Euskal Herria, el orgullo de las ra¨ªces populares
Este pueblo, Euskal Herr¨ªa, ha sido considerado desde hace algunos lustros como el emporio de la industrializaci¨®n dentro de Espa?a. Y no s¨®lo ello, sino que expertos en ordenaci¨®n del territorio -como Saenz de Buruaga- lo han denominado como una conurbaci¨®n: es decir, un espacio geogr¨¢fico casi totalmente urbanizado o si se prefiere, como una ciudad con algunos n¨²cleos de poblaci¨®n importantes pero absolutamente moteada de m¨¢s o menos peque?os n¨²cleos de poblaci¨®n que no pueden ser denominados pueblos aldeas o villas, sino que por su industrializaci¨®n y servicios forman parte de un conjunto urbano: por tanto, dir¨ªamos, altamente desarrollados si consideramos, como hacen soci¨®logos, economistas, estad¨ªsticos, pol¨ªticos y otros auscultadores impregnados de cifras, datos, guarismos, porcentajes y reglas, y que todo lo intentan plasmar en cifras, en cuadros, gr¨¢ficos y esquemas, si consideramos -repito- sus ¨ªndices de producci¨®n, equipamientos sociales, consumo, densidad de poblaci¨®n, servicios, escolaridad... y un sin fin de datos que aunados, examinados y sintetizados nos reflejan con la frialdad de datos qu¨ªmicamente puros el estadio de desarrollo de una comunidad.Pero una cosa es el desarrollo y otra la civilizaci¨®n, la cultura. El culteranismo se confunde con el desarrollismo, reduci¨¦ndose al mero disfrute de cosas consideradas en una sociedad de consumo como expresi¨®n de haber logrado un estatus social y/o econ¨®mico: televisi¨®n en color, casa, chal¨¦, coche ¨²ltimo modelo... la ¨²ltima moda en todo.
?C¨®mo en esta sociedad, motor de la industria espa?ola durante largos a?os, podemos encontrar a¨²n en nuestros d¨ªas en toda su pujanza una largu¨ªsima serie de sociedades populares, gastron¨®micas, culturales y musicales de inequ¨ªvoco sabor rural, aldeano, popular? ?C¨®mo explicar la largu¨ªsima lista que demuestra la vigencia de juegos y deportes que s¨®lo se practican en Euskal Herr¨ªa?
Mil tradiciones, usos y costumbres se han perdido en otros pueblos peninsulares o han quedado reducidos a expresiones folkl¨®ricas y tur¨ªsticas, a manifestaciones de ra¨ªz popular en las que el pueblo ya s¨®lo participa como simple espectador, o a¨²n ni eso, por considerar que est¨¢ pasado de moda, que son reliquias y antiguallas para el desv¨¢n de los recuerdos.
Pero el pueblo de raigambre vasc¨®fona (y nada m¨¢s lejos de m¨ª que introducir aqu¨ª frontera pol¨ªtica alguna), que abarca las tres provincias de la comunidad aut¨®noma, gran parte de Navarra y los tres min¨²sculos departamentos del Pa¨ªs Vasco franc¨¦s, ha seguido fiel a lo que le distingui¨® hist¨®ricamente: la primac¨ªa y el regir de sus vidas por sus propias leyes, usos y costumbres.
Los 'aintzinekoak'
Rodney Gallop en su obra Los vascos, por no citar a P¨ªo Bareja o a Julio Caro Baroja -que tambi¨¦n es el t¨ªtulo de dos obras de los Baroja- dice: "No hay en la faz de la tierra raza m¨¢s conservadora que ellos. A los aintzinekoak (aquellos que se han ido antes) se les tiene la m¨¢s profunda veneraci¨®n y sus ideas y maneras de vivir se consideran como un sagrado modelo"
Rafael Aguirre -actual presidente de la Confederaci¨®n Nacional de Juegos y Deportes Vascos- a?ade un matiz importante:"Los principales factores que han determinado la actitud del vasco frente a la vida familiar son el respeto por las tradiciones y el sentido de continuidad. Lo que m¨¢s sorprende es la poca importancia que se da al individuo en comparaci¨®n con la familia o con su s¨ªmbolo tangible: la casa (etxea). La identidad esencial de los conceptos casa y familia se manifiesta en el hecho de que los apellidos nunca est¨¢n formados, como en otras regiones, de un nombre cristiano o de una ocupaci¨®n. Con poqu¨ªsimas excepciones son todos nombres de casas". As¨ª Garaikoetxea (casa de arriba), Barrenetxea (casa de abajo o de la esquina), o de lugares, elementos, aperos que hacen referencia a cosas de la casa, del campo que le circunda, etc¨¦tera.
Aresti lo explica en verso: "Nire aitaren defendituko dut. Otsoen kontra, sikatearen, lukurriaren, juztyiziarem..." (Defender¨¦ la casa de mi padre. Contra los lobos, contra la sequ¨ªa, contra la usura, contra la justicia ... ).
Se dir¨¢ que hoy en d¨ªa un vasco que habite en Bilbao, San Sebasti¨¢n, Vitoria y otras capitales ha perdido gran parte de sus ra¨ªces rurales. En la mayor parte de los casos no es as¨ª. Basta ver cada fin de semana, cada puente festivo, c¨®mo a pie, mochila al hombro o en bicicleta se forman interminables caravanas humanas que "se tiran al monte", o la asistencia masiva a todo tipo de manifestaciones deportivas, o de romer¨ªa y folklore aut¨®ctonos que d¨ªa tras d¨ªa, sobre todo en esta ¨¦poca veraniega, se ejecutan hasta en los m¨¢s apartados caser¨ªos.
Campo y ciudad
En Euskal Herr¨ªa, la contraposici¨®n entre campo y ciudad est¨¢ muy atenuada. Pese a ser en verdad una conurbaci¨®n, el campo est¨¢ presente a un tiro de piedra: sirva de simple ejemplo el hecho de que el valle de Arratia, a unos 20 kil¨®metros de Bilbao capital, es considerado por muchos como uno de los lugares donde lo aut¨®ctono vasco se conserva con mayor pureza.
Otro hecho significativo es que todos los deportes vascos (excepto el f¨²tbol y el ciclismo) tienen su origen, bien en la vida campesina de los caseros, de los pastores o de los le?adores o bien en sus pescadores y, sobre todo, en los arrantzale (pescadores de bajura o de litoral) que dieron lugar a las regatas de traineras, trainerillas y bateles. Asimismo, el origen de todos los deportes vascos tiene, adem¨¢s de su ra¨ªz en el mundo rural o pescador, en algo com¨²n: todos se incuban y n¨¢cen del traba o, de la labor cotidiana. Son juegos nacidos de la tierra o del mar, juegos de los trabajos y los d¨ªas. Una especie de elevar la fatiga y el sudor a diversi¨®n, como si quisieran quitarse de encima "la maldici¨®n del trabajo diario".
Atavismo hacia la tierra
Ese atavismo hacia la tierra, ese car¨¢cter de amor a la casa y a lo que ¨¦sta representa en la sociedad vasca, han llegado a impregnar hasta manifestaciones deportivas importadas. as¨ª, todos los componentes del Athl¨¦tic o de la Real son nacidos en estas tierras. Se siente orgullo por lo de casa, y ser¨ªa inconcebible que un vasco se emocionara porque sus equipos de f¨²tbol ganaran una liga o una copa si a ello contribuyeran Maradona, o Schuster, Stielike o jugadores de otras regiones espa?olas. Lo mismo ha sucedido, por ejemplo, con el alpinismo cuando aquella famosa cordada vasca que coron¨® el Everest, la cima del mundo.
Pero no todos los deportes aut¨®ctonos del Pa¨ªs Vasco se han quedado limitados a sus estrechos confines: hay uno, la pelota en sus distintas modalidades, que se practica en gran parte del mundo. La cesta punta, por ejemplo, es muy apreciada por los espectadores estadounidenses, lo mismo que la pelota a mano, la pelota a pala o al rebote o el juego del share, modalidad que ya no se practicaba en Euskal Herr¨ªa pero s¨ª en Argentina, Uruguay y parte del Pa¨ªs Vasco franc¨¦s. Ha sido una modalidad recuperada hace escasos a?os. En Latinoam¨¦rica, donde tantos vascos emigraron cuando estas tierras eran sumamente pobres, s¨®lo agr¨ªcolas, pastoriles y de escasa flota marinera de bajura, los deportes de pelota y alg¨²n otro son sumamente apreciados y conocidos.
La rivalidad entre pueblos vecinos es algo universal. La peculiaridad vasca se basa sobre todo en las m¨²ltiples manifestaciones deportivo-rurales que pueden ser objeto de poner a prueba esa rivalidad y alzarse con el triunfo. Y ello unido a la enorme pasi¨®n de los vascos por las apuestas, por el azar.
Hoy hay bingos, quinielas, loter¨ªas, hip¨®dromo y casinos donde ejercitar la pasi¨®n por el juego que, por supuesto, no es s¨®lo en absoluto vasca, sino com¨²n a muchos humanos. Pero los vascos -aunque a algunos les parezca extra?o- siguen jugando ingentes cantidades de dinero por los acontecimientos m¨¢s m¨ªnimos y que siguen teniendo una ra¨ªz totalmente agr¨ªcola-pastoril-marinera.
As¨ª, por simples ejemplos, pondr¨¦ dos de estos d¨ªas atr¨¢s: el pasado domingo 28 de mayo hubo aari-topeka en Amorebieta, es decir, luchas entre carneros. Las apuestas andaban por las nubes. M¨¢s curioso el caso de un novillo sacrificado en otra localidad vizca¨ªna el pasado d¨ªa 4 de junio. La gente apostaba a si pesar¨ªa m¨¢s -batiendo un r¨¦cord- que otro c¨¦lebre novillo sacrificado hace algunos a?os.
Todo es v¨¢lido para efectuar una apuesta: desde cu¨¢nto pesa un buey a cu¨¢nta cantidad de comida o de bebida alcanzar¨¢ a trasegar tal o cual persona. No hablemos del dinero que se cruza y juega en los frontones, en los levantamientos de piedras, en las traineras, en el arrastre de piedras por bueyes y 1.000 m¨¢s.
Las sociedades
El vasco no es persona solitaria. Busca siempre la uni¨®n (excepciones aparte, claro) y ello tiene su traducci¨®n en la multiplicidad de sociedades existentes en el pa¨ªs. Las hay, de todos los tipos: gastron¨®micas, culturales, deportivas, recreativas y de otras clases. Y, por supuesto, de las centenares existentes, muchas folkl¨®ricas -abarcan todas las actividades mientras otras s¨®lo se dedican a una de ellas o no las comprenden todas. Pero, repito, existen centenares de estas sociedades denomi-
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nadas populares. Ahora bien, lo cierto es que todas ellas tuvieron en sus or¨ªgenes un sentido total o preferentemente gastron¨®mico, mas -como dec¨ªa antes- hoy abarcan todo tipo de actividades: desde la Euskal Billera que form¨® la primera c¨¦lebre tamborrada donostiarra a las c¨¦lebres txarangas carnavaleras o festivas.
El origen m¨¢s remoto de las sociedades populares se encuentra en las sidrer¨ªas (sardotegis). El Pa¨ªs Vasco fue de siempre muy rico en manzanas silvestres (basarra). Luego vino el manzano cultivado La manzana (sagarra) da origen a su trituraci¨®n y elaboraci¨®n. Nace as¨ª la sidra. Surgen las sidrer¨ªas donde se re¨²nen los hombres. Y junto a la bebida, la comida, reducida en buena medida a pescado azules, bonito y sardinadas. Llega el vino, tard¨ªo. Apenas si se consum¨ªa en las ciudades, y ya en el siglo XIX. Pero, a¨²n hoy, en que aquellas sidrer¨ªas casi han desaparecido del universo ciudadano, no faltan caser¨ªos donde se pueda encontrar una kupela (barrica) reci¨¦n elaborada.
El vino se extiende y adue?a del p¨²blico consumidor. Nace el chiquiteo o poteo y tambi¨¦n el txacol¨ª que se obtiene de unas parras que dan una especie de vinillo algo ¨¢cido. Y tambi¨¦n a la b¨²squeda de ese txacol¨ª de los caser¨ªos se lanzan hoy en d¨ªa los vascos.
Las sociedades evolucionan. Si la sidra fue el motivo de su nacimiento, pronto la cocina reclama lugar de privilegio y se fundan afamadas sociedades gastron¨®micas. La sidra aut¨®ctona o el txacol¨ª se ven sustituidos en buena medida por los ricos vinos de la cercana Rioja. Luego, como ya hemos dicho, junto a la pura manifestaci¨®n gastron¨®mica muchas son las sociedades que diversifican sus actividades hacia campos deportivos, recreativos, folkl¨®ricos y culturales.
Pero la ra¨ªz sigue siendo la tierra, el campo y el mar.
Machismo
En lenguaje de hoy dir¨ªamos que el vasco ha sido muy machista (claro que no debemos exagerar las cosas, ya que hasta ¨¦poca reciente estaba mal visto que una mujer se sentara sola en una cafeter¨ªa, tampoco iba a los casinos y un largo etc¨¦tera no referido s¨®lo a Euskal Herr¨ªa). Pero lo cierto es que en los estatutos de esas sociedades populares vascas -y hasta casi nuestros d¨ªas- se prohib¨ªa expresamente que asistieran las mujeres. Todav¨ªa hoy, en algunas se sigue conservando tal prohibici¨®n, pero otras muchas han revisado sus reglas y ahora las mujeres tambi¨¦n pueden acceder a las mismas. Y ello es sumamente curioso pues la sociedad vasca fue siempre matriarcal. Txema Hornilla lo denomina la ginecocracia vasca, pero, como explica Rafael Aguirre, "en las fiestas de 1929, por ejemplo, a la Bella Easo y sus damas de la sociedad popular Euskal Billera se les proh¨ªbe la entrada en la sociedad ... pero son nombradas reinas".
Para dar idea al lector de la cantidad de sociedades populares existentes tan s¨®lo en Guip¨²zcoa, resaltaremos que, seg¨²n Juan Jos¨¦ Laptiz, y a?adiendo m¨¢s de 200 nombres a sociedades populares existentes sobre la lista dada por Aguirre, hay entre 650 y 700 sociedades en esa provincia. Pudi¨¦ramos decir que casi una por entidad de poblaci¨®n, lo cual ya nos habla de la pujanza y actualidad de esos deportes, manifestaciones gastron¨®micas y culturales (aunque la gastronom¨ªa sea una aut¨¦ntica cultura) que pervive en el pueblo vascongado.
La ra¨ªz terr¨ªcola o marinera que el pueblo vasco conserva subyacente en todas sus actividades como comunidad podr¨ªa acaso encontrar su m¨¢s acabado reflejo en la pervivencia de los bertsolaris. Son como una especie de juglares o historiadores. Los deportistas m¨¢s conocidos se hac¨ªan acompa?ar de bertsolaris que cantaran sus haza?as en la antig¨¹edad. Luego los bertsolaris se convirtieron en una especie de ciegos que iban pregonando de feria en feria tal o cual acontecimiento.
Nacen los Bertso-papera y los Kanta-papera, semejantes a las historias con ilustraciones cantadas por los ciegos en las romer¨ªas y feriales de toda Espa?a. Pero lo aut¨®ctono vasco es que el bertsolarismo pervive en nuestros d¨ªas Ya no cantan como juglares, ya no ponen su acento en tal o cual gesta deportiva, pero siguen en nuestros d¨ªas, aqu¨ª y ahora, lanzando al aire sus estrofas. Antes, en el peque?o corrillo aldeano. Hoy, micr¨®fono en mano, en el recinto de una plaza de pueblo o en una de toros. Es igual. El bertsolari entabla competici¨®n recitando improvisadamente para el p¨²blico la gesta de tal o cual deportista en plena competici¨®n. Son versos humildes e improvisados sobre la marcha, pero seguidos, por quienes hablan eusquera, con amor y fervor. Usted lo puede contemplar hoy, ma?ana o pasado en cualquier lugar de Eus-kal Herr¨ªa.
Podr¨ªamos seguir moviendo la noria de la sociedad euskaldun. Pero estimo que son suficientes los hechos citados para dar cabal idea de que en esta tierra, en este pueblo de Euskal Herr¨ªa ayer es hoy todav¨ªa. Han asimilado y se han puesto en cabeza del desarrollo -o del desarrollismo- pero ello no les ha impedido conservar su identidad nunca perdida, su amor por la tierra que les vio nacer y crecer, o por la amarga tierra que un d¨ªa en que eran un pueblo atrasado -buc¨®lico y pastoril- muchos de sus hijos buscaron las Am¨¦ricas como tabla de salvaci¨®n a su pobreza. Pobres, s¨ª, pero conservando su identidad. Por eso hoy, ni vascos, ni catalanes, ni nadie puede pedir a la riada de emigrantes que se integren, que se dejen absorber por la cultura del lugar renunciando a la propia, al igual que ser¨ªa irracional pedir a los vascos que dejaran de serlo para integrarse en la cultura y sociedad que invent¨® el centralismo.
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