La OUA y el S¨¢hara occidental
HACE UNOS d¨ªas, el porvenir de la Organizaci¨®n para la Unidad Africana (OUA) parec¨ªa muy sombr¨ªo; se empezaba a repetir lo que ya hab¨ªa ocurrido en dos ocasiones en el a?o 1982, en Tr¨ªpoli: la imposibilidad de reunir la asamblea de jefes de Estado y por lo tanto la amenaza de una crisis sin salida de dicha organizaci¨®n. Las cosas han cambiado radicalmente: la OUA ha aceptado, pese a ciertas reservas marroqu¨ªes, una resoluci¨®n que desbloquea el problema que en los ¨²ltimos a?os ha sido el principal motivo de desacuerdos y conflictos en su seno, el problema del S¨¢hara occidental.?Cu¨¢les son las causas de este viraje tan significativo? Cumple destacar en primer lugar la inteligencia con la que han actuado los representantes de la Rep¨²blica ?rabe Saharaui y Democr¨¢tica (RASD): no han dado la batalla por el tema, m¨¢s bien formal, de su presencia, de su reconocimiento; con su retirada han contribuido al ¨¦xito de una resoluci¨®n que, en una serie de cuestiones decisivas, les da satisfacci¨®n. Por primera vez, la OUA designa nominalmente al Polisario como una de las partes en el conflicto del S¨¢hara, cuando la tesis de los marroqu¨ªes ha sido siempre que se trataba para ellos de un conflicto con Argelia. La OUA invita al Polisario y a Marruecos a que negocien un alto el fuego que cree las condiciones para la realizaci¨®n de un refer¨¦ndum. Cuando Hasan II, acept¨® en Nairobi, hace dos a?os, la idea del refer¨¦ndum, lo hizo dando a entender que ser¨ªa organizado por Marruecos, en colaboraci¨®n con el comit¨¦ designado por la OUA a esos efectos. El cambio entre la vaguedad de la f¨®rmula de Nairobi y las precisiones introducidas en la actual resoluci¨®n aprobada en Addis Abeba son pues sustantivos.
El segundo factor es sin duda la evoluci¨®n de la pol¨ªtica de Marruecos a la que venimos asistiendo en el ¨²ltimo per¨ªodo, hacia un acercamiento y una comunidad mucho m¨¢s fuerte de los pa¨ªses del Magreb, de la que la entrevista de Hassan II y Chadli fue momento clave; esa pol¨ªtica implica una soluci¨®n negociada, de una forma u otra, del conflicto del S¨¢hara. Y aunque el camino para ello a¨²n sea intrincado y complejo, es evidente que empieza a despejarse. El ministro Bucetta, al aprobar la resoluci¨®n de la. OUA en Addis Abeba, formul¨® ciertas reservas; si se, recuerda la actitud marroqu¨ª en ocasiones anteriores, ello era l¨®gico e inevitable; pero lo significativo es la aceptaci¨®n. Para Marruecos, esta evoluci¨®n no puede ser f¨¢cil. El presidente argelino, Chadli, ha declarado, en su discurso ante la OUA, que la soluci¨®n del conflicto del S¨¢hara debe hacerse sin que haya ni vencedores ni vencidos. La f¨®rmula es perfecta. Pero aceptar una soluci¨®n sin vencedores ni vencidos, una soluci¨®n negociada, no puede ser c¨®modo para un Estado que se ha negado a reconocer la realidad del enemigo con el que se enfrentaba: el pueblo saharaui, el Polisario, la RASD, consider¨¢ndoles no c¨®mo fuerzas aut¨¦nticas, nacidas de realidades hist¨®ricas y sociales, sino como instrumentos manipulados desde el extranjero.
Merece ser destacada la actitud de Senegal y de su presidente, Diuf: firmemente colocada al lado de Marruecos en todas las discusiones anteriores de la OUA sobre el problema del S¨¢hara, en esta ocasi¨®n ha sido verdaderamente el factor decisivo, el verdadero puente que ha permitido, en negociaciones con unos y otros, llegar al consenso. Ello indica probablemente el peso que, ha tenido en este esfuerzo, primero por salvar a la OUA, segundo por buscar caminos de soluci¨®n al conflicto sahariano, algo que se podr¨ªa denominar la din¨¢mica propia, fruto de la historia y de la experiencia, que a lo largo de sus 20 a?os de existencia, ha ido acumulando y asumiendo la Organizaci¨®n para la Unidad Africana. Numerosos movimientos de liberaci¨®n, reconocidos como tales por la OUA en un primer per¨ªodo, se han convertido luego en nuevos Estados independientes, que se han integrado en dicha Organizaci¨®n: basta recordar los nombres de Angola, Mozambique, Guinea-Bissau, Zimbabue... Este proceso ha sido posible, sobre todo, por un esfuerzo por mantener los problemas africanos separados, no sometidos a la dial¨¦ctica de los dos bloques. Decir que eso se ha logrado ser¨ªa muy exagerado. Pero no cabe duda de que la OUA ha sido un freno de no peque?a eficacia para contener esa tr¨¢gica tendencia a considerar los problemas del mundo exclusivamente en funci¨®n del enfrentamiento URSS-EE UU.
?frica tiene problemas propios de extraordinaria gravedad: en Id pol¨ªtico, lograr la independencia de Namibia, hacer frente a la pol¨ªtica de ?frica del Sur. En lo econ¨®mico, la tragedia del hambre y del subdesarrollo. La actual sesi¨®n de la OUA, al adoptar una actitud m¨¢s neta en el, tema saharaui, ha expresado la voluntad clara de los Estados africanos de desbloquear a la vez el camino para poder afrontar otros problemas africanos de singular trascendencia.
Este mismo esp¨ªritu se ha reflejado en el criterio para la designaci¨®n del presidente: desde el a?o pasado estaba sobre la mesa la candidatura del coronel Gadafi. Pero el designado ha sido el presidente de Etiop¨ªa, Mengitsu. No se ha tratado en modo alguno de escoger a un moderado frente a un progresista; Mengitsu figura sin duda entre los dirigentes m¨¢s radicales, m¨¢s progresistas del continente. Pero se ha manifestado la voluntad de designar a una personalidad m¨¢s integrada en el conjunto de los problemas propiamente africanos; y menos propenso a buscar protagonismos en otras batallas.
Para Espa?a, que el problema del S¨¢hara pueda encaminarse ahora hacia un refer¨¦ndum en un plazo de tiempo no excesivamente largo, es de suma importancia. No se puede olvidar que en el origen del conflicto est¨¢ la incapacidad de los determinados gobiernos espa?oles de llevar a cabo, plenamente, la descolonizaci¨®n del pueblo saharaui. Cabe esperar que en esta etapa nuestra diplomacia sepa contribuir a una soluci¨®n positiva; y crear as¨ª el clima para una cooperaci¨®n indispensable entre Espa?a y esa parte del Magreb.
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