Contra la construcci¨®n
Clama el profeta Negued-Hazm¨¢n sobre la brea hirviente de las calles; entre el clangor de las hormigoneras y el chirrido de las laminadoras, as¨ª clama el profeta:"Esclavos de la polea y de la gr¨²a, hijos de la Idea, ?a qu¨¦ segu¨ªs ah¨ª haciendo lo que est¨¢ ya hecho? ?A qu¨¦ segu¨ªs trabajando para que se cumpla lo que est¨¢ escrito?
Otra vez vuelve el grito de la tierra a estallar entre mis barbas y mis dientes: pues una y otra vez segu¨ªs vosotros sin o¨ªrlo y construyendo ciegamente vuestra tumba.
?Hab¨¦is olvidado del todo aquellas artes que se os criaron de la lucha con la selva y el desierto?, ?las que vinieron del empe?o con la madera bruta, del choque con el pe?asco?
?A tal punto hab¨¦is llegado a creer que las casas y las ciudades se trazan desde la idea de casa y de ciudad?, ?tanta fe en las cuatro rayas y c¨¢lculos del Arquitecto?
?No sent¨ªs ya nada de aquella inspiraci¨®n que ven¨ªa de abajo, de las condiciones y dificultades del sitio y la materia? Pues tales fueron las musas de vuestros abuelos.
He parado ha poco en la vieja estaci¨®n de Barcelona-T¨¦rmino: la armaz¨®n cubierta saca al cielo las v¨ªas por dos b¨®vedas gemelas que se curvan a la izquierda levemente.
Fue que la l¨ªnea de los muelles del puerto y calles de la ciudad y los ¨¢ngulos conflictivos que deb¨ªan tomar las v¨ªas impusieron sus condiciones; y as¨ª surgi¨® esa soluci¨®n airosa.
Pero lo que es ahora, ?se curvar¨ªa nunca el plano y el hierro en ingenios tales? ?No se cargar¨ªa la Idea todas las condiciones para imponer la m¨¢s b¨¢rbara y simple geometr¨ªa?
He visto una mansi¨®n de hidalgos pobres en un pueblo del Aliste, alzada en un reteso pizarroso: sabio juego de huecos, de tejados y pelda?os confortaron mi coraz¨®n.
Era que el desnivel del suelo, los menos y lajas de pizarra que asomaban hab¨ªan ido inspirando asimetr¨ªas de planos de techumbres y de ventanas, escalones para umbrales en la pe?a.
Pero al lado se ve lo que sab¨¦is hacer ahora: unas cargas de dinamita y alquiler de un bull-dozer para ocho d¨ªas hacen el justo raso donde plantarle al emigrante pr¨®spero la estructura c¨²bica consabida.
He visto cerca de Beg¨ªjar, corriendo por llanos de Ja¨¦n, un puentecillo con cuatro arcos que van menguando en proporci¨®n oscura, m¨¢s o menos como de '9:6:4:3'.
No s¨¦ qu¨¦ dificultades del terreno o qu¨¦ aprovechamiento de sillares viejos lo inspiraron; pero s¨¦ que os las saltar¨ªais todas para tirar un modelito de puente a regla.
He o¨ªdo c¨®mo en viejos teatros, ajustados a las limitaciones que solares, locales circundantes o presupuestos impusieran, florec¨ªa la voz por escena y sala como en caja, de resonancia.
Pero vosotros dispon¨¦is de las facilidades de la megafon¨ªa. ?Para qu¨¦ andaros ingeniando? Har¨¦is un teatro, como un almac¨¦n o como un hangar, con los cinco planos de viguetas de hormig¨®n que bien sab¨¦is.
?Ah infelices y conformes siervos del Proyecto y del Se?or! ?A tal punto habr¨¦is olvidado que toda fuente de creaci¨®n mana de abajo, del espeso fondo de lo no previamente calculado?
?Tan ciegos est¨¢is por la Iviz que del zenit os distribuye a cada uno el Dios de todos? ?Ya no veis c¨®mo surge del choque del ingenio con el cuarzo la simiente del fuego creativo?
?Que estaba ella en, la resistencia de los materiales y, los sitios, y en las trabas tambi¨¦n que pon¨ªan las creaciones y propiedades de hombres anteriores, que con ellas os hac¨ªan debatiros?
Tomad tambi¨¦n el testimonio de la poes¨ªa: ?no veis lo que pasaba con aquellos que se liberaban de las trabas del verso y del juego de las reglas sint¨¢cticas y de las condiciones de la tradici¨®n p¨²blica?
Acababan por no hacer otra cosa que decir lo que estaba dicho, lo que estaba ya inscrito previamente en la historia de la literatura, por quedar reducidos a la expresi¨®n y el significado.
Y, en cambio, ?cu¨¢ntos versos forzados por ocasi¨®n y por encargo, que han resultado al fin m¨¢s inspirados; m¨¢s, por tanto, ¨²tiles para la gente, memorables y perdurables!
Y ?cu¨¢ntas ocurrencias y giros
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de poemas promovidos por esas verdaderas musas que son el yugo del esquema r¨ªtmico o, mejor todav¨ªa, la lucha con la gram¨¢tica imperiosa!
Os dir¨¢n los poetas, por la cuenta que les tiene, que si es que eliminamos el impulso expresivo y creador que nace de lo m¨¢s ¨ªntimo del alma, o del sujeto, o del yo, o como lo llamen.
Pero vosotros, asalariados, no oig¨¢is a los poetas, sino a la poes¨ªa; no, saben ellos reconocer hasta qu¨¦ punto el individuo, el sujeto, yo, soy un representante y copia del Se?or de todos.
Y c¨®mo, al querer expresar lo m¨¢s personal y m¨ªo, no puedo hacer otra cosa que proclamar una vez m¨¢s la ley que a todos trata de organizarnos desde arriba, y a m¨ª, uno entre todos.
S¨®lo de la tradici¨®n impersonal y las costumbres del oficio transmitidas; s¨®lo de la lengua, que es com¨²n y no es de nadie, pueden brotar las aguas de la inspiraci¨®n y la creaci¨®n de lo no hecho.
Y s¨®lo por combate con las palabras arbitrarias y el sufrimiento com¨²n de los que las hablan se da acaso el milagro de que por medio de uno se cante algo nuevo, algo que uno mismo no comprende.
Y os dir¨¢n asimismo los constructores, contratistas, sumisos arquitectos, que es que esas formas de construcci¨®n de nada contra las que clamo est¨¢n impuestas por la necesidad y por, los tiempos.
Os dir¨¢n que esa repetici¨®n del modelo consabido a que se ha reducido su ingenio y su construcci¨®n toda la condicionan leyes econ¨®micas ineludibles, que al fin son para el bien de todos.
Pero vosotros, operarios, no oig¨¢is a la Econom¨ªa. Desconfiad, sujetos, de la Econom¨ªa; si bien mir¨¢is, ver¨¦is que lo que os venden por razones econ¨®micas ni siquiera es claro que lo sean.
Buscad, buscad el fondo de las supuestas necesidades econ¨®micas de la destrucci¨®n por la construcci¨®n, de la repetici¨®n inexorable del m¨®dulo, de la infatigable creaci¨®n de nada.
Ver¨¦is que cuanto m¨¢s sencillamente les pregunt¨¦is "?A qui¨¦n le sirve? ?De qu¨¦ le vale? ?Qui¨¦n lo manda?", m¨¢s abstractas y vac¨ªas se os ir¨¢n volviendo las razones econ¨®micas; y si no lo son...
Si no lo son, por bajo del pretexto econ¨®mico os aparecer¨¢ el fantasma de la raz¨®n m¨¢s verdadera: un ideal de lo feo, de lo triste, de la nada es lo que asoma tras la Empresa.
Bajo el imperio de la religi¨®n les ense?aron que lo pr¨¢ctico y realista era, desgraciadamente, feo y duro, est¨²pido y triste; y siguen ellos deduciendo que lo feo y triste ser¨¢ lo pr¨¢ctico y real.
?Cuidado, contribuyentes, no sea la obediencia al ideal supremo de la estupidez consabida, de la reproducci¨®n de la nada, lo que est¨¢ moviendo vuestro trabajo y rigiendo vuestras vidas!
Ese amor de la tristeza planificada y la miseria distribuida, de hacer s¨®lo lo que est¨¢ hecho y decir s¨®lo lo que est¨¢ dicho, ¨¦se es amor de muerte, ley del se?or de todos.
Es amor de la Muerte..."
As¨ª clama en la calle trepidante, en el desierto populoso, el profeta Negued-Hazm¨¢n; clangor de hormigoneras, berrido de autom¨®viles arrastran sus palabras confundidas con los sollozos de los muertos.
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