De Isabel Colbran a la diva catalana
Llega por vez primera a la temporada de ¨®pera madrile?a la Semiramide de Rossini, escrita sobre un libreto de Rossi basado en Voltaire, que trata un viej¨ªsimo mito sobre la esposa del rey de Asir¨ªa, Sanisi-Adad V (800 antes de Cristo). Cuatrocientos a?os despu¨¦s, las leyendas en tomo al personaje fueron recogidas por Ctesias, del que pasan -corregidas y aumentadas- a Diodoro de Sicilia.El a?o primero de la era cristiana se escribe la novela egipcia Nino; tenemos luego una versi¨®n armenia de Mois¨¦s de Corene. Nos encontramos a la er¨®tica soberana en la Divina comedia, en el infierno, que es lo suyo, y entre los castigados por pecados de lujuria.
Al parecer, la primera vez que el tema se convierte en drama representable es en 1593, con la obra del italiano Manfredi. Espa?a se suma a la relaci¨®n con La gran Semiramide, de Crist¨®bal de Vir¨²es (1609), o La hya del Aire (1653), de Calder¨®n, adem¨¢s de una pieza de Lope de Vega. Y as¨ª podr¨ªamos perseguir el tema hasta el mismo Hugo van Hofinannsthal, el c¨¦lebre colaborador de Ricardo Strauss, que dej¨® entre sus papeles p¨®stumos una Semiramide incompleta.
Con todo, la mayor aureola y permanencia del mito se debe, como en otras ocasiones, a su ingreso en la ¨®pera, principalmente a trav¨¦s del libreto de Pietro Metastasio y, sobre todo, por la existencia de una partitura del calibre de la Semiramide de Rossini. La canta por vez primera en Venecia (1823) una cantante espa?ola: la madrile?a Isabel Colbran, en cuya voz hab¨ªa pensado el compositor al trazar su obra. La Colbran hizo de Rossini el tercero de sus grandes amores, despu¨¦s del empresario Barbaia y el rey de N¨¢poles. Casada con el m¨²sico de Pesaro un afidantes del estreno de Semiramide, entonces, y a¨²n ahora, los especialistas consideraron a Isabel Colbran como la mejor soprano de coloratura dram¨¢tica de su tiempo. De modo que la interpretaci¨®n por Montserrat Caball¨¦ del m¨ªtico personaje posee, sobre sus valores intr¨ªnsecos, las significaciones de una larga herencia vocal y art¨ªst¨ªca, la continuidad de lo que, m¨¢s en el extranjero que entre nosotros, se denomina escuela espa?ola de canto.
Dificultad del papel
Semiramide se dio en el Teatro Real, entre 1852 y 1925, 52 veces, y el ¨¦xito inicial fue cediendo, por dos razones: la tremenda dificultad del papel (ha necesitado de la aparici¨®n de Callas, Sutherland y Caball¨¦ para retornar) y el mayor gusto del p¨²blico hacia el Rossini bufo que encarna, por encima de todos los t¨ªtulos, El barbero de Sevilla. Sin embargo, el operista serio no es de menor importancia si es que no queremos hablar de genio, que es lo propio. Entre las 70 ¨®peras, aproximadamente, que se han compuesto sobre el argumento de Semiramide, desde Aldrovandini (1701) hasta Respighi (19 10), ninguna alcanza la categor¨ªa de la de Rossini, a pesar de los seguros m¨¦ritos de las piezas de Vivaldi, Hesse, Paisiello, Cimarosa o Meyerber. La belleza de la m¨²sica rossiniana para Semiramide (La madre rea, E. dolce al m¨ªsero, Bel raggio lusingker, Quella ricardati notte di morte, L'usato ardir), obediente a la fflicafluencia se?alada por Bonaccorsi, explica la reacci¨®n del joven Bellini cuando, todav¨ªa estudiante, conoce la obra y exclama: "?Vale la pena escribir m¨¢s m¨²sica?".
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