Aventuras forzadas
La decadencia de John Frankenheimer es lenta pero implacable. Al principio de su carrera, en 1957, respondi¨® al esp¨ªritu y la letra de sus j¨®venes contempor¨¢neos -Sidney Lumet, Robert Mulligan o Arthur Penn-, provinientes de la televisi¨®n y, por tanto, poseedores de un lenguaje cinematogr¨¢fico nuevo que trataban de aplicar a una visi¨®n cr¨ªtica de la vida social americana.Los j¨®venes salvajes, Su propio infierno, El hombre de Alcatraz o Siete d¨ªas de mayo lanzaron a Frankenheimer en Europa, donde se le recibi¨® con inter¨¦s, quiz¨¢ porque de todos los miembros de su generaci¨®n ¨¦l era quien m¨¢s claramente se refer¨ªa a la est¨¦tica que el cine europeo, franc¨¦s especialmente hab¨ªa impuesto en aquellos a?os. Con la habilidad propia de los cineastas norteamericanos, Frankenheimer se adentraba por aspectos inhabituales en Hollywood. Su mimetismo era pedante, pero no ahogaba del todo las buenas intenciones que le inspiraban.
El reto del samurai
Direcci¨®n: John Frankenheimer. Gui¨®n: Richard Maxwell y John Sayles. M¨²sica: Jarry Godsmith. Int¨¦rpretes: Scott Glenn, Toshiro Mifune, Donna Kei Benz. Norteamericana, 1982. Locales de estreno: Capitol, Candilejas, Europa.
Rebuscado en su planificaci¨®n (recu¨¦rdese El tren, 1964) y en su mensaje (Imposible object, 1973 tuvo que ser remontada varias veces para hacerla comprensible y estrenable varios a?os despu¨¦s), dej¨® de entender la evoluci¨®n o la decadencia de un cine intelectualizado, y Frankenheimer se qued¨® sin referencias, sin ra¨ªces. Sus pel¨ªculas, desde entonces, dan vaivenes bruscos, no negando la posibilidad de una sorpresa grata, pero manteni¨¦ndose ya en constantes triviales. El reto del samurai es una prueba.
Abundan ahora las pel¨ªculas violentas o que conf¨ªan en las escenas de sangre su capacidad de ¨¦xito. Aun no siendo El reto del samurai un t¨ªtulo especialmente significativo en este sentido, otorga a los cuerpos golpeados, atravesados por espadas o deshechos una buena parte de su espect¨¢culo; en ocasiones, incluso, con alg¨²n ligero escalofr¨ªo en el espectador dada la gratuita sorpresa con que se hiere o se mata a lo largo del filme. A este ingrediente, tan rentable, se a?aden los de la m¨ªtica autodefensa oriental que tan buenos dividendos produce en gimnasios especializados. Pel¨ªcula, pues, para un p¨²blico joven que quiera recibir su raci¨®n de violencia sublimada, atiende escasamente a la coherencia de sus secuencias o a la significaci¨®n de sus im¨¢genes.
S¨®lo la presencia de Toshiro Mifune, el actor que dio a conocer el espl¨¦ndido cineasta Akira Kurosawa, da un cierto br¨ªo a El reto del samurai. Junto a ¨¦l, cualquier otro actor del filme, y especialmente el protagonista, Scott Glenn, parece de pl¨¢stico. Mifune tiene nervio, es preciso en sus expresiones y adopta hermosas posturas felinas al reproducir la ceremonia del combate samurai. Cuando no se encuentra en imagen, la pel¨ªcula decae.
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