Sagunto
LA MANIFESTACI?N de los trabajadores de Altos Hornos del Mediterr¨¢neo, que viajaron a Madrid a fin de protestar contra las proyectadas medidas de reconversi¨®n de la factor¨ªa de Sagunto, degener¨® en un enfrentamiento entre un sector de los manifestantes y las fuerzas de orden p¨²blico. La agresividad verbal y las tentativas de algunos manifestantes de cortar el tr¨¢fico rodado son rechazables pero no pueden justificar la dureza de los m¨¦todos empleados por los cuerpos de seguridad, a las ¨®rdenes de un Gobierno cuyos miembros pertenecen a un partido apellidado socialista y obrero. Los responsables de ello har¨ªan bien en no convertir en realidad la teor¨ªa de Mart¨ªn Villa de que a los ministros del Interior de cualquier r¨¦gimen les unen muchas m¨¢s cosas entre s¨ª de las que les separan.El saneamiento de la empresa p¨²blica y la coherencia de una pol¨ªtica orientada a devolver competitividad internacional a nuestra producci¨®n precisan, seg¨²n parece, de reajustes dr¨¢sticos en la siderurgia integral. La sensibilidad democr¨¢tica exige no a?adir agravios innecesarios a las quejas de quienes, por la insensatez de las decisiones tomadas para expandir el sector sider¨²rgico cuando hab¨ªa comenzado ya la crisis del petr¨®leo, ven en peligro la continuidad de sus puestos de trabajo. Si una parte de ¨¦stos puede perderse, lo que conviene es estudiar contrapartidas y soluciones alternativas. Los botes de humo o las porras son los peores procedimientos imaginables para convencer a unos trabajadores a quienes no cabe atribuir responsabilidad por la eventual inviabilidad de la planta de Sagunto, y que pagar¨¢n el precio de la dejaci¨®n de algunos profesionales de la empresa p¨²blica que contin¨²an, sin embargo, mereciendo la confianza del Gobierno y que no han rendido cuentas a nadie por sus err¨®neas decisiones. Se puede rechazar la crispaci¨®n de los trabajadores, pero se debe comprender, al menos. Contestarla con la crispaci¨®n de los guardias es lo improcedente.
Los costes pol¨ªticos y los problemas morales que lleva consigo el reajuste de un aparato productivo sobredimensionado, cuyas p¨¦rdidas tienen que ser sufragadas por todos los espa?oles, constituir¨¢n, por lo dem¨¢s, una pesada carga para el Gobierno, que se ha encontrado de manos a boca con la herencia de los excesos triunfalistas del pasado, que pueden llevar a este pa¨ªs a la bancarrota. Carlos Solchaga est¨¢ mostrando el coraje pol¨ªtico del que careci¨® el ¨²ltimo Gobierno de UCD, siempre dispuesto a comprar tranquilidad a corto plazo mediante despilfarradoras transferencias a sectores en quiebra que no hac¨ªan sino agravar, a plazo medio, la situaci¨®n de nuestra econom¨ªa. Pero el valor del ministro de Industria para defender sus tesis no implica que le asista la raz¨®n en todos y cada uno de sus planteamientos. Es necesario que el supuesto car¨¢cter inevitable de las medidas que se adopten en Altos Hornos del Mediterr¨¢neo quede probado de manera plena y fehaciente. Tambi¨¦n es preciso que las soluciones avanzadas por los trabajadores de Sagunto sean escuchadas, analizadas y replicadas. Y, finalmente, es indispensable que los problemas de la siderurgia integral sean examinados de forma conjunta, incluyendo Altos Hornos de Vizcaya y Ensidesa en el paquete.
Solchaga ha anunciado su prop¨®sito de establecer un programa concertado para la siderurgia integral que instrumente, entre otras cosas, una reducci¨®n de la producci¨®n, lo que implica una disminuci¨®n del empleo. En estos momentos, mientras Espa?a sigue importando productos sider¨²rgicos, nuestros excedentes de acero encuentran enormes dificultades para la exportaci¨®n, como consecuencia del proteccionismo internacional y de nuestros elevados costes comparativos. Pero la reestructuraci¨®n de Altos Hornos del Mediterr¨¢neo no exige s¨®lo un plan de conjunto que incluya a las otras dos plantas de siderurgia integral, localizadas en Bilbao y Avil¨¦s. Tambi¨¦n requiere la coherencia de la pol¨ªtica gubernamental en las restantes ¨¢reas y la solidaridad de otros centros de decisi¨®n econ¨®mica. Resulta dif¨ªcil olvidar, a este respecto, la contribuci¨®n que el electoralismo del PSOE regal¨® al enconamiento del conflicto de Presur. Y tambi¨¦n es necesario recordar que la empresa p¨²blica contin¨²a siendo en nuestro pa¨ªs una piedra de esc¨¢ndalo, por su ineficiencia y despilfarro. Las alzas salariales de la Renfe, por encima del l¨ªmite superior de la banda salarial, aguardan una explicaci¨®n por parte del ministro de Transportes, y hay datos para suponer que la contenci¨®n salarial tampoco est¨¢ siendo respetada en otras empresas p¨²blicas por quienes administran los fondos de los contribuyentes pero no quieren desgastarse pol¨ªticamente. Los platos rotos de la crisis no los deben pagar ni s¨®lo los trabajadores ni s¨®lo un sector de ellos, ni tampoco s¨®lo un sector de ministros que -como Solchaga- parecen dispuestos a dar la cara, incluso si se equivocan. El Gobierno responde solidariamente, en su pol¨ªtica, ante el Congreso de los Diputados, y es tarea de su presidente dirigir la acci¨®n del Gabinete y coordinar las funciones de sus miembros. Para bien o para mal, el ministro de Industria no debe ser transformado en la cabeza de turco de una pol¨ªtica de reajuste con importantes costos sociales, cuya aprobaci¨®n y refrendo corresponden al Gobierno en pleno.
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