"Entregu¨¦ a la justicia un hijo vivo y me lo devolvi¨® muerto"
Para Encarnaci¨®n Romero, la prisi¨®n de Carabanchel se ha convertido en la peor pesadilla de sus 46 a?os de vida. All¨ª, un recluso apu?al¨® hasta la muerte al mayor de sus cinco hijos, Rafael Mu?oz, en el primero de los fines de semana sangrientos del presente mes. All¨ª est¨¢ encerrado Antonio, otro de sus hijos.Rafael Mu?oz, de 22 a?os, hab¨ªa sido detenido en febrero de 1980, en el transcurso de un atraco a una entidad bancaria madrile?a, y desde esa fecha estaba privado de libertad. Despu¨¦s de pasar por un reformatorio y por el penal de Oca?a, el joven hab¨ªa llegado a Carabanchel en diciembre de 1982. En las ¨²ltimas semanas, a su celda de la quinta galer¨ªa se hab¨ªa incorporado su hermano Antonio, reci¨¦n encarcelado como presunto autor de otro atraco.
Encarnaci¨®n Romero asegura que no tuvo ninguna comunicaci¨®n oficial de la muerte de su primog¨¦nito. "Nos llam¨® a casa Antonio, desde el interior de Carabanchel, y dijo que fu¨¦ramos para all¨¢. Yo le pregunt¨¦ si le hab¨ªa pasado algo a su hermano y me dijo que s¨ª. Se puso a llorar y colg¨®" Entonces Encarnaci¨®n y su marido tomaron un taxi, y, en el camino hacia la prisi¨®n, escucharon por la radio que, poco despu¨¦s del almuerzo, un recluso hab¨ªa muerto en lo que se calificaba como "un ajuste de cuentas relacionado con drogas". Cuando el matrimonio lleg¨® al centro, el juez no les permiti¨® ver el cad¨¢ver de su hijo. "No quer¨ªa que nos impresion¨¢ramos, porque estaba cosido a pu?aladas y con las tripas fuera".
Encarnaci¨®n es una mujer gruesa, enlutada, con un rostro castigado y sereno, cuyo sueldo como empleada de una empresa de limpieza supone el principal ingreso de la familia. Su marido est¨¢ incapacitado para el trabajo a causa de sus peri¨®dicas alteraciones nerviosas. El matrimonio vive en un piso barato del barrio de San Blas.
Nadie ha sabido explicarle a la familia Mu?oz Romero por qu¨¦ muri¨® Rafael.
"Nosotiros le entregamos, a la justicia un hijo vivo, y nos lo devolvi¨® muerto, cuando ni siquiera estaba condenado en firme por el delito que cometi¨®", dice la madre. Su asombiro es mayor porque, hasta el tr¨¢gico 5 de junio pasado, ella cre¨ªa que una c¨¢rcel era un lugar "donde se ense?a disciplina a los que se salen de los caminos rectos. Ahora s¨¦ que los meten en Carabanchel para que alg¨²n loco los mate, para que se maten entre s¨ª".
A lo largo de sus tres a?os de internamiento, la familia no dej¨® de visitar cada semana a Rafael. "A m¨ª s¨®lo me contaba cosas inocentes, como que le llamaban El Loqui, pero no me dec¨ªa nada de lo que pasaba dentro, aunque yo me daba cuenta de que sufr¨ªa mucho", recuerda Encarnaci¨®n. Despu¨¦s de la muerte de Rafael, su madre se enter¨® de que ¨¦ste hab¨ªa comentado a sus herrnanos libres que dentro de la c¨¢rcel, para sobrevivir, es necesario ir armado.
Como ocurre con la mayor¨ªa de los hechos violentos sucedidos en el coraz¨® n de Carabanchel, las circunstancias de la muerte del joven recluso no han sido todav¨ªa aclaradas. Al parecer, Rafael sub¨ªa unas escaleras cuando otro interno, llamado Dariliel y al que hab¨ªa conocido en el perial de Oca?a, le asest¨® con su pincho cuatro cuchilladas mortales. Seg¨²n los testimonios recogidos entre los presos que atendieron al moribundo, sus ¨²ltimas palabras fueron: "Ox¨ªgeno, colegas, que me voy".
El cad¨¢ver fue enterrado en el cementerio de La Almudena. Su hermano Antonio acudi¨® al acto, con las manos esposadas en la espalda y acompa?ado por cuatro polic¨ªas.
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