El bocata
El Senado ha aprobado ayer la liberalizaci¨®n del "tiempo del bocadillo", o bocata/timing, de modo y manera que este tiempo, unos treinta minutos, se pagar¨¢, seg¨²n acuerdo de cada empresa, por el proletariat o por el capital.La C¨¢mara Alta deja el bocata/timing a la negociaci¨®n individual o colectiva de cada empresa, en la seguridad de que van a ponerse de acuerdo. A uno le alegra, en principio, porque es confortativo, que la C¨¢mara Alta de la naci¨®n dedique sus sesiones a deliberar sobre el bocata del currante, y parece que los frisos neocl¨¢sicos, las pinturas al fresco y los bajorrelieves vivos de los senadores se confunden en una com¨²n filosof¨ªa del bocadillo, como en los Concilios se confund¨ªan ¨¢ngeles y cardenales especularizando sobre la virginidad de la Virgen, que s¨®lo P¨ªo XII la dio por norma, en los cuarenta, ya que los nazis iban perdiendo la guerra y hab¨ªa que contrarrestar. El Palacio de la Plaza de la Marina Espa?ola fue antes Consejo Nacional del Movimiento, como ustedes se recuerdan, o Casa de la Bernarda (y no precisamente Alba), y as¨ª lo escrib¨ª en el tardofranquismo, de modo que su presidente, el ilustre profesor don Jes¨²s Fueyo, vino un d¨ªa, en el Pr¨ªncipe de Viana, a darme de ostraspedr¨ªn, lo cual que Reguera Guajardo, P¨ªo Cabanillas y Pepe May¨¢ me sujetaron, que, si no, acaba comnigo. Lo que todos sabemos es que, aparte m¨ªnimas diferencias salariales, del bocata/timing, veinte o treinta minutos, naci¨® nada menos que Comisiones Obreras y todo el sindicalismo silvestre de los amenes franquistas, que hubiera dicho Vallle-Incl¨¢n.
De toda, aquella germinaci¨®n obrerista s¨®lo han quedado los que ya eran: Marcelino, Garc¨ªa Salve, Nicol¨¢s Redondo, Juli¨¢n Ariza. Tiene uno reescrito en esta columna que lo que la gran empresa teme del bocata/timing no es tanto el monto de ese ocio subvencionado para hacer un pis y comerse el bocadillo de tortilla francesa (ocio que, quiz¨¢, ahora, se pagar¨¢ el propio currantillo), sino la glosa urgente de la actualidad, el trabajo y la vida, el "paseo por el amor y la muerte" (John Huston) que el proletariat se pega en esos 20/30 minutos. La lucha de clases, que Marx plane¨® para varias generaciones, el capitalismo la ha dejado en media hora. Y a¨²n dicen que el pescado es caro. De esos veinte minutos del bocadillo naci¨® Marcelino Camacho, como Eva de una cabezada de Ad¨¢n. En este caso, fue Adam Smith quien peg¨® la cabezadita y se qued¨® un poco transido. Escrib¨ª una columna sobre Justo Fern¨¢ndez, explicando que hay parados -los bancarios no est¨¢n parados-, que hay trabajadores en condiciones inmundas: poceros, nucleares, mineros, un suponer, y se me responde con falsedades: que yo he llamado curritos a los bancarios, palabra que jam¨¢s he utilizado y me repugnar¨ªa hasta la n¨¢usea utilizar, por sentido del idioma, aparte otras razones; que yo he dicho que la Banca se nutre en enchufados, cuando yo s¨®lo he se?alado a esos personajes como excepci¨®n, y sin utilizar nunca ese t¨¦rmino, que pertenece al cheli de posguerra, que no es el m¨ªo. Mientras tanto movimiento epistolar iba y ven¨ªa, Justo Fern¨¢ndez ha dicho de UGT que "puede bonvertirse en un sindicato vertical" y de CC OO que es "entreguista". Cuando uno repugna los grandes sindicatos hist¨®ricos, corre el peligro de caer en poujadismo, admirado Justo Fern¨¢ndez, aunque bien s¨¦ que a usted no le ocurrir¨¢ eso. L¨¢zaro Carreter, Salvador P¨¢niker y Emilio Lled¨® me explican civilizadamente su ausencia de un programa de TVE sobre libro m¨ªo: fueron confusa y contradictoriamente convocados por las dependientas del se?or Drag¨®. Con una TVE penetrada profundamente de sindicalismo no ocurrir¨ªa eso. "Dadme un cuarto de hora y har¨¦ girar el universo laboral", dijo Marcelino. Y se lo dieron.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.