Montserrat, Caball¨¦: "Cuanto m¨¢s canto, mayor emoci¨®n siento"
Una peque?a cohorte de entrevistadores esperamos a que Montserrat Caball¨¦ termine de ensayar una de las arias de esa Semiramide, de Rossini, que ma?ana estrenar¨¢ en el teatro de la Zarzuela, de Madrid. El Interrogante que flota en el ambiente se relaciona con el posible humor que pueda tener ahora mismo la que es todav¨ªa la n¨²mero uno en su especialidad. Pero Montserrat llega, y en su fulgurante sonrisa vemos que todo ha ido bien y que la acogida va a ser inmejorable. "Un momento, que tengo que ver los vestidos", dice. "Va a ser un minuto", a?ade con una mueca p¨ªcara, "porque no me los voy a probar, aunque ellos no lo saben". En efecto, pocos minutos despu¨¦s est¨¢ en su camerino sentada como una apacible ama de casa, las manitas enjoyadas cruzadas pacientemente sobre el regazo.
"Semiramide es una obra muy importante dentro del repertorio de Rossini, y lo es no s¨®lo para m¨ª, que lo canto relativamente poco, sino para los conocedores m¨¢s profundos de este autor. Es una obra muy dram¨¢tica, dotada de tal fuerza, de tal vitalidad dentro de la formaci¨®n orquestal, que al interpretarla descubres a un Rossini in¨¦dito, profundo; ampl¨ªas nuevos horizontes y al mismo tiempo te encamina hacia un cambio, porque tiene fragmentos completamente verdianos". Montserrat Caball¨¦ ha cantado la Semiramide teniendo casi siempre como mezzosoprano -en el papel de su hija a Marilyn Horne, que fue precisamente a quien sustituy¨® hace ya muchos a?o en el Carnegie Hall, en Lucrecia Borgia, d¨¢ndose a conocer internacionalmente por ello. Con m¨¢s de un cuarto de siglo en esto de cantar como los ¨¢ngeles, Montserrat Caball¨¦ tiene y no tiene fama de car¨¢cter dif¨ªcil. A un periodista que empez¨® a entrevistarla pregunt¨¢ndole por su salud le salt¨®: "Pero, bueno, ?viene usted a hablarme de mis ¨®peras o de mis enfermedades?". Supongo que, si te emperras en el primer tema, puede convertirse en un iceberg. Sin embargo, cuando habla de su trabajo es una malva. Y tiene un encantador sentido del humor, que es, a la vez, una advertencia una sonrisa muy, muy sabia, como de decirte: ¨¢ndate con ojo, que estas u?as m¨ªas no me sirven s¨®lo para encajarme las tiaras.
Becas y mecenazgos
Nacida en el seno de una familia muy humilde, encari?ada con la idea de cantar desde los cinco o seis a?os, porque los suyos la educaron en el amor a la ¨®pera, a la zarzuela, pudo llegar a mostrar su val¨ªa gracias a becas y mecenazgos. Fue un largo, largo y duro camino; pero atr¨¢s qued¨® todo lo amargo: la tuberculosis infantil, la pobreza de ni?a obligada a coser pa?uelos y a coger puntos de media para ayudar a los suyos. Hoy Montserrat Caball¨¦ tiene ya una s¨®lida historia -es ella, ya, historia de la ¨®pera- y un futuro todav¨ªa muy extenso. Y disfruta, quiz¨¢ m¨¢s que nunca, con su oficio de cantar: "Sabe, quiz¨¢ parezca raro habiendo cantado tanto, pero precisamente ahora es cuando siento la emoci¨®n al m¨¢ximo, porque te das m¨¢s cuenta de lo que est¨¢ ocurriendo y de las posibilidades que tienes; cuando eres joven lo quieres hacer todo, aprender muchas ¨®peras, cantar en muchos teatros. Ahora sabes muy bien lo que haces. Evolucionas hacia una mayor claridad en el trabajo que est¨¢s haciendo".Y, en consecuencia, disfruta m¨¢s. Dice que no se identifica con ninguna ¨®pera, con ninguna aria. Que la m¨²sica es su principal fuente de placer. Y que tiene compromisos firmados hasta dentro de bastante tiempo, en una de esas agobiadas agendas que, en ocasiones, da pie a an¨¦cdotas muy divertidas, como la que le ocurri¨® hace dos o tres a?os, en Stuttgart, que lleg¨® con todos los av¨ªos para cantar la Elisabetta de Valois del Don Carlo y se cruz¨® en el hotel con Rudolf Nureiev. ?T¨² por aqu¨ª, Rudolf?". "S¨ª, es que esta noche bailo El lago de los cisnes". "Perdona, pero esta noche canto yo". Gran desconcierto, revisi¨®n de apuntes..., y result¨® que Caball¨¦ cantaba Don Carlo el mismo d¨ªa del mismo mes del a?o siguiente.
"Ja, ja, ja", se r¨ªe abiertamente. "Son cosas que pasan".
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