La filosof¨ªa y las pasiones
Parecer¨ªan t¨¦rminos antit¨¦ticos, pues la filosof¨ªa es pensamiento reflexivo, eje diamantino de paz, y la pasi¨®n, desorden, furor sensorial. Tambi¨¦n suele decirse, y algunos lo creen a pies juntillas, que un hombre dominado por sus pasiones est¨¢ privado de razones. ?Peregrina afirmaci¨®n! Se comprende la prudencia y b¨²squeda de equilibrio cuando se intenta crear un hombre fr¨ªo, abstracto, lleno de energ¨ªas eficaces cuyo control de s¨ª mismo es necesario para la conquista de la seguridad y el ¨¦xito personal. En este caso, la pasi¨®n suele desviar de objetivos rapaces, por ello esta racionalidad calculdora exige la disminuci¨®n, y hasta el apagamiento, de la afectividad. Pero se trata de una raz¨®n instrumental, operativa y no de la diosa jacobina, pura y, nobil¨ªsima. No es al racionalismo que debemos echar la culpa de esta asfixia voluntaria de la emotividad. Los grandes racionalistas, como Spinoza, Descartes y Hume, conocieron y analizaron las pasiones, tratando de encauzarlas para el bienestar del hombre. En Tratado de las pasiones, Descartes admite que son impulsos brutales y repentinos que nos asaltan, pero no aconseja eliminarlas, sino en tenderlas para poder vivirlas con medida y pausada intensidad. Reconoce que son buenas por naturaleza y nous n'avions rien ¨¤ eviter que leur mauvais usages ou leur exc¨¦s. Hay, pues, que serenarlas con ayuda de una raz¨®n auxiliar humana, sin jam¨¢s sofocarlas y menos ignorarlas. Para Spinoza, las pasiones son afecciones que nos mantienen vivos, voluntarios, tensos y nos hacen perseverar en nuestra existencia. Vivir es apasionarse siempre de todo y por todo, es el esfuerzo que nos hace subsistir. "De ello se desprende que el hombre est¨¢ necesariamente sometido a las pasiones". Pero hay unas que son buenas, las que aumentan la potencia de nuestro ser, y otras malas, que menguan nuestra capacidad f¨ªsica. Tanto Descartes como Spinoza juzgan las pasiones como servidumbres y debilidades del alma que deben someterse a la vigilancia de la suprema diosa Raz¨®n. Sin embargo, David Hume sostiene que no es serio filos¨®ficamente hablar de combate entre pasi¨®n y raz¨®n: "La raz¨®n es, y s¨®lo debe ser, esclava de las pasiones y no puede pretender otro oficio que el de servirlas y obedecerlas". ?ste esPasa a la p¨¢gina 12
La filosof¨ªa y las pasiones
Viene de la p¨¢gina 11el famoso slave passage, que constituye la esencia del naturalismo de Hume. ?Libertad para el desenfreno de las pasiones? De ninguna manera, pues Hume. sostiene que las pasiones son sentires naturales, comedidos, racionales, y la raz¨®n misma es una facultad que tiene la pasi¨®n para inferir, trabar y enlazar lo que padecemos o experimentamos.
La filosof¨ªa racionalista y esc¨¦ptica, al tratar de comprender las pasiones, para dominarlas y racionalizarlas, cre¨® una separaci¨®n entre el mundo del pensamiento y el mundo afectivo, entre filosof¨ªa pura y literatura. La primera se entregar¨¢ a especular racionalmente sobre el esp¨ªritu pensante, y la segunda, a describir la grandiosidad de las pasiones: Descartes y Shakespeare.
Pero cuando se plantea la necesidad del conocimiento de s¨ª mismo, de la subjetividad escondida y misteriosa, "se enciende la chispa del contacto", como dice Bloch, entre las afecciones apasionadas y el conocimiento real. Ejemplo de esta unidad restablecida es la Fenomenolog¨ªa del esp¨ªritu, de Hegel, exploraci¨®n consciente en el territorio oscuro de los sentires del hombre. El Yo no puede comprenderse sin las pasiones que le sustentan y animan. Si bien nada grande puede realizarse en el mundo sin la pasi¨®n, como afirma Hegel, las pasiones las deja subordinadas como diab¨®licos y malevolentes fantasmas, para realizar los fines ¨²ltimos del Esp¨ªritu. Marx trat¨® de corregir este finalismo moralista o trascendente de Hegel, afirmando que la pasi¨®n es la energ¨ªa suprema del hombre, que le lleva a la realizaci¨®n objetiva de s¨ª mismo. La pasi¨®n, as¨ª, se convierte en el motor de la historia y del cambio, en la protagonista decisiva e inflamada de las revoluciones. Sin embargo, tanto Hegel como Marx tuvieron una concepci¨®n abstracta de la pasi¨®n. Por ello ser¨¢ necesario escribir alg¨²n d¨ªa una cr¨ªtica de la pasi¨®n pura.
Y las pasiones quedaron como tema de los novelistas. Balzac describe las m¨¢s fundamentales: avaricia, ambici¨®n, amor puro, amor paternal, codicia, envidia. Estos sentires Balzac s¨®lo los considera pasiones cuando son ¨²nicos, absorbentes, absolutos. Louise de Chaudieu no tiene m¨¢s pasi¨®n que el amor; el bar¨®n Hulot, la lujuria; Gobseck, el dinero; Rastignac, la ambici¨®n. Por el contrario, Stendhal celebra. las virtudes de la pasi¨®n que nos arrebata y consume. Tanto Fabrizio como Juli¨¢n Sorel son sublimes apasionados, a veces hasta delirantes. La grand passion es, pues, ¨¦pica, necesaria para desarrollar el esp¨ªritu del hombre. Este an¨¢lisis de las pasiones de la burgues¨ªa lo prosigue Proust hasta llegar a los laberintos de la soledad desesperada.
Mientras tanto, la filosofia ignor¨® las pasiones hasta que Husserl y Kierkegaard, al sumergirse en el yo puro de la conciencia uno, y en los tormentos de la existencia el otro, centraron de nuevo la atenci¨®n en la diversidad de los afectos y de las pasiones subjetivas que culmina en la filosof¨ªa pat¨¦tica de Heidegger. Sartre es el primero que describe, desde s¨ª mismo y sin escapar jam¨¢s a la soledad de la conciencia, el amor, el odio, la angustia, la envidia, la c¨®lera, la piedad, el fracaso, la venganza. Son pasiones abstractas, conceptualizadas, que luego plasma concreta y figurativamente en su obra dram¨¢tica y narrativa. Paralelamente, la filosof¨ªa marxista de Walter Benjamin analiza las pasiones fundamentales que se deriven del modo de producci¨®n capitalista; la tristeza, la melancol¨ªa, el snobismo, la pereza, la ambici¨®n, la soledad, el tedio.
La filosof¨ªa comienza as¨ª a profundizar en la realidad de las pasiones individuales como totalidades anal¨ªticas, restableciendo la olvidada conexi¨®n, pues, al pensarlas de nuevo se intenta, como los cl¨¢sicos del racionalismo, comprenderlas sin subyugarlas.
En suma, seamos realistas y dejemos atr¨¢s esa creaci¨®n burguesa del hombre abstracto, dominador de sus pasiones, objetivo, impasible, y abandonemos el self-control para entregarnos a la libertad subjetiva de las pasiones, que es, sencillamente, la conciencia de nuestra necesaria realidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.