Con ¨ªnfulas de figura
Plaza de Las Ventas. 26 de junio.Dos novillos de Ignacio S¨¢nchez P¨¦rez-Tabernero, escasos de trap¨ªo, mansos. Tercero y cuarto, de Mar¨ªn Marcos, bien presentados, uno manso, el otro con poder. Quinto y sexto de Mart¨ªnez Elizondo, grandes y cuatre?os, uno aplomado, otro manejable.
Fernando Galindo. Estocada delantera atravesada que asoma, media delantera atravesada -aviso- y pinchazo hondo atravesado (silencio). Pinchazo y estocada (silencio). Jaime Malaver. Dos pinchazos y estocada (silencio). Estocada (silencio). Luis Miguel Campano. Dos pinchazos y estocada (silencio). Estocada corta delantera -aviso- y dos descabellos (divisi¨®n de opiniones).
Viene Luis Miguel Campano a Las Ventas hecho un brazo de mar, bien enlindado en grana y oro, con aires de figura, que m¨¢s bien son ¨ªnfulas, porque en su actitud parece desmerecer a los de m¨¢s, y camina, para, se coloca acciona, gui?a, con sincopada afectaci¨®n, que quiere ser espejo de suficiencia. Cosas complicadas del car¨¢cter y el temperamento de las personas.
Viene tambi¨¦n, como antes no ven¨ªa, acentuando el belfo, que es gesto muy de taurinos y sobre todo de banderilleros baratos desde que apareci¨® Belmonte y fue gloria. Pero Belmonte estaba hecho as¨ª. Los taurinos de ahora m¨¢s los banderilleros baratos, se tiran de la pu?eta con las yemas de los dedos mientras aflamencan el codo y acent¨²an el belfo Son la admiraci¨®n de las turistas, entre barreras, y de probos empleados, en el bar.
La afici¨®n, sin embargo, est¨¢ de vuelta de semejantes posturas, y si es la madrile?a para qu¨¦ decir, por cuanto tiene de sabida y de escribida. El torero que ante su presencia comparezca ha de poseer maestr¨ªa, o al menos desearla, pero no fingirla con ¨ªnfulas de figura, porque sufrir¨¢ el correctivo de su rechazo. Y a¨²n peor si le jalean masas de animadores con pancarta, llegados del pueblo, que olvidan la prudencia y se enfrentan a la c¨¢tedra veterana y docta.
Luis Miguel Campano no entendi¨® ayer a su primer novillo, que se acobard¨® en el segundo tercio despu¨¦s de pegar un testarazo tremendo contra el burladero. O quiz¨¢ lo entendi¨® demasiado. Permiti¨® que se fuera a tablas y all¨ª alarde¨® de impavidez ante una embestida que no exist¨ªa, pues el manso hac¨ªa aproximaciones a la pa?osa y cuando la ten¨ªa cerca volv¨ªa la cara para retornar a su refugio.
Increpaban al torero los aficionados con esas frases t¨ªpicas de las tardes de toros, las normales en la jerga, t¨¦cnicas todas ellas y nada ofensivas. La torcida campanista se lo tom¨® muy a mal, sin embargo, y respondi¨® con insultos. Un individuo hasta se encaram¨® en la verja que separa el sol de la sombra y amenazaba a los m¨¢s caracterizados espectadores del tendido 7, con premoniciones de violento desenlace de la cuesti¨®n; ser¨ªa a la salida, por supuesto.
"A la salida ver¨¦is lo que es bueno", anunciaban seguidores del torero y, en efecto, al objeto de ense?arles lo que es bueno, tuvieron altercado con los aficionados del 7 al terminar la fiesta. Extra?a fiesta. Y no era para tanto. Saludable es la pol¨¦mica en los toros y muchas rivalidades han hecho historia antes y despu¨¦s de Jos¨¦ y Juan, pero en esta ocasi¨®n no hab¨ªa motivo, ya que el titular de la causa campanista tampoco consigui¨® faena de relieve en el ¨²ltimo novillo, un ejemplar absolutamente brocho, inofensivo, aborregado, lelo. Dio muchos pases dio era evidente que muchos pases di¨®, pero todos ellos despegados, desligados, descoloridos.
Es triste que un novillero triunfador en este mismo ruedo, s¨®lida promesa a¨²n no hace ni un a?o, haya perdido el ritmo y el rumbo de su propia formaci¨®n t¨¦cnica y art¨ªstica. La cual no debe excluir la ambici¨®n, desde luego, pero tampoco el sacrificio, la humildad franciscana ante la resoluci¨®n del arduo problema de la lidia, cuyo aprendizaje es permanente y con mayor intensidad en la primera etapa profesional del torero. Cuando cree que se las sabe todas -lo mismo ocurre en los dem¨¢s oficios, el de cr¨ªtico incluido, por supuesto-, est¨¢ perdido. El resultado es como ayer: p¨²blico en contra, fracaso, y entre sus partidarios, cachetes.
De nuevo lo que se anuncio en los carteles por la parte de arriba (el ganado) apenas se parec¨ªa a lo que finalmente se lidi¨®. Lo de Ignacio lS¨¢nchez, que ten¨ªa casta, en cambio no ten¨ªa presencia ni fuerza, de forma que ya, de principio, dos reses fueron sustituidas, y (los m¨¢s devueltasal corral. Abri¨® plaza el m¨¢s interesante no,¨¢llo de la tarde, manso pero con casta (una aparente contradilIcci¨®n perfectamente compatible), el cual tom¨® codicioso las primeras series de redondos que le instrunient¨® con empaque Fernando Galindo, y al t¨¦rmino de las mismas escap¨® a chiqueros. All¨ª empez¨® Galindo a no entender el enemigo que ten¨ªa delante pues debi¨® optar por sacarlo de la querencia o abreviar, y lo hizo al rev¨¦s. Tampoco entendi¨® al cuarto, que por no darle la adecuada distancia le vov¨ªa loco.
Sigue Fernando Galindo estancado en el conocimiento de la t¨¦cnica. Lo mismo le ocurre a Jaime Malaver, que es voluntarioso y ensaya el toreo ortodoxo, pero lo interpreta sin hondura, inspiraci¨®n, ni repertorio. La esperanza es que ambos diestros a¨²n est¨¢n en condiciones de madurar. No parecen tener ¨ªnfulas de figura y por lo tanto pueden aprender la tauromaquia de pe a pa, cada tarde, en cada novillo, en cada lance. Con oportunidades y tiempo, as¨ª es como se hace un torero.
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