y el futuro titular de la agrupaci¨®n, Miguel Angel G¨®mez Mart¨ªn. El pasado 9 toc¨® la misma obra en Barcelona, con la Philharmonia Orchestra, y ayer acompa?¨® al piano a su esposa, la soprano Galina Vishnevskaia, en un recital de canciones de Glinka, Moussorgsky y Chaikovsky. Ayer declar¨®: "No soy un hombre de nostalgias"
El pr¨®ximo lunes, en el teatro Coliseo Albia, de Bilbao, con la Orquesta Sinf¨®nica de Bilbao, intervendr¨¢ como solista en la cuarta sinfon¨ªa de Brahins y el concierto para violonchelo y orquesta de Dvorak.Rostropovich tiene 56 a?os, el poco pelo que le queda se ha vuelto blanco y hay un cierto poso de tristeza en la mirada. "No soy un hombre de nostalgias", dice. "Quiero hacer mucha m¨²sica el tiempo que Dios me conceda de vida, yo soy muy religioso, yo creo en Dios. ?Sabe?". Y entonces recuerdas que es amigo ¨ªntimo de Solyenitsin, a quien tuvo viviendo en su dacha de 1979 a 1883. Y a veces, como su visionario amigo, ha transmitido una imagen de propaganda del American way of life, como cuando vino a Europa, el pasado a?o, con la Orquesta Sinf¨®nica Nacional de Washington, donde su conferencia de prensa fue desvirtuada para acabar siendo una soflama politiquera.
Pregunta. ?No tiene nunca la sensaci¨®n de que le est¨¢n utilizando, de que usted se ha convertido, desde que acept¨® la direcci¨®n de la Orquesta de Washington, en 1977, en un s¨ªmbolo de la propaganda contra la Uni¨®n Sovi¨¦tica?
Respuesta. Yo le preguntar¨ªa a mi vez: ?Qui¨¦n me ha convertido en figura pol¨ªtica? Ha sido mi propio pa¨ªs, por desgracia. Yo soy un m¨²sico, yo s¨®lo he querido ser un m¨²sico, -y mueve la cabeza asintiendo, acompa?¨¢ndose, mientras suspira-, yo no he sido un disidente, no he querido hacer pol¨ªtica. Pero un d¨ªa Solyenitsin vino a verme, me pidi¨® quedarse a vivir en mi casa: ?l era mi amigo, yo no pod¨ªa decirle que no. Entonces cancelaron mis conciertos y me echaron del Teatro Bolshoi. ?No me dejaron ni dirigir opereta! En el a?o 73, yo no ten¨ªa trabajo en ninguna parte. Fue entonces cuando escrib¨ª a Breznev, pidi¨¦ndole permiso para marchar al extranjero, ya que en Rusia no ten¨ªa ocupaci¨®n. Es gracioso: En esos a?os escrib¨ª cuatro veces al ministro de Cultura, al partido, a Breznev, pidi¨¦ndoles que me recibieran, que me dejaran hablar con ellos, y no hubo respuesta; en cambio, el d¨ªa en que dej¨¦ mi carta pidiendo autorizaci¨®n para marchar fuera de Rusia, volv¨ª andando a mi casa desde el comit¨¦ central, y cuando llegaba, 15 minutos despu¨¦s, el tel¨¦fono estaba sonando. Era el viceministro. Quer¨ªa comunicarme que las autoridades ve¨ªan sin disgusto mi petici¨®n. ?Sabe? Cuando Solyenitsin fue expulsado de la Uni¨®n de Escritores, estuve varias horas hablando con el se?or Yemishev, del Comit¨¦ Central, intentado razonar con ¨¦ll que vetar a Sholyenitsin era absurdo, que esa estupidez ser¨ªa usada en Occidente contra la URSS como un ejemplo de la marginaci¨®n de los talentos nacionales, pero este hombre no me hizo ning¨²n caso. "Dejando marchar a los hombres de genio deshonrais vuestra propia casa", le dije.
Bien, el caso es que, cuando Galina y yo tuvimos que irnos, en el 74, Am¨¦rica nos recibi¨® con los brazos abiertos, como amigos entra?ables. Mire, yo le hablo con el coraz¨®n, le digo mis sentimientos: Yo me volv¨ª a sentir un ser humano en Occidente. Enti¨¦ndame, yo no creo que el sistema sea ideal, no es el para¨ªso, pero en ¨¦l soy libre. Yo necesito ser un m¨²sico en libertad, con capacidad de elecci¨®n. Usted lo ver¨¢ de otra forma, y lo entiendo, quiz¨¢ yo tengo un background demasiado amargo, pero me siento dispuesto a aceptar un m¨ªnimo de propaganda, publicidad o... manipulaci¨®n, como usted dice, cada vez que veo las caricaturas, a veces feroces, de Reagan y de los pol¨ªticos en la Prensa americana. Si alguien me ense?a un comic sobre Andropov en la Prensa sovi¨¦tica, ?juro que le regalo ahora mismo mi violenchelo Stradivarius!
P.Usted fue el m¨²sico m¨¢s unido a Dimitri Shostakovich, que muri¨® pocos meses despu¨¦s de abandonar ustedes la URSS. ?C¨®mo fue su ¨²ltimo encuentro?
R. Yo soy un sentimental, y si me hace contarle esto voy a terminar emocion¨¢ndome. Pero se lo relatar¨¦. Yo fui a verle a su dacha, con Galina. Shostakovich estaba solo en ese momento. Yo no sab¨ªa c¨®mo explicarle la situaci¨®n, le dije algunas palabras sin mucho sentido y finalmenie saqu¨¦ del bolsillo el visado que nos acababan de dar y se lo tend¨ª. ?l lo entendi¨®, estaba ya muy enfermo, se me qued¨® mirando y se ech¨® a llorar. "?Qui¨¦n me acompa?ar¨¢ ahora cuando me muera, Slava?", me dijo, y recuerdo su voz quebrada como una herida. "Me dejas solo, Slava", repiti¨® varias veces. Galina y yo nos echamos tambi¨¦n a llorar al verle tan desvalido, y le abrazamos. Yo le dije: "Esc¨²chame, al irme de aqu¨ª voy a poder tocar toda la m¨²sica nueva que deseo interpretar, y podr¨¦ montar todas tus obras, todas tus Sinfon¨ªas, tus ¨®peras, como siempre hemos querido hacerlas". Y ¨¦l, entre sollozos, me dijo algo sorprendente: "Si tocas y grabas las Sinfon¨ªas, empieza con la Cuarta. Las tres primeras ya no me gustan". Despu¨¦s me pidi¨® que, por encima de todo, interpretara su ¨®pera Lady Macbeth de Mtsensk en la versi¨®n original, tal como ¨¦l la hab¨ªa escrito en los a?os treinta y la hab¨ªa dedicado a su primera esposa, Nina, antes de que Stalin prohibiera las representaciones. Y eso ya lo he cumplido. Ahora empiezo a cumplir el resto de mi promesa.
Se para. Como vaticinaba, se ha emocionado con su propia narraci¨®n. A¨²n as¨ª, repite: "Pero no soy un hombre de nostalgias". Y ahora ya est¨¢ lanzado en un tema que le apasiona, y contin¨²a.
R. Ver¨¢, cuando a¨²n viv¨ªa Shostakovich, y yo no estaba prohibido en Rusia, fui a ver, con el director esc¨¦nico del Bolshoi, Parklovsky, al se?or Polikarpov, el m¨¢s alto directivo cultural de los teatros sovi¨¦ticos, para proponerle un montaje de categor¨ªa de Lady Macbeth, una reposici¨®n de la obra no en la versi¨®n, casi miserable, que se present¨® en los a?os sesenta en el Teatro Stanislavsky, bajo el nombre de Katerina Ismailova, con una mala orquesta y cantantes mediocres.
Y Polikarpov me dijo: "S¨ª, Shostakovich es una gloria nacional, pero no nos interesa". Yo viv¨ª muy de cerca todos los sufrimientos de este hombre. ?l no era un disidente, y viv¨ªa una dualidad tr¨¢gica, porque rechazaba el aparato estatal y la falta de libertad, pero era profundamente ruso y no pod¨ªa vivir sin su familia, sus amigos o su paisaje.
Se despide. "Yo soy su amigo, mis amigos me llaman Slava".
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