El PSOE y el pacifismo
EXISTE TANTA confusi¨®n, en Espa?a y fuera de ella, sobre los movimientos pacifistas y sobre el pacifismo mismo, que resulta dificil valorar objetivamente el significado de la manifestaci¨®n por la paz ayer en Madrid y la corriente de acci¨®n que los movimientos pacifistas, si quieren ser ¨²tiles, y aun posibles dentro de su utop¨ªa, tienen que asumir en este pa¨ªs.La cuesti¨®n de la paz mundial est¨¢ enmarcada en este momento por la carrera de armamentos nucleares, en la quela Uni¨®n Sov¨¦itica y Estados Unidos se hallan empe?ados, con el apoyo de sus respectivos aliados, tanto en lo que se refiere amisiles de teatro como a los intercontinentales o estrat¨¦gicos. Los focos de tensi¨®n residen de manera crucial en el Pr¨®ximo Oriente y Centroam¨¦rica. Otras muchas guerras locales, internacionales y civiles configuran un panorama de violencia. Hablar de paz es entonces hacerla posible all¨ª donde est¨¢ amenazada.
Los sentimientos pacifistas del PSOE y su actitud de cauto recelo ante la entrada de Espa?a en la OTAN le dieron a Felipe Gonz¨¢lez un buen n¨²mero de votos en las elecciones legislativas. Su triunfo en las mismas le ha puesto ante un desafio de dif¨ªcil resoluci¨®n, desaf¨ªo similar al que ha enfrentado con escaso ¨¦xito un socialista pacifista como es el brit¨¢nico Michael Foot. ?Cu¨¢l debe ser la respuesta, aqu¨ª y ahora, a los problemas de la paz? ?Y cu¨¢l debe ser desde la postura de quien gobierna un Estado soberano con un ej¨¦rcito propio, defiende intereses concretos y se sabe en un mundo amenazado por la fuerza? La ambig¨¹edad y falta de decisi¨®n ha sido la actitud del partido socialista, desde su llegada al poder, en estas cuestiones.
El pacifismo en Espa?a no se presenta primordialmente preocupado por las cuestiones de la guerra nuclear o por el despliegue de los euromisiles, qu¨¦ ha galvanizado a nuestros aliados europeos, sino que se enfoca ante todo sobre la cuesti¨®n de la OTAN y la pertenencia de Espa?a a ella. Sin embargo, lo criticable del ingreso de Espa?a en la OTAN no ha sido tanto el hecho mismo como la ausencia de un debate nacional -pudo ser un refer¨¦ndum, pudo ser un -debate parlamentario en regla, pudo ser un tema electoral definitorio de una campa?a.
El resultado es que Espa?a es ahora miembro de pleno derecho de la Alianza, que mantiene unas obligaciones definidas en ella y que lo ¨²nico que ha hecho el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez ha sido paralizar las conversaciones sobre los aspectos concretos de la integraci¨®n militar. Centrar exclusiva o fundamentalmente las cuestiones del pacifismo sobre la pertenencia o no de Espa?a a la Alianza puede, por lo dem¨¢s, generar la confusi¨®n a?adida de que todo el que no quiere la OTAN es un pacifista, y viceversa, con lo que se producir¨ªa un fenomenal malentendido, m¨¢s tintado de parcialidad y propaganda pol¨ªtica que de otra cosa. Franco, al fin y al cabo, tampoco quer¨ªa la OTAN, y no ser¨ªa de buen gusto definirle como pacifista.
El pacifismo es una actitud social e individual de fondo que tiene por objeto conquistas inmediatas y concretas. En este sentido ofende m¨¢s a la idea de paz la comprensi¨®n y solidaridad del Gobierno espa?ol con el despliegue de los euromisiles que su pertenencia a la Alianza, y ser¨ªa m¨¢s beneficioso -y quiz¨¢ m¨¢s inadmisible para los que podr¨ªamos llamar poderes f¨¢cticos internacionales- un miembro de la Alianza -dispuesto a no transigir en esta materia que los n¨²meros circenses a los que nos tiene ya acostumbrados Fernando Mor¨¢n y otros colegas suyos en las reuniones de la OTAN, para hacer compatible su presencia con su programa. Lo ¨²nico exigible a un comportamiento pacifista es su coherencia. Acabar con las guerras y con los ej¨¦rcitos no es, evidentemente, nada sencillo ni prop¨®sito de corto plazo. Acabar con determinadas guerras y con formas de dominaci¨®n de los ej¨¦rcitos es, sin embargo, posible.
As¨ª que un Gobierno abrumado por la imposibilidad de convocar a un refer¨¦ndum sobre la pertenencia de Espada a la OTAN, "dada la tensi¨®n internacional", pero nutrido de sentimientos pacifistas no extravagantes, puede hacer cosas concretas muy interesantes. Puede sacar, por ejemplo, cuanto antes en las Cortes una ley sobre los objetores de conciencia o firmar el Tratado de No Proliferaci¨®n Nuclear, como muestra inequ¨ªvoca de que no est¨¢ dispuesto a renunciar a la producci¨®n del arma at¨®mica. Algo parecido podr¨ªa decirse respecto a algunos incomprensibles, o demasiado comprensibles, profesionales del pacifismo, como los delegados de Herri Batasuna que acudieron a una reciente reuni¨®n en Berl¨ªn organizada por el Congreso Mundial de la Paz -de inequ¨ªvoca financiaci¨®n sovi¨¦tica-. Resulta harto procaz pedir el desarme desde una organizaci¨®n que ampara el bandidaje de ETA, el asesinato y la extorsi¨®n armada como forma de conseguir sus objetivos.
El movimiento pacifista que reuni¨® ¨¢yer a casi 100.000 luminosos manifestantes en Madrid debe aprender a desprenderse de adherencias interesadas que perjudican su propia credibilidad y ofenden a la causa de la paz. Por lo dem¨¢s, debe asumir la coherencia necesaria que le impida solicitar en su manifestaci¨®n la presencia de un partido queest¨¢ en el poder y desde el que hasta ahora se ha mostrado renqueante y equ¨ªvoco en sus tomas de postu.r¨¢ a este respecto. El refer¨¦ndum sobre la OTAN es una promesa electoral que el Gobierno est¨¢ obligado a tumplir, y si no lo hace debe explicar por qu¨¦: la tensi¨®n internacional a secas no es una explicaci¨®n, y si se permite, es hasta una bobada de explicaci¨®n. Nada indica, sino todo lo contrario, que esta tensi¨®n vaya a bajar en el futuro pr¨®ximo. Los espa?oles son mayores de edad para comprender las limitaciones de un pa¨ªs como el nuestro, su dependencia econ¨®mica del exterior y hasta la conveniencia de contribuir a un conc¨¦pto de defensa com¨²n, si efectivamente existe un concepto de amenaza com¨²n. Pero la causa de la paz no se agota ah¨ª. La extensi¨®n del poder nuclear es precisamente la que ha hecho posible la limitaci¨®n de soberan¨ªas, el vasallaje internacional ante las grandes potencias. Es inmoral seguir viviendo del espejismo de los problemas existentes para nuestra integraci¨®n en la OTAN, cuando estamos integrados y cuando de hecho, si no lo estuvi¨¦ramos, las causas fundamentales del armamentismo y un concepto concreto de disuasi¨®n nuclear iban a seguir mereciendo el apoyo y comprensi¨®n de este Gobierno, a juzgar por las recientes declaraciones.
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