Alarma en el comercio exterior / y 2
Tras analizar la p¨¦rdida de competitividad de nuestros productos en el extranjero, y con ello el aumento de nuestro desequilibrio exterior, el autor advierte sobre la urgente necesidad de adoptar medidas correctoras. En su opini¨®n, de la marcha de la balanza de pagos en los pr¨®ximos meses depende el crecimiento de nuestra econom¨ªa en los pr¨®ximos a?os.
Las consideraciones expresadas en el art¨ªculo anterior conducen a una primera reflexi¨®n sobre la devaluaci¨®n de diciembre y la pol¨ªtica entonces anunciada de flotaci¨®n libre de la peseta.En diciembre de 1982, el Banco de Espa?a modific¨® su banda de intervenci¨®n en el mercado de cambios en un 8%, equivalente, en l¨ªneas generales, al diferencial de inflaci¨®n con los pa¨ªses de la CEE. En aquella ¨¦poca se coment¨® que la cuant¨ªa de la devaluaci¨®n era correcta, opini¨®n que personalmente comparto. Tambi¨¦n me pareci¨® acertada la declaraci¨®n oficial de dejar flotar libremente nuestra divisa, algo que el Gobierno anterior se obstin¨® en no hacer. En 1982 se utilizaron 3.400 millones de d¨®lares en sostener la peseta, con muy escasos resultados pr¨¢cticos, puesto que el diferencial de inflaci¨®n en relaci¨®n con los pa¨ªses europeos se abri¨® considerablemente.
El excesivo optimismo
La devaluaci¨®n cubri¨® el diferencial antes aludido en relaci¨®n con los pa¨ªses de la CEE, lo cual llevaba impl¨ªcito el mantenimiento de la competitividad de nuestros productos y, de alguna manera tambi¨¦n, del d¨¦ficit comercial. No era razonable pensar que nuestras exportaciones penetrar¨ªan con mayor facilidad en los mercados exteriores si no gan¨¢bamos en competitividad. Tanto m¨¢s cuanto que nuestras mercanc¨ªas no se caracterizan por su alto contenido tecnol¨®gico, siendo la elasticidad de la demanda de las mismas bastante elevada, De ah¨ª que, en t¨¦rminos generales, resultase coherente el anuncio del objetivo de reducir el d¨¦ficit por cuenta corriente con el de dejar flotar libremente la peseta con vistas a restablecer la competitividad de nuestros productos.No entro en el excesivo optimismo con que se fijaron los objetivos para la exportaci¨®n ni tampoco en la valoraci¨®n del grado de voluntarismo impl¨ªcito en la contenci¨®n de las importaciones. Al fin y al cabo, los Gobiernos tienen pleno derecho a fijarse objetivos exigentes, a condici¨®n, claro est¨¢, de que ¨¦stos pertenezcan al ¨¢mbito de lo posible y no se alejen excesivamente del mundo de lo probable. Los problemas comienzan cuando las implicaciones pr¨¢cticas de los objetivos no coinciden con las acciones que se llevan a cabo para alcanzarlos.
A este respecto, la primera observaci¨®n que puede realizarse es que, en la pr¨¢ctica, el Gobierno no ha dejado flotar libremente la peseta. Dejando al margen los problemas t¨¦cnicos de valoraci¨®n y las matizaciones que pueden aducirse en cuanto a las formas de apoyo, lo cierto es que el nivel de reservas ha descendido en cerca de 1.500 millones de d¨®lares a lo largo del per¨ªodo enero-abril de 1983, lo cual significa que las autoridades han apoyado la peseta en estos meses, a pesar de sus iniciales -y correctas- intenciones de dejarla flotar libremente.
M¨¢s tarde, a la vista de los escasos resultados obtenidos y de la peligrosa disminuci¨®n del nivel de reservas, las autoridades monetarias decidieron transferir a los tipos de inter¨¦s internos el protagonismo en la defensa de nuestra divisa.
?Cu¨¢les han podido ser las razones de esta pol¨ªtica? Probablemente, el deseo de contener la inflaci¨®n con objeto de cumplir la promesa electoral de garantizar el poder adquisitivo de los salarios. Pero ?es razonable esta actitud a la vista de la situaci¨®n interna de nuestra econom¨ªa y de la crisis internacional? Evidentemente, no. Y ah¨ª se encuentra, a mi juicio, el fondo del problema. Si nuestros mercados a la exportaci¨®n no van a crecer este a?o, si tenemos un problema serio de competitividad y si adem¨¢s tenemos un d¨¦ficit por cuenta corriente que no podemos reconducir otro a?o m¨¢s, so pena de incrementar peligrosamente nuestro endeudamiento exterior, ?qu¨¦ otra soluci¨®n queda que dedicar m¨¢s recursos a la exportaci¨®n? ?Y de d¨®nde van a salir esos recursos s¨ª no es del consumo, p¨²blico y privado?
Se dir¨¢ que el razonamiento es est¨¢tico, que se puede forzar el ritmo de crecimiento para hacer compatibles el equilibrio exterior y el aumento del poder adquisitivo. Ello ser¨¢ as¨ª cuando nuestros mercados crezcan.
Razonamientos del pasado
Mientras tanto, no es pensable que podamos alcanzar elevadas tasas de crecimiento. Por el momento estamos estancados, y a lo m¨¢s que podemos aspirar es a una d¨¦bil recuperaci¨®n en 1983. Razonar en t¨¦rminos de expansi¨®n r¨¢pida de nuestra econom¨ªa pertenece al pasado y tal vez al futuro, pero no al presente.A menos, claro est¨¢, que aumente fuertemente la productividad. Pero para que esto suceda y se mantenga al mismo tiempo el nivel del empleo es preciso que la tasa de inversi¨®n se recupere, lo cual implica, casi con seguridad, el inicio de un amplio di¨¢logo con los empresarios y la reestructuraci¨®n del gasto p¨²blico.
Los meses del verano van a procurar una tregua en el frente exterior. La afluencia de turistas har¨¢ que mejore la situaci¨®n de nuestras reservas y que se abra un par¨¦ntesis que probablemente dure hasta el oto?o. Es entonces cuando, de persistir las tendencias de estos primeros meses del a?o, habr¨¢ que adoptar decisiones de largo alcance.
El problema del desequilibrio exterior es de la suficiente entidad como para merecer la atenci¨®n prioritaria de los responsables de la pol¨ªtica econ¨®mica. No creo que sea exagerado afirmar que de su evoluci¨®n en los pr¨®ximos meses depende el crecimiento de nuestra econom¨ªa en los pr¨®ximos a?os.
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